Cuando Guillermo Lasso era candidato a la primera magistratura prometió a los electores “resolver los problemas del país en cien minutos”. Una promesa, sin duda, sorprendente y como tal, sorprendió a millones de crédulos que votaron por su candidatura. Lasso ganó las elecciones porque, a diferencia de su contendor, en la segunda vuelta dirigió sus mensajes a los incrédulos, aquellos no convencidos en la primera vuelta. Entonces subió el tono de sus ofertas, se cortó el cabello para lucir a la moda y se volvió uno de los ticktokers del momento vistiendo vistosos look y zapatitos rojos. Entre sus ofertas prometió salud, un millón de empleos productivos, 200 mil viviendas, reducción de tasas de interés e impuestos, crédito para microempresas y artesanos, seguridad social y educación superior. Lasso prometió todo aquello que Moreno había incumplido, así el pueblo podía comparar y sus promesas sonaban más creíbles, y el pueblo voto por ellas.
Transcurridos 10 meses de gobierno, el país continúa en espera del cumplimiento de lo ofrecido por Lasso en su campaña a la Presidencia. Hoy el mandatario en funciones comienza a dar marcha atrás, y justifica lo incumplido con una aclaración -sorprendente como las promesas- que éstas ya no será posible realizar durante sus cuatro años de gobierno. En recientes declaraciones, Lasso reconoce que la crisis carcelaria que se ha expresado con masacres en los centros penitenciarios, con mayor intensidad en su gobierno, no podrá ser resuelta por el régimen en su periodo presidencial. El presidente reconoce que no es un tema fácil y que no quedará solucionado en su periodo presidencial, señalando: “No es un tema que puedo decir que en mi Gobierno quedará solucionado, pero en mi Gobierno sí quedarán fortalecidas las instituciones que administran el sistema carcelario del Ecuador”.
Junto a ofertas incumplidas, aquellas promesas que no surgieron por iniciativa propia del candidato de la banca y que, contrariamente, fueron impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de dar resolviendo temas económicos como el déficit fiscal, presupuesto anual, liquidez del sistema financiero a través de préstamos y reembolsos periódicos del FMI, hoy se represan en la Asamblea Nacional como una retahíla de proyectos objetados o rechazados por el Legislativo.
Lasso, que había prometido solucionar los problemas del país en cien minutos, comienza a evidenciar que aquello era imposible y, de esa manera, empieza a reconocer que en campaña nos mintió como un demagogo. Que todo el plan político del movimiento CREO era sonora mentira.
Crisis carcelaria
Una de las promesas de campaña, reiterada por Lasso en el poder, fue dar guerra a la delincuencia y la corrupción. Envió mensajes a los narcos amenazándo con ganarles la guerra. Las mafias, sin mayor alarde, se fueron apropiando del aparato del Estado y del sistema penitenciario del país.
Frente a la impotencia estatal de solucionar la crisis carcelaria, el Estado evidencia que para acabar con la violencia recurre a la ideología de una criminalística que apela a más violencia contra la violencia del crimen organizado, y no a las causas sociológicas de la misma. No se reconoce que en Ecuador el Estado no tiene un plan de acción para quitarle la base social a la delincuencia, es decir una población sin acceso al trabajo, juventud sin acceso a estudios secundarios y universitarios, pandilleros barriales que pasan el tiempo en la vagancia, presas fáciles del reclutamiento sistemático del crimen organizado, o que son detenidos por la policía ante su apariencia sospechosa, y que luego son liberados por jueces ignorantes de las normas de un Estado constitucional o que son comprados por los carteles del narcotráfico. De ese modo se congestionan y saturan las cárceles con detenidos bajo prisión preventiva, sin sentencia o condenados por delitos menores confundidos con avezados criminales, incrementando el hacinamiento carcelario que se lo quiere “solucionar” otorgando libertad a presos que han cumplido la mitad de su condena y que, obviamente, no han sido rehabilitados. La cárcel convertida en universidad del crimen forma delincuentes que luego salen a seguir cometiendo delitos en la sociedad. El sistema judicial se ha convertido en un mecanismo de encarcelar a pobres e indigentes y liberador a verdaderos delincuentes, ladrones, traficantes y asesinos.
Lasso reforma su gabinete y divide el Ministerio de Gobierno engrosando la burocracia estatal y designa un ministerio encargado de la política, mientras crea otro del Interior encargado de la inseguridad carcelaria. Es decir, se engrosa el gasto público en burocracia -reduciendo los presupuestos de salud y educación- cuando se debe priorizar la inversión de esos recursos en el área social.
Expertos sugieren revisar la posibilidad de implementar un proceso de indulto para acabar con la criminalización de la pobreza, tratando de bajar el hacinamiento carcelario. En el país existen 35 centros de Rehabilitación Social con capacidad para 30 mil personas a nivel nacional, pero hasta el momento están privados de su libertad 39. 150 personas. Es decir que hay una sobrepoblación de casi 10 mil personas, lo que causa un 29.7% de hacinamiento.
