Gabriel García Márquez afirmó alguna vez que el periodismo es el mejor oficio del mundo. Y la afirmación rebasa el realismo mágico con que el autor de Cien años de Soledad describió la realidad de nuestra región latinoamericana. El periodismo también ha tenido su propia centuria en solitario de retroceso a nivel mundial, cuando las crisis, los conflictos bélicos, la inseguridad de los periodistas y la censura amenazan la información independiente y de calidad.
Uno de los personajes clásicos del periodismo, los canillitas, vendedores ambulantes de periódicos son una especie en extinción. Mientras que el kiosko de venta de diarios desaparece poco a poco de las esquinas en barrios urbanos, convirtiéndose en una difusa estampa del pasado que activa en el recuerdo nostálgico lo que fue la era dominante de la información impresa, radial y televisiva.
En la escuela de periodismo de antaño se nos pedía recortar páginas de periódicos y medir en ellas los centímetro-columnas de contenido editorial o publicitario. Un personaje inolvidable era el profesor de Análisis de Contenido, convencido de que con aquellas técnicas accedíamos a la verdad de la prensa impresa. En ese siglo de soledad del periodismo las cosas han venido cambiando y las ventas de los periódicos caen estrepitosamente, los lectores ya no se cuentan sino por los “clics” que dan en apresurada lectura a las publicaciones digitales. Si bien la prensa impresa en papel no ha muerto, los soportes tecnológicos virtuales marcan el ritmo de su agonía con una avalancha de información que les permite a las grandes empresas montadas sobre el Internet convertirse en actores informativos preponderantes. Estadísticas señalan que en el último lustro los usuarios de plataformas sociales se duplicaron en el mundo: de 2.300 millones aumentaron a 4.200 en 2021, según reporta la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Si bien, este crecimiento cuantitativo facilita un mayor acceso a contenidos y fuentes, no se corresponde en verdad con un valor informativo de mejor calidad.
Vivimos la era de los Fake news de los monopolios, en la que de manera masiva la información errónea y la desinformación se han convertido en el pan de cada día y en una amenaza para la información objetiva, coherente, profesional, de fuentes fidedignas y comprometida con la verdad. Las empresas de Internet son vectores multiplicadores de esta tendencia que marca una tendenciosa mediocridad informativa. Lo confirma un estudio que surge en las fauces del imperio de la desinformación, el Instituto de Tecnología de Massachussets que señala en un análisis de contenido de Twitter que demuestra que las falsedades en esta red “se difundían de manera considerablemente más extensa, más rápida y más amplia que la verdad”. Otro vocero imperial, Gallup International, realizó en 2020 una encuesta en 142 países que demostró que “al 57% de los usuarios de Internet le preocupaba recibir información falsa”. Se trata de un panorama en el cual los ingresos publicitarios esenciales para la sobrevivencia del sector, se han desplazado con gran velocidad de los medios de comunicación a las empresas de Internet.
Prueba de ello es que dos gigantes estadounidenses, Google y Facebook, concentran casi la mitad de todo el gasto global en publicidad digital, concentrado empresarial que cuenta con 3 mil millones de usuarios y 200 millones de empresas que utilizan sus aplicaciones, garantizándoles una circulación de 100.000 millones de mensajes diarios. Solo Google, el sitio Web mundial más visitado, tiene la capacidad de procesar diariamente 1.000 millones de peticiones de búsqueda.
Un informe de Tendencias Mundiales en Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios 2020-2021 de la UNESCO, indica que los ingresos publicitarios globales de los periódicos se han reducido a la mitad en los últimos cinco años. En tanto, en la última década la pérdida es de dos tercios. Estas cifras tienen una incidencia importante para el público a escala mundial, en particular para identificar fuentes de noticias fidedignas. La UNESCO concluye, “cuando las comunidades pierden fuentes de noticias locales, los niveles de participación se resienten”. Para la UNESCO el periodismo continúa siendo “un bien común” y, al igual que los otros bienes comunes, el periodismo cumple -en teoría- un papel esencial para promover “un espacio cívico saludable”, y lo consigue cuando en la práctica proporciona a la comunidad información objetiva y basada en hechos verificables, no solo de interés “humano” individual, sino de trascendencia colectiva y social. Esta es una condición imprescindible para que la ciudadanía tenga posibilidad de participar con sentido crítico en una sociedad libre y abierta. No obstante, para que el periodismo funcione como bien común, debe ejercerse en condiciones políticas y económicamente viables. Caso contrario, resulta prácticamente imposible que el periodista pueda generar noticias y análisis con profundidad y de calidad, independientes y fiables.
Violencia contra la prensa
En diversos países, en particular de la región latinoamericana, la crisis financiera de las empresas periodísticas se expresa en el cierre acelerado de periódicos, revistas y medios audiovisuales, situación agravada en el último decenio por la erosión de las libertades de prensa.
La UNESCO consigna que en 160 países continúan vigentes leyes penales que tipifican la “difamación” como delito. Según su informe, desde 2016 unos 44 países aprobaron o modificaron su legislación con fórmulas imprecisas o sanciones desproporcionadas con respecto a contenidos en el Internet. La situación se agrava con el número creciente de casos de bloqueo del servicio de noticias en línea y pirateo de sitios Web de diversos medios, así como control-espionaje ilegal de periodistas. La organización Reporteros sin Fronteras en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2021, detectó graves impedimentos para el ejercicio periodístico en 73 países y obstáculos en otros 59 de un total de 180 evaluados.
