“Siempre he generado pasiones de odio o de amor”, ha dicho Guadalupe Llori, presidenta de la Asamblea Nacional, y entre las pasiones reconocidas cuenta “descorreizar” al país. «Si yo me voy, regresa el correísmo. Y no puedo hacerle eso al país», ha dicho la presidenta de la Legislatura. En esa gestión política no descarta el lavado de imagen de funcionarios, incluida la suya propia, y camuflar la ineficiencia del gobierno de turno.
Ahora se suma la arremetida emprendida en contra de 93 asambleístas responsables de permitir la conformación de la comisión legislativa ad hoc, encargada de evaluar a la presidente de la Legislatura. Una gestión sin duda estratégica, de largo alcance, que cuenta con el acolite de los poderes judiciales y mediáticos, interesados en impedir el retorno del correísmo al poder.
En esta pasión política Llori no escatima esfuerzos, incluso contradecir a sus propios coidearios de Pachakutik quienes la consideran demasiado útil y servicial al régimen de Lasso, favoreciendo sus propósitos legislativos y de practicar desaires al movimiento indígena y a su proyecto político, que Llori considera de aroma correísta. Militantes de su propia bancada la han calificado de ser un “peón de Lasso» y apasionada por repartos de cargos públicos en provincias amazónicas.
Por su parte, legisladores de UNES han denunciado a Guadalupe Llori por “corrupción, diezmos y piponazgo”, pasiones que le podría costar el cargo de presidenta y legisladora en la Asamblea Nacional. Llori no ha tardado en responder que se trata del intento del correísmo, y de sus aliados socialcristianos, de asaltar la Asamblea Nacional para desestabilizar al país tomando el control del Consejo de Participación Ciudadana para poner a dedo autoridades en la Contraloría, Procuraduría y Consejo Nacional Electoral. Y, obviamente, entre las pasiones de Guadalupe está la de reelegirse como presidenta en la Asamblea Nacional, frente a la cual dice tener “altas posibilidades», objetivo que, sin embargo, contaría con la oposición correísta y socialcristiana.
Es tanta la pasión de Guadalupe que no se detiene en decir que “solo Dios la sacará del cargo”. No obstante, al parecer no solo Dios, sino una mayoría que tarda en conformarse, pero que camina a paso firme en su intento.
En su defensa, Llori apeló a la función Judicial pidiendo medidas cautelares y solicitando investigar a sus investigadores. En esa línea fue convocada a la Asamblea Nacional la Fiscal General, quien hizo todas las maromas necesarias para justificar la indagación fiscal a los 93 legisladores que dieron paso a la comisión investigadora de Llori. Diana Salazar, defendió su investigación argumentado que la institución fiscal debe indagar todas las denuncias de los ciudadanos. Pero, al parecer, no se ha percatado de que esta vez se trata de asambleístas que cuentan con inmunidad parlamentaria y que su intervención implica una abierta injerencia en competencias de otro poder del Estado. Incluso por esta gestión podría granjearse un juicio político en la Asamblea Nacional. Pero las lealtades, que disimulan un apoyo al régimen, no se hacen esperar: “Nosotros no estamos de acuerdo con que se abra un juicio político en contra de la Fiscal (Diana Salazar) porque no vemos que se está incumpliendo absolutamente nada”, dijo obsecuentemente la asambleísta de Izquierda Democrática, Yeseña Guamaní.
Pasiones van, entusiasmos vienen. Sin descartar el entusiasmo mediático que, en crónica del diario La Hora, sale en defensa de Guadalupe Llori ante la “persecución” que dice sufrir de parte de “sus enemigos políticos”; posicionándola además como un muro de contención contra el correísmo, convertida -según el matutino- en “la piedra del zapato de Rafael Correa”. El propósito es, sin duda, impedir el regreso del progresismo. Pasión que se contradice con la decisión ciudadana de rescatar un país que, en décadas pasadas, se encaminaba por un rumbo más cierto y de mayores beneficios populares que la actual.