El 16 de abril es el Día Mundial del Emprendedor, fecha en la que destaca el desarrollo y ejecución de una idea de negocios en el marco de una economía de pequeña escala. Siempre que la sociedad conmemora un acontecimiento con alcance planetario, termina envuelto en el mito propio de aquellos excesos que acompañan a la distorsión de la realidad. Y el emprendimiento no es la excepción.
Con el emprendimiento se quiere dar a conocer el impacto y la importancia de una actividad que se inicia con el desarrollo y la ejecución de una idea de negocios en tiempos de crisis económica. Y el primer exceso es creer que todo emprendimiento es una solución a esta crisis.
Un emprendedor es aquella persona que asume riesgos económicos en la generación de una actividad industrial, artesanal o de negocios, por tanto, amerita reconocer que las condiciones para la generación de emprendimientos han cambiado drásticamente, a partir de la pandemia de Covid-19. La crisis provocada por el aislamiento pandémico propició un profundo cambio en el modelo de negocio de los emprendimientos, incrementando el uso de herramientas digitales y plataformas multimedia para llegar a los clientes vía on line, manejo de personal a distancia o el llamado teletrabajo, reposición de inventarios y otros detalles logísticos como métodos de pago en línea y acceso remoto a sistemas de mercadeo.
Estos aspectos del emprendimiento, que podemos llamar formales, pocas veces consideran cuestiones de fondo, y es allí que surge la siguiente mitificación fruto de lo que apuntábamos como una distorsión de la realidad. La falta de realismo impide ver el sentido mismo de lo que es o debe ser un emprendimiento. A menudo considerado como la iniciativa genial conectada con las necesidades del mercado, se atribuye al emprendimiento la capacidad de reemplazar y superar en resultados económicos al trabajo formal y garantizado. Es decir, frente a la carencia de fuentes de trabajo estable, el emprendimiento es visto como la gran solución a la crisis laboral y económica. Nada más lejos de la realidad. Puesto que se atribuye -en exceso- habilidades para el manejo y desarrollo de negocios, como fruto de la actitud innovadora y creativa del emprendedor. Y lo que es mas ilusorio, se cree que el emprendimiento siempre está acompañado de políticas públicas de fomento y protección a la iniciativa del emprendedor, no obstante, los porfiados hechos demuestran que no siempre es así.
A partir del hecho de que la educación tradicional nos insta a estudiar, lograr un título académico para desempeñarnos en un empleo estable y subsistir económicamente de la aplicación de los conocimientos adquiridos, allí surge la siguiente mitificación. Es preciso ponernos en la eventualidad de que la mayoría de los que logran cursar la universidad no están preparados para ser emprendedores, en el caso de que el sistema no brinde oportunidades de contratarnos profesionalmente en un trabajo formal y estable.
Existe un mito infundado al considerar que todos estamos prestos a desarrollar una idea de negocio, ganar dinero, manejar el tiempo propio y convertirnos en nuestro propio jefe. Nada más alejado de la realidad, especialmente en tiempo de crisis.
No basta con tener conocimientos y experiencia previa, capital inicial, buen manejo de trámites engorrosos y crear un producto o servicio innovador. Es necesario, además, tener ideas claras en el tipo de actividad en la que se va a emprender. Y aun así no es suficiente. El siguiente mito es creer que un emprendimiento solo depende de una persona, sin considerar la intervención de terceros cuya acción u omisión no podemos controlar.
La mayor parte de los emprendimientos fracasa por la falta de respuesta a nuestra iniciativa emprendedora. Si no existen políticas de emprendimiento que fomenten la actividad como una legalidad necesaria que garantice ciertas seguridades, crédito fácil y oportuno para acceder a “capital semilla”, presencia en mercados, etc., todo será en vano. Si luego los potenciales clientes demandantes no responden a nuestra oferta, la situación empeora hasta volverse insostenible. En definitiva, un emprendimiento requiere de un clima de liderazgo, comunicación, autoconfianza, control emocional y transparencia. Y aquello lo induce el Estado desde las políticas públicas.
Realidad del emprendimiento
A escala mundial existe una realidad relacionada con los emprendimientos que se refleja también en el Ecuador. En la actividad de emprendedores la mayoría son hombres, existiendo una brecha de género como en todas las demás actividades sociales. Aunque las mujeres son el 51% de la población mundial, solo el 18% de los emprendimientos considerados ‘startups’ en el mundo, están fundados únicamente por mujeres. Existe la creencia europea de que las cualidades más importantes para llegar a ser emprendedor son el sentimiento de responsabilidad, la confianza en uno mismo, la ambición y el liderazgo; sin embargo, menos de la mitad de los europeos atribuyen estas características a las mujeres. Como aspecto de género a destacar, existe un indicador positivo en términos de contratación: cuatro de cada 10 empresas emergentes en 2020, cuenta con equipos formados por hombres y mujeres.
En Ecuador, 1 de cada 3 ecuatorianos, es emprendedor, más que en el resto de países de América Latina; no obstante, el 90% de los emprendimientos en nuestro país no llega a los tres años. Aun así, Ecuador ostenta la tasa de emprendimientos más alta de la región andina: 29,6%. Sin embargo, la realidad indica que en el país más de la mitad de los emprendimientos locales no logra superar la barrera de los tres años por falta de innovación, poca rentabilidad y dificultad para acceder a créditos, como las razones por las que mueren las nuevas empresas. Solo un 3% logra superar el tiempo de existencia que supere los tres años con sostenibilidad adecuada.
Una condición insoslayable es que todo emprendimiento para ser exitoso debe crear valor. Nuestra realidad nacional es que los emprendimientos se los inicia por necesidad -42,3%-, y por oportunidad -57,3 %- con ingresos promedio individuales que no superan los 750 dólares mensuales. Mientras que, por ejemplo, en Chile el 73,0% de los emprendimientos se los inicia por oportunidad y solo un 25,0% por necesidad de la población.
Emprendimiento y reactivación
Los emprendimientos familiares están íntimamente vinculados con la economia popular y solidaria, a través de una dinámica económica que requiere estímulo y protección. En la práctica del país la economía popular solidaria sigue pendiente de reactivarse al ritmo de las necesidades por falta de oportunidades. Una respuesta a la precarización del empleo, a rebuscarnos la vida, a eso llamamos emprendimiento, en lugar de detectar oportunidades de productos, servicios y proyectos en el mercado. Eso explica que un 34% de los emprendimientos en el país están dedicados a la venta de alimentos, negocios criollos que se amparan en tradiciones populares, y que nunca llegan a convertirse en empresas que respondan a los requerimientos del mercado formal.
El país requiere de emprendimientos innovadores, estimulados y protegidos por políticas públicas estratégicas que proyecten la dinámica de la economía a largo plazo. Esta necesidad cobra especial importancia cuando una gran mayoría de ecuatorianos estima que el sistema económico ha fracasado, la economía familiar solidaria es un mito y la economía integral en manos del Ejecutivo es un riesgo.
El Día Mundial del Emprendedor es una inmejorable oportunidad para reflexionar acerca del futuro de esta actividad productiva personal o familiar, cuando la reactivación económica es un proceso que debe asegurar la armonía entre política, economía e interés popular.