Qué la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como farsa, lo sabemos. Que se vive una vez como drama, esa misma historia nos lo ha enseñado. Ese es el caso del feriado bancario, el más grande robo cometido contra un pueblo y un Estado. De esa historia da cuenta el libro de Alejandra Cantos, AGD de la estafa a la impunidad.
Cantos, doctora en jurisprudencia, ha desempeñado importantes funciones públicas en el Legislativo, en el centro de Estudios de la Mujer, en comisiones contra la corrupción, como Gerente de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD), académica y docente universitaria, hoy enfila su pluma para develar detalles de una historia ignominiosa que vivió el país en las postrimerías del siglo XX.
En una síntesis de esa historia, el economista Pablo Dávalos, durante la presentación del libro, señaló: “Esta es una apelación a la memoria de un suceso que tiene tintes patéticos, trágicos y desgarradores que sucedió en 1999. La crisis financiera que se tradujo en crisis monetaria, como la intersección de una historia que nos permite entender uno de los momentos más desgarradores (…) En ese entonces la “aplanadora” conformada por la democracia cristiana, el partido social cristiano y el partido roldocista, presentaron en la Asamblea Nacional el proyecto de ley para el Reordenamiento de las Finanzas Públicas (…) Una vez que se aprobó esta ley, la familia Isaías acudió a la AGD para que el Estado se haga cargo de todos los pasivos del Filanbanco, alrededor de 1.150 millones de dólares (…) Para enero del año 1998, cerca de la mitad del sistema financiero tenía un 60% de cartera vencida, pero las autoridades no fueron profesionales, rigurosas, éticas para advertirle al país lo que estaba pasando, en ese contexto se politizó la crisis bancaria que tiene un origen anterior en 1994 cuando se aprobó la ley de Instituciones financieras y se dijo que una mejor competencia de los bancos iba a llevar a una disminución de las tasas de interés (…) se le dijo a la gente que esa ley iba a provocar el desarrollo del país, se engañó a la población (…) Desde 1995 comenzó la crisis de los bancos, la crisis del Banco de los Andes, del Banco Continental, de la Previsora, etc., es decir, se trataba de la crónica de un fracaso anunciado. (…) El tipo de cambio estaba atado a las reservas internacionales, de tal manera que protegían al tipo de cambio eso se derrumbó en enero de 1999 cuando la AGD ordenó al Estado ecuatoriano que transfiera recursos de la reserva internacional a las cuentas de la familia Isaías, se transfirieron esas cuentas y el tipo de cambio se elevó por los aires, de cinco mil sucres por dólar a fines de ese mes estábamos ya en 18 mil sucres, y para marzo de ese año el gobierno tuvo que decretar el feriado bancario. Los Isaías provocaron una escasez artificial de dólares con el objetivo de licuar sus pasivos en dólares (…) es decir, utilizaron los mismos recursos de la reserva internacional en contra de los ciudadanos ecuatorianos. En marzo, habíamos dejado que los banqueros actúen de una manera absolutamente deshonesta, y la desregulación del sistema financiero nos llevó a la peor catástrofe del país. El libro es un testimonio de la institución que llevó adelante este proceso de salvataje bancario en 10 capítulos, Alejandra Cantos, narra la cronología de los hechos que nos condujeron a la crisis de 1999, los procesos que se dieron al interior de la AGD. La crisis de 1999 no tuvo por qué haber ocurrido, el dolor, el sufrimiento de millones de ecuatorianos no tuvo por qué ocurrir. Fue una crisis creada a propósito para salvaguardar, para proteger los intereses de una familia en concreto, y un conjunto de familias vinculadas a lo que el país conoce como la plutocracia, fallo el sistema político, falló la sociedad, fallaron los medios de comunicación (…) escondieron información, en un proceso de lumpen política (…) El libro dice que no hemos superado esas crisis y no sabemos su costo real, los datos del año 2008 indican que entregamos como país alrededor de 8 mil millones de dólares a los banqueros y los banqueros han retornado a pedir el vuelto, como si fuera una cantidad cualquiera nos reclaman 2 mil millones de dólares adicionales (…) Este documento forma parte de esa memoria para decir: nunca más permitir que los banqueros se burlen del país y sus instituciones”.
