Lo conocimos como director del grupo Teatro Ensayo y lo reconocemos un artista consumado. También pintor y escultor, Antonio Ordóñez en el arte escénico esculpe el alma de sus personajes, y con la escultura, el cuerpo del ser humano. No obstante, reconoce en sus figuras de madera un alma dispuesta a compartir múltiples emociones. Una, sin duda, es la obsesión por la mujer que talla en estilizadas, famélicas figuras que, bien lo reconoce, connotan su pasión por ellas.
Actor de teatro y escultor, Ordoñez anda por la vida compartiendo su cosmovisión del mundo. En las tablas, la lucha y denuncia social; en la madera, su persistente batalla individual por resarcirse de la soledad. Siempre mostró una singular habilidad de expresión corporal; como actor ha interpretado múltiples roles humanos, como escultor y carpintero sus manos dan forma a diversos artefactos, desde figuras abstractas hasta instrumentos musicales.
En su taller de la Mitad del mundo es un anacoreta dispuesto a abrir las puertas a sus amigos y compartir una copiosa comida y un buen vino. Lo visitamos, y las expectativas de un sábado en minga gastronómica se cumplieron a cabalidad. Antonio, no escatima dotes de gran anfitrión.
¿Qué tienen en común la actuación teatral y la escultura?
En tu calidad de creador con estas pretensiones de ser actor, de ser artista plástico, esas sí son pretensión porque no lo soy, quizá me aproximo más a lo de escultor porque tengo muchos años de trabajo en la madera, y pienso que quien ejecuta este trabajo sí pone algo de su alma en lo que está haciendo. Tengo madera para ser escultor de madera.

En estas obsesivas figuras femeninas estilizadas ¿qué te obsesiona de la mujer?
Las mujeres son maravillosas, claro hay una aproximación en ese sentido. Si, pienso que la mujer te motiva para plasmar en ella muchas veces su carácter, su actividad, y también un afecto que siempre se le tiene a las mujeres.
Estas figuras famélicas, estilizadas no dejan de ser una idealización…
De algún modo hay esta tendencia gótica de subir y llegar a algún lado, no precisamente al cielo porque no es mi fuerte de ningún modo. En todo caso hay una cierta espiritualidad y un afán de llegar algún lado. Con estilizar y desproporcionar la figura se está cumpliendo con algo de esto.
¿Cómo, el carpintero que fuiste, se convierte en escultor?
Tuve una experiencia muy hermosa en la tramoya del Teatro Sucre, ahí empezó a interesarme la madera y el trabajo que hacían los tramoyistas en el montaje de obras de grandes compañías extranjeras. Me acerque a ellos por afinidad de oficio y porque eran seres muy especiales con sus historias y leyendas que tienen que contar tan cerca de los actores, que se convierten en parte del espectáculo. Me gustaba esa proximidad, hasta me convertí en tramoyista y hacía el trabajo con ellos. Me integraron al sindicato de tramoyistas y aprendí el trabajo de los trastos de tramoya con la utilería que se trabaja en un montaje teatral.

Toda forma artística tiene una técnica en su oficio, pero ¿cuándo el artesano de la madera se convierte en artista?
Es un exceso de amor por la madera, es muy lindo ver cómo la madera se va convirtiendo en muchas cosas, desde que es un árbol hasta ver el corazón de la madera y sus vetas, hay un montón de significados que surgen, entonces nace el impulso de hacer cosas con las manos y moldear la madera y hay las herramientas, las gubias, los formones que de algún modo ayudan a esculpir y surge algo, una forma en la madera, esto te motiva y empiezas a desentrañar qué hago con lo que estás sintiendo desde la madera. Hay una cosa muy sensorial, la madera me habla, cuando le tocas, cuando es áspera, cuando es muy lisa, cuando se transforma dice mucho, es un discurso.
¿Y vendes bien tus esculturas?
Se han llevado varias esculturitas que hacía antes, que tampoco son reales más bien son abstractas. Algunas personas me han comprado y eso me da un poco de pena porque se las llevan. En época de pandemia y de dolor, he podido producir un poco más.
Es decir, es un trabajo ya constante…
Yo tenía antes un taller muy grande y ahora tengo un taller más pequeño en el que estoy dedicado solamente a las esculturas. Me gusta mucho hacerlas y he pensado que voy hacer una exposición, pero no tengo pretensiones de ser escultor, no he estudiado para eso. Tengo un acercamiento a las artes plásticas, a la pintura, estuve treinta y cinco años en la Facultad de Artes y estaba muy cerca de los pintores de quienes aprendí mucho.

¿Hay algún común denominador de la escultura con el teatro?
Pienso que sí. El teatro está lleno de imágenes y muchas veces se recrean estas imágenes, y un poco pasa eso con la escultura. A veces tengo la sensación de estar interpretando una obra, un rol cuando ya veo que se empieza a configurar una escultura de madera, puedo dialogar con ella, puedo hacerle personaje, darle más vida. Esto lo emparenta con el teatro, con la obra, con un personaje, hay una cierta afinidad, hay una relación.
¿Trabajar una monotemática, en este caso la figura femenina, condiciona o libera?
Pienso que hay un límite, estoy en esta etapa que hay esta tendencia, pero eso no excluye que empiece hacer otra cosa. Hay algo que puede estar gravitado, yo hago algunos instrumentos musicales, tengo preparado un violín que va a sonar como violín. Entendiendo que soy un violinista frustrado porque estudié tres años en el conservatorio nacional de música, pero no pude continuar cuando tenía trece años.
¿Qué te deja la vida acerca de la función del arte?
Esto de ser artista es un poco pretensioso. Suelo decir que soy un obrero de la cultura, del arte, aunque también puede ser pretensioso. El arte y mi oficio de obrero del teatro me acercan al asunto plástico de ejecutar escenografías. No creo que en el teatro haya una suplantación, se hace una creación fundamentalmente, el actor lo asume, pero también le da su interpretación. Un poco puede pasar esto con una escultura o con un cuadro que uno pinta, que está manifestando cosas que no son un dictado, que van surgiendo porque son una necesidad. El arte tiene un cometido, hay una razón para hacerlo y más aún en nuestros países subdesarrollados en donde el arte juega un papel fundamental, que es incentivar a la gente que ve un espectáculo, un cuadro, una obra de teatro o una escultura, a tener una actitud frente a la vida. Esta es la misión del arte, no hay arte por arte. En nuestra historia, el arte debe y tiene que jugar un papel preponderante en la construcción de una sociedad más libre no tan injusta, no tan infame como la que tenemos ahora.
Antonio Ordóñez y sus diversas formas de expresión artística hablan de un ser humano polifacético. Fundador del grupo Tzántzicos, actor y director del Teatro Ensayo, actor del teatro popular ecuatoriano, director de la Escuela de Arte Dramático de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, director de la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador, profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Central, miembro del instituto Ecuatoriano del Teatro, miembro de la Junta General de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Un excelente anfitrión con madera de artista.