El gobierno nacional anunció, a través de una declaración del presidente Lasso, la medida de suprimir la obligación de usar mascarilla “en espacios públicos, abiertos o cerrados” como consecuencia de que “los indicadores epidemiológicos siguen a la baja”, entro otros, la disminución sostenida de contagios virales de Covid-19. El ministerio de Salud indicó que la mortalidad por la pandemia de coronavirus en sus recientes mutaciones se redujo a un rango de un 0,09 en el país. Las cifras oficiales de vacunación señalan que en Ecuador el 87% de la población está vacunada con la primera dosis, 83% con la asegunda y un 35% con la tercera dosis de refuerzo. Las cifras, según el régimen, justifican suspender, al menos, 200 medidas restrictivas por la pandemia, quedando el uso de mascarilla como una cuestión opcional.
La medida oficial es tomada con escepticismo por sectores de la población por considerarla apresurada, cuando no inconveniente, frente a una pandemia que no cede y expertos sanitarios señalan que la decisión es improcedente No falta quienes piensan que se trata de un anuncio que busca un efecto mediático, a través de medidas populistas y manipuladoras para distraer a la población de los verdaderos problemas que preocupan al país.
Polémica social
Frente a la conmemoración del 1 de mayo y la tradicional marcha anual de los trabajadores conmemorando la lucha obrera de Chicago de 1886 por las ocho horas de la jornada laboral, sectores sindicalistas manifiestan que medidas como la vacunación y eliminación del uso obligatorio de la mascarilla, son insuficientes ante a los graves problemas sociales que enfrenta el Ecuador. El dirigente sindical Giovanni Tariguana declaró en un espacio televisivo que los ecuatorianos “viven en la pobreza con una falta general de empleo”. El vocero sindical señaló la necesidad de que el régimen baje las altas tasas de interés que asfixian a los sectores populares y cumpla con las ofertas de campaña. Esteban Bernal, ministro del área social contradice la versión sindical indicando que el régimen ha invertido 1.200 millones de dólares en obra pública.
Sin embargo, esa cifra es la más baja frente a la inversión realizada por gobiernos recientes, evidenciando la incapacidad del régimen actual de resolver los problemas sociales. Ante esta realidad sectores sindicalistas cuestionan dónde está el excendete petrolero de casi 3 mil millones de dólares generados durante este gobierno por el aza internacional en los precios del crudo. Según la versión sindical, existen más de 900 mil unidades agrícolas y 7 millones de microempresarios que no se benefician de esos recursos y para quienes la oferta oficial de créditos al 1% con 30 años plazo es insuficiente. El gobierno responde que en su periodo se ha concedido cien mil créditos y se proyecta entregar más de un millón bajo esas condiciones y, al mismo tiempo, que el presupuesto para la educación creció en un 21%.
Estas cifras son vistas con escepticismo por sectores sindicalistas que consideran que las “mesas de diálogo” sostenidas entre el Ministerio de Gobierno y el FUT -para generar una alternativa de reforma laboral- son nada más que propaganda oficial, puesto que no existe acuerdo entre los interlocutores respecto de la precarización laboral y la creación de dos códigos laborales como pretende el gobierno. Un régimen “obsesionado en las recetas del FMI y en la privatización de los activos públicos”, según la caracterización sindicalista.
Al calor de estos contrapuntos, organizaciones y centrales sindicales convocan a la marcha de los trabajadores este 1 de mayo como una expresión de rechazo a las medidas económicas y sociales adoptadas por el gobierno, en la perspectiva política de que “solo el pueblo salva al pueblo”. En ese horizonte, los sindicalistas visualizan la alternativa de la “muerte cruzada”, el anticipo de elecciones o revocatoria del mandato del presidente Lasso como solución a la crisis.
Estas alternativas sugieren que sacarnos el tapabocas contra la pandemia, debería instarnos, además, a quitarnos la mascarilla frente a la simulación política y decir la verdad frente a una realidad que amerita respirar aires de mayor sinceridad política.