Siempre los chilenos han dicho con orgullo que “el cobre es el sueldo de Chile”. Un mineral que, además de ser el mejor conductor de energía eléctrica, es el óptimo conductor de ingentes recursos económicos al Estado chileno. El peso del cobre en la economía chilena es incontrarrestable. El valor del cobre extraído por mineras privadas en Chile promedia en las últimas dos décadas sobre los 30 mil millones de dólares por año. Incluidos los 40 mil millones en los recientes 12 meses, cantidad que representa el 70% del mineral cuprífero extraído anualmente, en tanto que el 30% restante corresponde a la empresa estatal minera Codelco.
Para el experto chileno, Manuel Riesco, ingeniero civil industrial, magister en Economía de la Universidad de Chile y vicepresidente del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENDA), en el país del sur existe gran expectativa acerca de cuál será le decisión que adopte la Convención Constitucional en torno al destino de esa riqueza. El nuevo organismo encargado de redactar la nueva Constitución chilena tiene una inmejorable oportunidad de ponerse a tono con el Congreso del año 1971 que nacionalizó la riqueza cuprífera para los chilenos, luego de que en 1965 el Estado había “chilenizado” el cobre al adquirir el 51% de las acciones a las empresas norteamericanas que explotaban esa riqueza desde inicios del siglo XX.
Según Riesco, “el valor del cobre extraído por las mineras privadas sin pago significativo equivale a la mitad de la recaudación fiscal total. Las grandes mineras privadas son un estado dentro del Estado. Dominan sin contrapeso la élite empresarial e imponen su voluntad al sistema democrático. Eluden impuestos de modo sistemático. Determinan el carácter rentista y extractivista de la economía nacional. Generan los mayores daños al medio ambiente, local y global. Su control sobre el cobre es el origen de la inequidad en la distribución de la riqueza, el ingreso y el poder en la sociedad”.
El diagnóstico del experto chileno pone en el tapete del tema una realidad polémica, evidenciando que las grandes mineras ejercen su poder principalmente mediante la corrupción -según denuncia Riesco- puesto que reparten dinero y favores a manos llenas a autoridades y funcionarios públicos en todos los niveles del Estado y cortejan a la sociedad civil en todas sus expresiones, incluidos medios de comunicación, instituciones académicas, científicas y culturales. No obstante, además del cobre que se llevan sin pagar, ofenden la dignidad del país y distorsionan la economia y la sociedad con grave perjuicio para Chile.
Frente a esta innegable realidad, actualmente en el mundo por elemental razón de economía política, soberanía y dignidad, las naciones han establecido la propiedad del Estado sobre sus recursos naturales estratégicos. En el caso de los hidrocarburos, recurso estratégico por excelencia del siglo XX, el 80 por ciento de los mismos es explotado directamente por empresas del Estado. La mayor parte del restante 20 por ciento se extrae en economías poderosas donde no representan una parte determinante, y pagan allí un royalty significativo.
Reseñando la historia, Riesco señala que estos fueron los argumentos que sostuvo el Congreso chileno en 1971 para nacionalizar el cobre por unanimidad. En el Congreso chileno de esa época, del mismo modo que en la actual Convención Constitucional, estaba representada la sociedad de Chile con sus matices de género, sectores, clases, generaciones regiones y orígenes que expresaban allí diversas orientaciones ideológicas y políticas, sin llegar a ser una representación perfecta, pero que tuvo la capacidad de escuchar a su pueblo y realizar una tarea histórica. Hoy como ayer, el pueblo de Chile se enfrenta a “una oligarquía terrateniente que ha hegemonizado la sociedad chilena por siglos, además de las grandes corporaciones mineras yanquis que se habían apropiado en exclusiva del cobre desde los albores del siglo”, puntualiza Riesco. Hoy la principal reforma necesaria, sin embargo y de muy lejos, es renacionalizar la gran minería del cobre regalada a mineras privadas, cuyo orden de magnitud es tres veces mayor que antes. Entre los interesados, Riesco menciona a “la gran minería del cobre, que son principalmente empresas australianas y sudafricanas, además de un grupo local, todas listadas en la bolsa de Londres. Por otra parte, la industria financiera, que es controlada por grupos locales en alianza con aseguradoras estadounidenses”.
¿Repetir la historia?
En reciente entrevista a la que concurrí invitado por el periodista ecuatoriano Enrique Vivanco, para su espacio digital El Programa, el anfitrión indagó si es posible que la historia chilena se repita en Ecuador, país que se encuentra explorando recursos cupríferos en la Amazonía y región de la sierra norte del país. La repuesta es categórica, el cobre ecuatoriano puede llegar a ser similar a la riqueza hidrocarburífera, el sueldo del país, a condición de que conforme la voluntad de los tres componentes protagónicos de la industria la empresa, la comunidad y el Estado nacional, cada quien cumpla su rol: la empresa invirtiendo, explorando e industrializando el recurso natural, la comunidad formando parte activa de ese proceso con participación y decisión como recurso humano y profesional, y el Estado fijando políticas públicas que regulen con justicia social y respeto ambiental una dinámica industrial que promete enormes recursos económicos.
Este escenario no es un simple deber ser, ya en la realidad está en marcha en el Proyecto Warintza en la provincia de Morona Santiago, cantón Limón Indanza en el corazón de la nacionalidad Shuar, a través de un convenio de exploración cuprífera establecido entre comuneros y empresas canadienses. Esta experiencia de inversión sostenible en minería participativa, sin duda, debe ir acompañada de una conciencia de soberanía y dignidad nacional, necesaria para que la riqueza que debe beneficiar, en primer lugar a la comunidad de las áreas de influencia industrial, sea administrada por el Estado ecuatoriano y revertida en servicios públicos de calidad en salud, educación, seguridad, entre otros.
En esta nueva etapa industrial del país, Ecuador tiene mucho que asimilar de la industria chilena como su mejor referente, país considerado primera potencia cuprífera mundial. La vida enseñará si tener un recurso tan promisorio es una fatalidad geográfica o una oportunidad histórica. Solo entonces sabremos si hacemos bien en dejar el sueldo del país bajo el subsuelo o aprovecharlo en beneficio de todo un pueblo.