Desfilan directivos del Servicio Integral a Personas Privadas de Libertad SNAI, uno más promisorio e irrealista que otro, anteriormente fue el civil Edmundo Moncayo, luego el ex militar Fausto Cobo, ambos fracasados en su gestión frente a la institución. Y ahora, un policía que dirigió la represión de octubre, Patricio Carillo, está al frente del ministerio de la seguridad. Un ex comandante de la policía, acusado de crímenes de lesa humanidad que causaron víctimas mortales y heridos que perdieron sus ojos por uso y abuso represivo de la fuerza a manos de efectivos policiales que, se supone, son garantes de nuestra seguridad ciudadana. Ese mismo ministro hoy justifica la violencia en las cárceles, afirmando que “detrás de la violencia carcelaria está el correísmo” en un intento por desestabilizar al régimen. Y el presidente Lasso, convencido de que la solución es policiaca, promete incrementar 30 mil efectivos policiales más hasta el término de su mandato, destinando 1.200 millones para el efecto.
Para entender la armónica relación del narcotráfico con el sistema capitalista y, por ende, ahora con el neoliberalismo, basta mirar la crisis global del 2008, cuando se habló del derrumbe del sistema porque nadie engrosaba el capital de los bancos; la inyección masiva de liquidez en el sistema financiero lo aportó el narcotráfico, según un informe de la ONU del 2009. Se entiende entonces que sean los carteles narcodelictivos los que estén sosteniendo hace más de una década a todo el sistema.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos hizo recomendaciones a Lasso en la línea de reducir el nivel de corrupción existente en las cárceles para evitar el ingreso de armas, sistemas de comunicación y drogas a los centros de reclusión. Corrupción que impide la rehabilitación carcelaria. En el Sistema de Rehabilitación Social del Ecuador la rehabilitación no existe, porque no hay planes establecidos para ese fin, nunca se los implementó porque se cree en la acción policiaca y no en la atención de psicólogos, médicos y orientadores profesionales para rescatar a la juventud encarcelada en la criminalidad común y el delito económico. El Reglamento de Sistema Nacional de Rehabilitación Social aprobado en 2020 establece que el Directorio de Organismo Técnico conformado por ocho instituciones del Estado ejerce la rectoría, regulación y planificación del Sistema Nacional de Rehabilitación Social. Sin embargo, este Directorio no se ha podido reunir por falta de una o un delegado del presidente Guillermo Lasso.
Crimen organizado
En Ecuador lo único organizado es el crimen, afirman los analistas especializados en el tema. La organización es implementada por carteles del narcotráfico internacional -mexicanos y colombianos- coludidos con las mafias locales que mantienen bajo sueldo a pandilleros indigentes que financian y arman para ejecutar el sicariato en el cometimiento de crímenes en violenta competencia por mercados territoriales de la droga.
El gobierno gasta millones de dólares tratando de reducir a un meme la política, trivializando el debate, ridiculizando los análisis serios, en procura de eludir el fondo del problema que es social. Lasso pasa en campaña para convencernos de que el gobierno cumple, una muletilla que cita cada vez que interviene ante un micrófono. No en vano, el demagogo hace alarde de aquello que adolece. O, en su defecto, el mandatario justifica el incumplimiento de promesas de campaña por incapacidad y corrupción de su gobierno, en antecedentes similares de gobernantes anteriores.
Los problemas del país se agudizan fruto del presente, no necesariamente del pasado. Y si el pasado era insostenible había, pues, que cambiarlo. Eso se prometió y no se cumple. La gente crédula votó por un banquero entrado en años, disfrazado de adolescente con zapatos rojos que prometió por Tiktok un país diferente, el país del encuentro, del empleo, de las oportunidades, pero resulta que los únicos que encontraron oportunidades de empleo en este país neoliberal, son las mafias narcotraficantes y las pandillas de sicarios a sueldo.
Lasso aseguró que el Estado no cederá frente a la lucha contra el crimen organizado. “Aquí no hay más camino que el Estado se imponga frente a ellos y no que el Estado se repliegue para una aparente paz, donde se cede gran parte del Estado a las bandas delincuenciales en las cárceles”. No obstante, el problema de fondo radica, precisamente, en el abandono del Estado frente al crimen organizado. Un Estado debilitado, a propósito, para llegar a la sonora conclusión neoliberal de que el sistema carcelario también hay que privatizarlo, como otros servicios estatales -salud, educación, seguridad social, etc.- y hacer de este país el paraíso de negocios empresariales privados, dado que aquello sugirió el FMI a cambio de sustentación al régimen.
El gobierno de Lasso no sabe a qué se está enfrentando, y no escucha a nadie que le haga ver la realidad. La única realidad del régimen de Lasso es fondomonetarista en lo económico, excluyente en lo social y policiaca en lo delincuencial, como demagógica en su relación con el pueblo. Un pueblo que lo último que pierde es la esperanzo porque, primero se pierde la paciencia frente al fracaso de cien minutos de demagogia.