Los resultados electorales del domingo 29 de mayo en Colombia confirman lo previsto: el triunfo del progresismo y avance del populismo en contra de la derecha tradicional que resultó derrotada. Las cifras así lo indican: Gustavo Petro, candidato de izquierda que siempre encabezó todas las encuestas, obtuvo un 40 %. Mientras tanto, el millonario populista, Rodolfo Hernández, se ubica en la segunda vuelta con 28 % y se impuso al candidato de la derecha, Fico Gutiérrez que alcanzó 23.7 %.
Salta a la vista que los colombianos se pronunciaron por un voto en contra. De rechazo a la política neoliberal del presidente Iván Duque; en tal sentido el progresismo y populismo votaron por el cambio, no obstante, no se observa con claridad qué transformaciones quieren implementar estos sectores en Colombia. Petro ha hablado sobre los tipos de cambio que representan su candidatura y la de Rodolfo Hernández: avanzar o «suicidarse». Para explicar esto, habló de cómo el empresariado que teme un gobierno de la izquierda debe entender que «lo que propongo al empresariado es justicia social y estabilidad económica”. Dijo que pide una reforma tributaria en el que paguen los más ricos, educación superior gratuita y pensiones a los más viejos que no la tienen.
Claves del triunfo popular
Existen claves para entender los resultados electorales que determinan una inédita situación política en Colombia ante el eventual ascenso de la izquierda al poder, en un país profundamente conservador gobernado por la derecha. Los votantes se fueron alejando de los candidatos que son herederos directos del establecimiento político colombiano, tradicionalmente identificado con los partidos Liberal y Conservador que dominaron el panorama desde la Independencia hasta el final del siglo XX. La alternancia en el poder de estos sectores ideológicos, sin que hayan resuelto la injusticia social, la exclusión política, la violencia y la narcodelincuencia, es la primera clave que explica el triunfo de Gustavo Petro.
En términos políticos los gobiernos conservadores y liberales no lograron derrotar durante más de medio siglo de guerra interna a los grupos insurgentes y, posteriormente, incumplieron los acuerdos de paz establecidos con sectores guerrilleros desmovilizados. Gustavo Petro dice que hace cuatro años, cuando perdió contra Iván Duque, era claro que el presidente iba a «hacer trizas» el proceso de paz, y efectivamente Duque se negó a cumplirlo.
Tampoco el gobierno de Duque controló la violencia paramilitar de extrema derecha que se expresa libremente en el país. En el terreno de la economía, el gobierno y las élites tradicionales colombianas lograron sus objetivos de gobernar para los grupos privilegiados, y no pudieron evitar que los sectores más dinámicos de la economía colombiana sean los ilegales. Según la prensa norteamericana, 20 principales empresas del país son controladas por los carteles del narcotráfico. La derecha económica en Colombia muestra un absoluto fracaso histórico frente a los requerimientos de políticas sociales. «Podemos hacer un balance: hubo más violencia, más corrupción, más hambre», dijo Petro sobre lo que quedó del gobierno de Iván Duque.
De igual modo, el régimen de Duque exhibe un rotundo fracaso en la lucha contra el narcotráfico que ha crecido en los últimos años en Colombia, con cambio de unos narcocarteles por otros, no obstante, la existencia de siete bases militares norteamericanas que justifican su presencia en territorio colombiano, precisamente, argumentando una lucha antidrogas.
La clave esencial del triunfo de Gustavo Petro es el fracaso del modelo neoliberal en Colombia que no ha resuelto en ese país la injusticia social, la violencia y el rol del Estado en poder del narcotráfico. La derecha ha puesto al Estado en contra del pueblo, en un gobierno que de impopular se convirtió en antipopular, mientras recurre a sus tradicionales discursos: defensa de la democracia formal, libertad de empresa, pronunciamientos contra las mujeres y los jóvenes, mientras se manifiesta admiradora del fascismo con un claro discurso anticomunista: «Petro sería un peligro para la democracia, para las libertades, para la economía, para nuestras familias y para nuestros hijos», dijo el candidato de esa tendencia, Federico Gutiérrez, en su discurso de derrota. Anunció que él y su fórmula vicepresidencial van a apoyar al candidato de derecha Rodolfo Hernández, el segundo más votado, que enfrentará a Gustavo Petro.
Sin embargo, la ciudadanía se ha pronunciado por un doble vuelco que ya se adivinaba, hacia la izquierda, y alejándose del establecimiento político. Hace ocho años la derecha tradicional unida en torno al expresidente Álvaro Uribe y al Partido Conservador, lograba casi la mitad de los votos. Hoy, Gutiérrez ha levantado un 24%. Mientras, la izquierda ha pasado de un 15% con Clara López Obrador entonces al 40,5% que ha logrado hoy Gustavo Petro. La juventud que representa el 50% del padrón electoral y las mujeres tienen un rol protagónico en el cambio político colombiano. Sectores que luchan por sus derechos etarios y de género en el marco de las reivindicciones sociales plurales de la sociedad colombiana.
Internacionalmente, Colombia sigue la tendencia regional del regreso de las fuerzas progresistas al poder: Argentina, Chile, Perú, Honduras y Brasil, con matices se han pronunciado a favor de plataformas políticas de bienestar y desarrollo social; crecimiento económico incluyente y sostenible; infraestructura y desarrollo logístico; sociedad más justa, pacífica e inclusiva; y, gobernabilidad democrática y política. Además, incluye cuatro temas transversales: promoción y respeto de los Derechos Humanos; seguridad alimentaria y nutricional; protección y conservación del medio ambiente y desarrollo territorial.
Colombia ha votado por un cambio, que deberá confirmar en la segunda vuelta. En la segunda fase de la campaña, la derecha derrotada en la primera, repetirá el esquema latinoamericano con el que las fuerzas conservadoras enfrentan la política: unirse al populismo contra la izquierda, aceptando el tradicional chantaje político de la socialdemocracia centrista a cambio de su apoyo.
El desafío de las fuerzas políticas progresistas colombianas radica en poner al Estado en función de los intereses populares, en contra de las elites tradicionales, organizaciones políticas irregulares y narcodelincuencia. En esa exigencia deberá implementar un proyecto de reformas que desplace a los sectores tradicionales y al neoliberalismo de élites privilegiadas que fracasaron en el poder, y que movilice en su apoyo a la mayoría de los colombianos. En el país cafetalero, como en el resto de la región, los cambios vendrán por la consolidación de grandes consensos colectivos, toda vez que el camino del poder por la vía de la violencia política resulta un fracaso.