La guerra en Ucrania, como toda guerra, muestras rasgos de barbarie cultural. Se ha dicho que lo primero que muere en una guerra es la verdad, con ella muere la cultura en sus formas establecidas, porque la cultura es germen de paz y la guerra es, en definitiva, una descomposición de la cultura de los pueblos que sucumbe bajo los designios de chauvinismo, el fundamentalismo religioso o el desprecio e intolerancia racista. Todo signo civilizatorio desaparece bajo las manifestaciones del odio irracional que estimula y provoca la guerra.
Una de las incomprensibles pérdidas de la guerra en Ucrania es la prohibición de la obra de Piotr Ilich Tchaikovsky, compositor ruso del período del Romanticismo, y la destrucción de la casa donde el músico pasó sus años de juventud. Al fragor de la guerra que se ha convertido en un conflicto de desgaste en el que durante tres meses miles de personas han perdido la vida, más de 12 millones están desplazadas y la configuración de Europa se ha transformado, el impacto en la cultura es notable.
En ciudades ucranianas por disposición del gobierno de ese país se ha prohibido toda manifestación de cultura rusa y mientras se silencia la música de los clásicos rusos y se proscribe la expresión literaria de ese país, las armas dejan oír su obertura de odio contra la vida y su expresión cultural. Del otro lado del frente de las más encarnizadas batallas, en la zona occidental de Ucrania, hay transformaciones más simbólicas y sutiles en los nombres de calles, parques y estaciones de transporte público. Funcionarios públicos y académicos ucranianos discuten cómo “descolonizar” sus espacios urbanos de los legados del Imperio ruso y la Unión Soviética, y han empezado a rebautizarlos. La medida forma parte de una tendencia más amplia en las que los países reevalúan su historia y los personajes del pasado: “Estamos defendiendo nuestro país también en el frente cultural”, dijo Andriy Moskalenko, vicealcalde de Leópolis y jefe de un comité que ha revisado los nombres de más de mil calles de la ciudad.
Pero no todos están de acuerdo: “Tal vez deberíamos mantener algunos escritores o músicos clásicos si son de otra época, no podemos rechazar todo totalmente. Había algunas cosas buenas”, expresó el dueño de una fábrica de señalética. De hecho, Tchaikovsky está considerado actualmente como el más destacado músico de Rusia y una de las figuras más importantes de la cultura de ese país a lo largo de su historia.
La destrucción de la casa de juventud de Tchaikovsky se produjo durante un bombardeo ruso a la ciudad Trostyanets, entonces parte del Imperio zarista. A los 24 años, el famoso compositor romántico del siglo XIX se alojó en una villa, fue allí donde compuso su primera obra sinfónica: la obertura La tormenta (1864). Su padre fue un ingeniero de minas del Estado, de ascendencia ucraniana que nació en 1745 en Nikoláevka, Ucrania; estudio en un seminario de Kiev y más tarde recibió enseñanza de medicina en San Petersburgo.
La guerra y la sinfonía de muerte ejecutada por las armas, no silencian aún. La cultura sigue amenazada bajo la violencia de la barbarie, silenciada por el estertor de los combates que se han convertido en oberturas de odio.