En recientes declaraciones el presidente Lasso dijo que Jaime Nebot y Rafael Correa son dos mellizos que están queriendo desestabilizar la democracia, y lo dijo en referencia a la creación de una comisión llamada a investigar la gestión de la presidenta de la Asamblea Nacional: “El señor Correa y el señor Nebot, juntitos estos mellizos, desde el primer día de mi gobierno están viendo cómo desestabilizan la democracia ecuatoriana. Eso es lo que está sucediendo en la Asamblea Nacional. No es un problema de una institución, sino de dos señores que no soportan que Guillermo Lasso esté en la Presidencia del Ecuador (…) Nebot me odia porque no tuvo los huevos para ser candidato y, claro, ahora que se quedó en su casa pues tiene envidia y unos celos, que se dedica todo el día a cranear: cómo desestabilizo la democracia ecuatoriana'», dijo el mandatario. Al referirse a la muerte cruzada -como se conoce a la posibilidad de la disolución de la Asamblea Nacional de forma anticipada para convocar a elecciones generales- comentó que es «una herramienta que está en el escritorio del presidente de la república, y que solo tomará pocos minutos firmarla, donde se atreven a acercarse al límite de pretender destituir al presidente y desestabilizar la democracia estos dos malos ciudadanos».
La muerte cruzada es un claro indicio del deterioro democrático y fallido liderazgo en el país. En sus afirmaciones, el primer mandatario demuestra no tener claridad respecto de estas dos circunstancias imprescindibles para el avance de un gobierno y el progreso de una nación en armonía con el pueblo: democracia y liderazgo. Condiciones que, sin duda, no caen por su peso desde el cielo, sino que se las construye en un propicio ejercicio de la política.
Ejercicio que los llamados a gestionar eficientemente son el Ejecutivo y el Legislativo, hoy en franca crisis de liderazgo y gestión democrática. Pero ellos no son la democracia, seria tautológico, son producto de elecciones en un Estado que, hasta ese momento, se regía por principios de democracia indirecta a través de la representación política al pueblo. La democracia supone liderazgo, exige su ejercicio, es decir, en primer lugar gobernanza o administración del país en función de los intereses colectivos. La gobernanza facilita la gobernabilidad, que es el encuentro armónico entre gobernados y gobernantes, no al revés. Para ello es necesario gobernar con sentido plural, no privilegiando intereses individuales o sectarios de grupos. Esto último es lo que no alcanza a entender el gobierno y su equipo, gobernabilidad no es alcahuetería con el régimen. Es decir, la gobernabilidad no es causa es efecto, es el producto de la democracia, su concreción a través del ejercicio de gobierno.
¿Qué se requiere para comprenderlo en teoría y verificarlo en la práctica, qué parte no entiende el gobierno? Pues, en primer lugar, espíritu y vocación democráticos; y como segunda condición, capacidad de liderazgo. Hacerse sentir, escuchar y acatar por consenso no por imposición ni caprichos. Y esta condición se la debe demostrar dentro del gobierno y proyectar hacia afuera, a todo el país.
Un gobierno que en nueve meses cambia a buena parte de su equipo de primera línea, es un régimen que acusa problemas de conducción y liderazgo. El régimen de Lasso al cumplir un año ha removido más ministros que sus antecesores. Cuatro ministros salieron en las recientes 48 horas, a pocos días del primer año de gestión. El 26 de abril presentó su renuncia Luis Hernández que dejó el cargo de ministro de Defensa. Junto a él salieron los ministros de Energía y Minas, Juan Carlos Bermeo, de Agricultura y Ganadería, Pedro Álava, y la Secretaria de Derechos Humanos, Bernarda Ordoñez. antes lo había hecho la Ministra de Gobierno, Alexandra Vela, y el vocero de la Presidencia. Lo más grave, conste que la mayoría por no decir todos, se han ido argumentando discrepancias fruto de las disidencias al interior del gobierno en un gabinete sin capacidades para planificar.
De igual modo, en la Asamblea Nacional el liderazgo brilla por su ausencia, solo hay mayorías portátiles, ententes efímeras, oportunistas y de bolsillo. La falta de liderazgo es el resultado de una ausencia de concepción política de país, de concebir un derrotero en base a diversos principios para alcanzar determinados fines. De eso adolece nuestra clase política que no lee, no se educa en teoría ni en la práctica, puesto que tampoco aprende nada de su gestión empírica, porque el empirismo no necesariamente supone la acumulación y sistematización de conocimientos.
El liderazgo, además, implica vivir y decir la verdad. Es la verdad la que nos hace sabios, la mentira fomenta la ignorancia porque no permite conocer la realidad tal y como es. Si un gobierno se miente a sí mismo, teniendo percepciones falsas, partiendo de presupuestos errados lo más seguro es que tendrá resultado fallidos producto de la ignorancia de la verdad. Y el gobierno de Lasso se miente y nos miente al decir que hay dos mellizos desestabilizadores.
La democracia supone el fortalecimiento del Estado como expresión de convivencia institucional. En los últimos meses el gobierno decidió suprimir ministerios y secretarias como parte de los ajustes económicos. El régimen lo hace inspirado en una concepción privatizadora de la gobernanza a la que, eufemísticamente, llama “iniciativa privada”. La gestión del sector privado es otra, consiste en dedicarse a sus asuntos particulares en observancia de sus derechos en convivencia nacional, no administrar dicha convivencia. En ese escenario lógicamente es posible vender servicios privados que le corresponde brindar al Estado, pero una cosa es hacer negocios otra es hacer gobierno, el régimen está confundido. La reducción del Estado es una reducción de la democracia y, por todo lo anterior, un evidente deterioro de la calidad de vida de los gobernados por omisión de los gobernantes.
Los antiguos aliados que accedieron juntos al poder -Lasso y Nebot- ahora se miran en sendos espejos políticos. El ex alcalde de Guayaquil alude a Lasso, respondiendo: «Yo no lo odio, por el contrario, su estado emocional me da lástima. Pero no es usted un demente cualquiera, es el presidente de la República y solo por eso me refiero a sus exabruptos (…) Mírese en el espejo. No es sujeto de envidia (…) En cuanto a huevos, olvídese de los míos y demuestre los suyos, combatiendo a la delincuencia común».
Ahora al pueblo ecuatoriano corresponde discernir: ¿quiénes están desestabilizando la democracia, los mellizos costeños o el hijo solitario que regenta el Estado en la sierra?