Comenzamos a vivir en el país del tiranuelo, en diminutivo. Los diminutivos son afijos derivativos que modifican el significado de una palabra, para dar un matiz de tamaño pequeño. Decimos tiranuelo, por cuestión de sentido, en referencia al mandatario que no alcanza a ser del tamaño de un tirano. Sin embargo, el tiempo que todo lo cambia puede llegar a convertirlo en un represivo mandatario.
Eso explica que en el país exista gente convencida que dice que, si a los 20 años no eres crítico es que no tienes corazón, y si lo sigues siendo a los cincuenta, no tienes cerebro. Ese es el temor que infunde el tiranuelo aun sin llegar a ser tirano. Temor entre jóvenes y viejos a perder la libertad en manos de una justicia que detiene a la gente que proclama ideales y deja libre a gente que practica negocios ilícitos.
Gente también existe que grita ¡viva la democracia abajo los subversivos! y luego guarda silencio ante la mano dura. Gente que se ha ido corriendo hacia la derecha para legitimar al gobierno. Los tiempos están cambiando en que al gobierno lo legitimaba un pueblo que vota en las urnas. Cuando el pueblo se equivoca votando por sus tiranuelos hay que volver los ojos a la juventud y poner en ella la confianza, sin olvidar tampoco que Montalvo advierte, “desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo”.
Será por eso que el tiranuelo vive pendiente de la prensa administrada por las viejas generaciones como un negocio o como un reducto de actores políticos encubiertos. Periodismo obsecuente que le procura al poder la ventaja que siempre existan almas resignadas que nada dicen, cuando nos dicen en la cara que “la casa está en orden”, mientras que el paisito se cae a pedazos. Esas mismas almas que guardan silencio convencidas de que los ricachones que administran su pobreza -de cuerpo y alma- son ciudadanos especiales, con más derechos que ellas mismas. Se trata de hacer lo que algunos dicen, que no te metas en problemas, que vivan las cadenas y las cárceles donde van a parar los críticos y los perseguidos.
Un gobierno impopular, según las encuestas, corre el riesgo de convertirse en gobierno antipopular. Para eso, nada más tiene que comenzar a perseguir a sus oponentes y reprimir a quienes considere de peligro para su estabilidad. El gobierno comenzó a dar los primeros pasos en la represión antipopular selectiva y sistemática. El ministerio de la política informó que cuatro dirigentes del Movimiento Guevarista, fueron detenidos por presunta “delincuencia organizada, trata de personas y reclutamiento para grupos guerrilleros y al margen de la Ley”. Se trataría, según la defensa de los detenidos, de una persecución política del gobierno en contra de la organización que participó en las protestas de octubre del 2019.
Siempre habrá cortes y cortesanos que llevarán a la cárcel al inocente y dejarán libre al delincuente. Son aquellos sumisos, en democracia, con el tiranuelo. Porque así funciona la democracia fallida, haciendo fallar a los otros poderes. Así terminan presos los acusados de subversivos, bajo la persecución del régimen que judicializa la protesta social. Y se culpa a la crisis de la justicia. Crisis que no es más que una crisis de la democracia, que se expresa en la persecución de burócratas de la judicatura entre sí. Como si fuera una competencia de quien escupe más lejos, mientras el régimen escupe para el cielo.
El gobierno utiliza a una parte importante de los ecuatorianos como tontos útiles y, a otra parte, como tontos crédulos, ambos se diferencian del resto que no come cuentos. El cuento de la recuperación del país, el inverosímil país donde parecen vivir los propagandistas del Ejecutivo que hacen decir al mandatario, antes de convertirse en tiranuelo: “El pueblo confía en mí, el mejor pueblo que un presidente puede esperar”.
¿Y qué puede esperar el pueblo de un presidente sin rubor en la cara, para decirnos que el país pasa por un gran momento? Seguramente deshacerse del peor presidente que un pueblo puede esperar. Un presidente que manda a sus opositores a la cárcel, aquellos que critican su comportamiento político, que empieza a perseguir como si fuera camino a convertirse en tiranuelo. Por convertir una mentira en verdad y la verdad en peligrosa.
No hay peor tristeza que un pueblo, que el tiranuelo dice confía en él, que haga de la vista gorda por exceso de confianza o por temor al tiranuelo.