Corren tiempos, sino propicios, necesarios de escuchar las voces femeninas. Tiempos que, no obstante, el silenciamiento oficial, incluida la represión policial cuando las voces de la mujer se hacen sentir bogando por sus derechos de género, llaman al imperativo de escucharse y escucharnos.
Múltiples son los roles que las mujeres en una sociedad patriarcal deben asumir como todo ser humano, capaces de pensar, discernir y decidir sobre circunstancias de importancia y trascendencia social para influir en la toma de decisiones en la vida de los demás y, sobremanera, en la suya propia. Capacidad de género que se ve cotidianamente reflejada en la necesidad y posibilidad de superar adversidades ante la discriminación de que es objeto la mujer en un ambiente social que se dice igualitario y tolerante. Bien denuncia la abogada activista de los derechos de género, Olga Margot Cortes, “la elección de la profesión no sólo determina nuestros dones y aptitudes, sino la identificación, consciente con un ideal, anhelos y metas” que, una sociedad patriarcal y machista se encarga de obstaculizar y frustrar al imponer a la mujer la dirección del hogar, sin contar que, “se ha comprobado que, a algunas mujeres la vida les impuso, además, ocupaciones masculinas, las que cumplen manteniéndose mujeres”. Una división política que relegó a las mujeres a un ámbito doméstico como si fuera su espacio natural, también promovió su invisibilidad como sujetos políticos. Y aún hoy la presencia pública de mujeres, su reconocimiento y su prestigio siguen siendo considerados sustancialmente inferiores al de los hombres.
Alteridad, como ese segundo sexo del que hablaba Simone de Beauvoir, en situación de subordinación respecto al primero. La biología, los usos amorosos, la iniciación sexual, las implicaciones para la mujer del matrimonio o incluso de la vejez, son algunos de los asuntos de apariencia mundana pero incuestionable trascendencia, que perfilan con exactitud una nueva sensibilidad política necesaria de poner sobre el tablero de juego con urgencia y audacia. La simultaneidad de la mujer le impone asumir diversos roles a la vez, por tanto, múltiples son las voces que dan cuenta de ello. Esa alteridad de género se hará oír en simultáneas voces femeninas en el proyecto Marieta.

Marieta, testimonial de género
Marieta es un proyecto testimonial de mujeres en espacios públicos del barrio La Mariscal; una recolección de testimonios en audio y vídeo, toma de fotografías y producción de un documental corto con los fragmentos de los testimonios más relevantes recabados. El proyecto va al encuentro de la mujer que camina las calles quiteñas, en este caso las calles del barrio La Mariscal, y que a través de un diálogo en un dispositivo de recepción entregan parte de sus experiencias cotidianas y vivencias en un testimonio de sus condiciones actuales de manera libre, fresca y humana.
Marieta, se inscribe dentro de los objetivos del colectivo Registro Aurora de trabajar con la imagen y testimonios como documentos vivos y multidimensionales, creando un archivo que proponga diálogos y lecturas sobre la vida de las mujeres en el barrio La Mariscal, bajo la dirección artística de Paula Parrini, (https://registroaurora.webnode.ec/). El proyecto se encuadra en el Programa por el Centenario de La Mariscal, producido por la Iniciativa Urbana Mariscal Sur, con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Bicentenario, de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Cultura y la Educación, así como de la Administración Zonal de La Mariscal.
El dispositivo de recepción de testimonios recorrerá, en un singular remolque, seis puntos del barrio La Mariscal: Jerónimo Carrión (aledaños del Útero), Juan León Mera y Colón (junto al Ministerio de Cultura), Amazonas y 18 de septiembre, Plaza del Quinde (Plaza Foch), Mercado Artesanal y Amazonas y Veintimilla, desde el 19 de mayo al 11 de junio. Inauguración del proyecto, 19 de mayo, a las 10h00, El Utero, Reina Victroria y Carrión.
Es tiempo de hacer oír nuestras voces femeninas, el segundo sexo, como dijera Simone de Beauvoir: toda existencia humana, es definida por su situación, la corporalidad de la mujer y los significados sociales que se le atribuyen condicionan su existencia. Una verdad tan sencilla, siempre revolucionaria desde hace 70 años, lo sigue siendo hoy, pues la mujer todavía se realiza en el mundo como un cuerpo sometido a tabúes y estereotipos que sirven como excusas para legitimar las más evidentes discriminaciones sociales.