En un encuentro sostenido por los presidentes Guillermo Lasso y Alberto Fernández, los gobiernos de Ecuador y Argentina se propusieron reconstruir la unidad latinoamericana desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La cita binacional se dio en el marco de la visita del mandatario ecuatoriano a Buenos Aires, donde primó el espíritu de “la necesidad de recrear la unidad plena para que nuestros pueblos vivan mejor (…) aunar esfuerzos para que los acuerdos entre América Latina y El Caribe se profundicen”, según manifestó Fernández.
El mandatario argentino planteó a su homólogo ecuatoriano que, “aunque no piensen exactamente igual”, proponer a toda América Latina y El Caribe “empezar con un programa de fraternidad, que permita retomar los vínculos plenos que se fueron rompiendo y que hoy, definitivamente, es necesario recuperar”.
En un tono, que busca “que la diplomacia nuestra funcione fluidamente”, Fernández sostuvo la necesidad de “recuperar su vínculo diplomático pleno con Venezuela”, al tiempo que hizo un llamado a todos los países de América Latina para que lo analicen: “Creemos que es momento de ayudar a Venezuela a que recupere su normal funcionamiento como país y como sociedad. La verdad, no lo vamos a lograr si la dejamos sola, sin embajadores, sin nuestra atención”, dijo el mandatario sureño.
Lasso respondió que ambos países -Ecuador y Argentina- han “sacado brillo” a sus coincidencias por sobre las diferencias que existen entre ambos: “Hemos hablado de los principios democráticos y lo importante que es defender esos principios, aun cuando las consecuencias de esa defensa no nos sean convenientes. Creemos en la independencia de la justicia (…) el respeto a los derechos humanos (…) hemos coincidido en cuanto a la CELAC”, afirmó el presidente ecuatoriano.
Unidad latinoamericana
Ambos mandatarios coincidieron en que la CELAC puede ser la plataforma multilateral desde la cual reconstruir la unidad de América Latina y del Caribe, “que no necesariamente se base en conceptos absolutos, unanimidad de ideas, sino donde sepamos manejar nuestras diferencias en un ambiente de diálogo en un ambiente que propicie la prosperidad de nuestros pueblos”.
Es significativo que este llamado coincide con la intervención de la alta comisionada de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien intervino, ayudó y trabajó junto al Gobierno de Venezuela. “Muchos de sus problemas han ido disipando y con el tiempo estamos viendo cómo, a partir de los acuerdos logrados por el grupo de contacto, Venezuela ha ido avanzando en su proceso electoral. Creemos que es momento de ayudar a Venezuela aquí, en el diálogo, que recupere plenamente su normal funcionamiento”, sostuvo Fernández.
Aunque el mandatario ecuatoriano dijo “no estar listos para tomar una decisión, pero vemos con muy buenos ojos el llamado del presidente Fernández”, en cuanto al acercamiento entre EE. UU y Venezuela, manifestó que son decisiones soberanas que mira con respeto, y que “favorecen el diálogo en una relación y si ese diálogo puede superar conflictos del pasado mejor aún todavía.”
Fraternidad regional
La presentación de un programa de fraternidad para recuperar la unión latinoamericana, propuesta por los gobiernos de Argentina y Ecuador desde la CELAC, representa una nueva etapa en las relaciones multilaterales de la región. Al mismo tiempo, reflejan la nueva correlación de fuerzas políticas regionales que permite estas señales de pragmatismo diplomático. Una tendencia progresista que comienza a retornar en la región y que hace posible que, en estos momentos, se visualicen otras alternativas ideológicas por sobre las clásicas posturas fundamentalistas del neoliberalismo.
América Latina aprende la lección. Hace unos meses, el llamado “grupo de Lima” fracasó sonoramente en la aplicación de posiciones de fuerza contra el gobierno venezolano, sin lograr sus objetivos políticos. En general, la Organización de Estados Americanos (OEA), ha mostrado su fracaso en todos aquellos intentos de convertirse, desde un domicilio reaccionario, en portavoz de las posiciones conservadoras inspiradas por la derecha latinoamericana. Un continente cuya vocación progresista hace prevalecer desde el espíritu de sus pueblos, que intuyen lo preciso que es avanzar en lugar de regresar a viejas fórmulas políticas malogradas en la región.
Este signo desacostumbrado de pragmatismo diplomático que busca acuerdos por sobre las diferencias, sugiere que consensuar en el seno de la CELAC confirma los impedimentos de la OEA y su falta de representatividad regional como escenario de diálogos en Latinoamérica. Una realidad que está demostrando que los sectarismos políticos tampoco funcionan en el ámbito de la política internacional.