Cuando el poeta Juan Secaira obtuvo el premio de Poesía Jorge Carrera Andrade, año 2012, dijimos en esa oportunidad que el galardón “cayó en buenas manos y en buena palabra. Aquellas que amasan y las que hablan el dialecto poético de Juan Secaira en promisoria tentativa de vislumbre sombrío, como el pan de cada día. Palabra necesaria la suya, de versos encontrados a la vuelta de una vivencia cotidiana. Poesía evocativa y provocativa de añoranzas y pretéritos perfectos en los que el pasado no regresa anclado a un mero registro de la memoria, sino que iza velámenes para emprender una travesía existencial que no está exenta de dolores y desdichas”.
Y aquellas palabras nuestras resultaron entonces, por decir lo menos, premonitorias, para anticipar lo que ya anunciaba su poesía claroscura que a partir de la vivencia del poeta se vuelve atmósfera sombría. Poesía escrita en un muro de penumbras donde cuelga los versos un poeta dolido que llama a sus textos No es dicha. Que no es una obra premeditada, no es un fruto perfecto, sino un soplo esencial de vida que intenta persuadirnos de que la poesía es la búsqueda de una emoción a través de la palabra.
Lo reiteramos una vez más: Juan Secaira, poeta del desencanto, el descrédito de lo circundante es lo suyo: Encontrar la belleza en eso que dicen fealdad / Como un calambre fue la felicidad / Imprevista reacción del espíritu ante la eventualidad del diario vivir. / La vida nos lleva / Víctimas no somos / Solo extraños. / Nadie más tocará nuestra sangrante belleza enajenada, violada y dispuesta a escabullirse.
¿Un antipoeta, que acorrala al verso en su propia antítesis?
Al cabo de unos años, cada uno confinado en lo suyo, hemos vuelto a encontrarnos para redescubrir al ser humano en una triple dimensión existencial, el luchador sin tregua, el artista de consumado oficio y el poeta de la palabra hecha imagen. Ahora aquello que no es dicha dejó de serlo, para convertirse en exultación, derrotado ya un destino sombrío como sus versos.
Aceptado el desafío de ese destino adverso, Juan Secaira enfrenta su deterioro físico con una dignidad a toda prueba. Los males del cuerpo no fueron óbice para hacer claudicar el espíritu de este guerrero de la vida. Hay en ello tres dimensiones, la actitud de lucha de un ser humano frente a la adversidad, el oficio técnico de un pintor diestro que aprendió a pintar con la mano izquierda y la sensibilidad del artista que se expresa estéticamente. Hoy día Juan disfruta sus lecturas predilectas, escribe y pinta, sobrevive apoyado en sus seres amados, su mujer y sus hijos y deja tiempo para demostrar a sus amigos cuánto valora la solidaridad.
Lo visitamos en su casa-taller-galería para admirar su obra plástica. Antepuso un cálido abrazo y una promisoria sonrisa a su palabra siempreviva.

¿Qué comunica en estos estos cuadros Juan Secaira?
Quise hacer estos cuadros porque me detectaron esta enfermedad y perdí el uso de la mano derecha y comencé a dibujar con la izquierda y he ido trabajando bastante en eso cuando me ha permitido la salud. Me gusta jugar con los colores incluso en los formatos grandes, y comencé a jugar con los nombres de los cuadros como de poesía y representar lo que voy haciendo. Quería yo negar que el enfermo es un ser pasivo.
¿De dónde viene tu fuerza espiritual para superar victorioso la dolencia física?
Pase un largo tiempo encerrado deprimido, sin hacer nada, luego vas entendiendo tu estado y comienza un nuevo proceso. Lo primero que encontré es el arte, y la fuerza de resistencia vino de la familia que apoya, mi esposa, mis hijos y mis padres. Me levanto sin pensar en mis males e igual trabajo en corrección de textos, escribir y pintar. Antes me rebelaba a mis males, pero no sacas nada con enfrentar la enfermedad sino, más bien, acompañarse. Y la gente también me ha acompañado. Se trata de asumir la cosa con dignidad. Uno piensa ¿qué es vivir, acumular años o disfrutar de lo que te gusta y aminorar esos años?
¿Existencialmente, qué te han enseñado tus males físicos?
Antes no era yo consciente del cuerpo, e incluso aprendí eso en la poesía, tampoco era consciente del paso del tiempo y por instinto tener ciertas bases en la familia, he sido siempre con mis hijos muy abierto y ahora me sirve esa apertura. Yo veo, existencialmente, que hay que activarse a hacer lo que a uno le gusta.
En el aspecto técnico ¿cómo hiciste para adiestrar una mano que no estaba preparada para hacer múltiples cosas…?
Primero, empecé de cero a escribir que fue difícil, y después empecé a dibujar y pintar en hojas y luego comencé a colorear con acrílico. En esto son cuatro o cinco años de esfuerzo. Pinto con pinceles con acrílico sobre lienzo. Al final es una victoria.

En cuanto al artista, tú eres poeta, ¿cómo se produce ese cambio de expresarse con imágenes metafóricas a imágenes plásticas?
Siempre mis lectores me decían que mis poemas son como cuadros, tenía la imagen, luego con lo que más juego es con el color. Yo tengo amigos pintores y les decía que quería tomar clases y me decían para qué, si ya pintas así. Stornaiolo me dijo que me lance sin miedo. Ahora tomo las cosas con fluidez y que tu hayas venido ya es un triunfo para mí.

¿Con qué música asociarías tu pintura?
A mí me gusta un rock no tan clásico, siempre me ha gustado Cerati, incluso por su forma de morir que fue fuerte. Y también Rolling Stone, Pink Floyd, nosotros nos criamos con esa música, también Serrat y Mercedes Sosa. Uno viene con esa carga de adrenalina y eso calma un poco. Pero para pintar estoy solo en el taller en silencio, alisto la pintura y lo que salga, sin pensar si le va a gustar a nadie y en ese acto sentirse uno, pleno.
Pintas con acrílico sobre lienzo ¿qué otras técnicas utilizas?
Pinto con pincel y con los dedos, o tiro la pintura sobre el lienzo o le hago con el revés del pincel o muevo la tela para que se esparza la pintura. Me he ido inventando bastantes cosas por el gusto de hacer.
¿Esto… te hace feliz?
Híjole, qué buena pregunta. Soy como un Perseo que mató a la medusa sin verle si no, a través de un escudo. Yo no veo la realidad directamente, la enfermedad es mi enemiga que avanza, eso es innegable y está decretado, entonces le ando gambeteando, no le miro directamente, y uso mi escudo que sería el arte. Una poeta me decía sobre mi libro La mitad opuesta, “Tu, Juan deberías escribir del sol, de algo más bonito”. Y me quede pensando, pero el sol que yo describa es un sol enfermo, no puedo negar lo que soy. En todos mis cuadros hay cierta fuerza, ninguno es contemplativo, porque así soy yo, humano.
¿Lo que haces es una lucha por la vida, contra la muerte?
Para mí es un juego con el tiempo, de un año acá estoy peor, pero hay que tener en cuenta el Perseo. Tengo hijos que deben sentir esa energía. Yo lucho por una dignidad y una desmitificación contra la romantización de mis males. Si pudiera volver el tiempo y pudiera volver a ser periodista y escritor, lo haría. Esto es una lucha por la vida.
Vivir peligrosamente, volver amar los riesgos. Volver a recobrar la fe en la palabra hecha imagen que en Juan Secaira encuentra la emoción de la victoria, como condición poética esencial.