En el último mes la guerra que enfrenta a Rusia y Ucrania desfavorece la normalidad informativa. En Ucrania han perdido la vida varios trabajadores de la prensa. La Comisión Europea borró la presencia en la Unión Europea de las cadenas del Grupo Rusia Hoy (RT) y el acceso al sitio de información Sputnik, como parte de las sanciones belicosas contra la Federación de Rusia, y sin ningún procedimiento jurídico. Medida criticada por la Federación Internacional de Periodistas (FIP) para quien la UE “no tiene competencia para tomar ese tipo de medidas”.
En un extremo, en estos tiempos se da balas contra noticias, según registra el marcador trágico del sitio Web de la Federación Internacional de Periodistas (https://www.ifj.org/es.html), que indica 18 periodistas o personal de medios que han sido asesinados entre inicios del año y el 21 de marzo. México es el país que encabeza la lista con más trabajadores de la prensa asesinados en lo que va del año 2022. Otros casos se han registrado en Tanzania donde murieron 6 profesionales de la comunicación y 4 en el marco del reciente conflicto ruso ucraniano. Desde el año 2016 hasta finales del 2021, organismos internacionales registran 455 periodistas asesinados en ejercicio de su actividad, con el agravante de que nueve de cada diez casos continúan en la impunidad. En términos de libertad de prensa, a fines de 2020 se contaban 270 casos de periodistas encarcelados. La violencia masiva en línea contra la prensa, en particular mujeres, es otra tendencia agravada, según UNESCO, en que siete de cada diez periodistas encuestadas habían padecido violencia en línea y una quinta parte de esas profesionales sufrió ataques o maltratos personales relacionados con las amenazas recibidas previamente. El ataque a periodistas en la vía pública durante manifestaciones callejeras y disturbios es frecuente entre enero y agosto del año pasado de manera preocupante en 60 países; desde 2015 al menos 13 periodistas fueron asesinados mientras cubrían protestas en las calles.
De cara al futuro, la situación se muestra incierta para el periodismo como “bien común” que permita informarnos e informar. La sociedad en un 85% es testigo de que en los últimos cinco años la libertad de prensa ha disminuido por abusos del poder, al que la prensa independiente resulta peligrosa o incomoda, situación que ha recrudecido este año 2022.
Ante este panorama, la existencia también solitaria de medios alternativos digitales se ha incrementado en formatos de Web, revistas digitales y emisoras virtuales de radio y televisión. Esta tendencia va acorde con el brusco desplazamiento de los públicos hacia el Internet con el consiguiente impacto en la prensa impresa. Tendencia que se vio acentuada con el impacto económico provocado por la pandemia y ahora “amenaza con desencadenar una extinción masiva de los medios periodísticos independientes”. Frente a esta realidad, la alternativa que han encontrado periodistas y medios, conjuntamente con sus organizaciones sindicales y profesionales, es recurrir a formatos innovadores para preservar la existencia y la independencia de la actividad, mediante la financiación casi en su totalidad por sus propios suscriptores.
Retos futuros
Los futuros retos que enfrenta el periodismo independiente es mantenerse activo, profesional y garante de la diversidad informativa. Surge la duda de si es posible circunscribir el trabajo periodístico en todos sus géneros a las redes sociales. En esa línea surge la premisa de la complementación ¿Se trataría de abandonar espacios y reproducir trabajos de periodistas locales? El tema es no renunciar a formatos que permitan al periodismo libre que ilustre, profundice y analice; informe y forme a los públicos en sentido crítico, y a su vez cuente vivencias, sea bien escrito y aporte a la cultura. Urge la opción de consolidar investigaciones serias y comprometidas, no solo narrar hechos aislados de interés humano individual, sino analizarlos y hacer entregas y síntesis que ayuden a la reivindicación de los derechos colectivos.
He ahí el reto del periodismo de hoy. Romper con ideas que se van instalando como que “la gente ya no lee”, o “a la gente no le interesa lo que pasa”, vinculadas a concepciones de mercado, donde subyace la pretensión de ir por el camino de la desinformación, la enajenación, la desilustración, la falta de conocimientos, la distorsión, metiendo a la gente en una burbuja sistémica.
Surge la pregunta obvia: ¿será posible el desarrollo de un periodismo crítico, investigativo, acucioso, indagador, comprometido, analítico, descriptivo, contextualizador, narrativo, eliminando de la faz comunicacional a los periódicos, las revistas, los espacios informativos/analíticos de radio y televisión, los diversos formatos de prensa?
La repuesta, sin ambages, es a condición de fortalecer en el país espacios periodísticos independientes y alternativos como Ruta Krítica, Lapalabrabierta, Ecuadorinmediato, y emisoras virtuales como La Calle y otras, ejemplo de periodismo alternativo. Es necesario, por otra parte, que las redes sociales aporten a la expansión de ideas/fuerza, conceptos, sentimientos-percepciones, imágenes, instalaciones comunicacionales, que forman parte de las dinámicas informativas/mediáticas de estos tiempos.
Es hora de repotenciar el periodismo de denuncia serio, basado en investigaciones solventes, probadas y objetivas. “Los periodistas que asumen una responsabilidad en la denuncia, la investigación, la nota, el reportaje, que muestren evidencias de abusos, de criminalidad, de corrupción, son fundamentales. Quizás hemos pasado de los esquemas tradicionales de información sustentado en periódicos y noticiarios, al tuit, a las redes sociales, a los videos cortos que cualquier ciudadano puede subir al ciberespacio, pero que no sustituyen, de manera alguna, los procesos serios de investigación que revelan lo que no siempre está a simple vista”, se señala en la revista mexicana Proceso. Los grandes reporteros en todas las épocas, incluida la actual, lucharon por aquello, con una labor intelectual y reporteril que da cuenta de las realidades con insumos notables para la construcción de historias y de saberes. Es lo que todos esperamos para acabar con la soledad periodística y construir, junto a nuestros públicos, una sociedad mejor informada