Alejandra Cantos, en agradecimiento a la coordinadora política de mujeres ecuatorianas por su compromiso militante, al movimiento social de mujeres por su apoyo permanente, a P. Dávalos por sus determinantes puntualizaciones sobre la crueldad del Estado frente a la crisis, señaló: “Mi madre había dispuesto que no se iba a tocar más en el seno de la familia el tema de este “esperpento”, así se refería a la AGD, y yo contradije una disposición divina, humana, perfecta. Pero habrá entendido la necesidad de contar lo que vi, encontré y lo que hice, hasta donde la banca corrompida me lo permitió. Este es un texto de corte académico que pretende hacer una lectura del origen de la crisis financiera, de la caída del sistema financiero del Ecuador que puso en riesgo la democracia que terminó con la vida de cientos y de miles de ciudadanos ecuatorianos, su seguridad e integridad familiar, sus sueños planes, proyectos y, lo más doloroso, los destrozó, elevando al rango de supervivencia la migración forzada, violentando todos los derechos humanos consagrados en el ordenamiento jurídico interno y disposiciones de tratados y convenios internacionales sobre la materia (…) y si bien este libro no tiene nada que ver con mi vida personal, no es menos cierto que llegar a la gerencia de la AGD constituyó uno de los retos más importantes y significativos en mi calidad de funcionaria pública (…) Frente a la indiferencia de un Estado cómplice para resolver en términos de equidad y justicia, pues las leyes creadas en su momento fueron estructuradas para favorecer a la banca quebrada dejando como saldo una problemática que nos ha mostrado la vida de manera cruel donde no parece tener cabida la solución ni la esperanza ”.

¿Un gesto, sin duda, de lucidez y valentía?
Bueno yo creo que lo que he dicho es lo que vi, he dicho la verdad, he hablando sobre lo que encontré, he dejado para el país un documento de corte académico, técnico, a partir del cual se puede tener una idea de lo que sucedió.
¿Hay alguna posibilidad de hacer justicia sobre este hecho?
Yo creo que sí, creo que para la justicia siempre hay tiempo.
¿A condición de qué, los ecuatorianos qué debemos hacer?
No ser impasibles, no quedarnos inertes frente a hechos de tal magnitud y crueldad, tenemos que ser más proactivos. Eso nos hace falta.
Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla; peor aún, un pueblo que la justifica y hace una vergonzante apología de su historia de injusticias, termina juzgado y condenado por ella. Que la memoria sea insumisa en el cuestionamiento de esa historia, revolucionándola y transformándola. Para ello es necesario el gesto de lucidez y valentía de Alejandra Cantos, que canta las verdades con nombre y apellido a los culpables de un hecho que no se debe repetir ni como tragedia ni como farsa.
En este simulacro de democracia, gracias a una pantomima bancaria, voraces banqueros hicieron un negocio espurio, el más grande atraco al pueblo y al Estado ecuatoriano en un doble crimen de lesa humanidad. Hacer de la rotación del dinero el fraude de malversar y estafar a los depositantes del dinero y la confianza en un sistema financiero corrupto. Para luego, en un salvataje bancario ignominioso, el Estado acudiera en su rescate con dineros públicos. La acreencia de ocho mil millones de dólares que costo al país el salvateje, continúa impaga. No conforme, hoy la voracidad de una familia, prófuga de la justicia, pretende demandar al Estado por dos mil millones de dólares. Esta desfachatez debe ser denunciada ante el país y condenada por la conciencia nacional.
El país ya conoce quienes nos hicieron vivir la historia como tragedia, que ahora pretenden repetir como farsa, decididos a transitar esa historia desde la estafa a la impunidad. Para eso querían el poder, para servirse de las instituciones y conservar endémicos privilegios de clase. Para eso cooptan la función Judicial, corrompen la función Legislativa y desnaturalizan la función Ejecutiva del Estado. Así, pretenden imponer su modelo de vida, el neoliberalismo, convertido en neodelincuencia que impone hoy un modelo de muerte de la democracia.