No es un juego de palabras. La soledad del poder no equivale al poder de la soledad, al menos no en política. La praxis de la política supone congregación, consenso, encuentro, por usar una palabra que ya está pasando de moda. El presidente Guillermo Lasso eligió la soledad del poder y, en una inusual declaración presidencial, anunció que prescindirá de la Asamblea Nacional: “Debo gobernar sin considerar que existe la Asamblea Nacional”, dijo Lasso en una afirmación desprovista de todo realismo político.
El presidente Lasso dijo este martes que la Asamblea Nacional le ha dado la espalda al país. Ante ello, aseguró que hará todo lo necesario para tomar decisiones que le permitan alcanzar los objetivos que esperan los ecuatorianos: “Primero, sería utilizar Decretos Ejecutivos, reglamentos, hasta donde nos permita la Ley y la Constitución. No descartamos el someter a Consulta Popular este proyecto de Ley de Inversiones. Lo único que le interesa a la Asamblea son los negocios personales intereses partidistas egoísmos vanidades o celos. Debo gobernar sin considerar que existe la Asamblea Nacional. Es evidente que lo que ellos quieren es bloquear al Gobierno. Hay alternativas y hay caminos. Uno ellos es la Consulta Popular que la estamos trabajando. A ella me voy a dedicar esta semana y someter a consideración del pueblo ecuatoriano lo que la Asamblea se ha negado a tratarlas tan importante para el desarrollo del país”, aseguró el mandatario.
Haciendo una comparación automotriz, Lasso dijo que van a mejorar la inversión y generación de empleo “a punta de decretos y reglamentos”. “Si uno tiene para transportarse del punto A al punto B en un auto, un cacharrito, probablemente un Suzuki Forza. Queríamos, con la Ley de Inversiones, que sea una ley moderna. El equivalente de tener un Ferrari, que nos permita con mayor modernidad, mayor velocidad, movernos del punto A al punto B. Al Suzuki Forza lo vamos a tunear, como se dice en términos automovilísticos. Lo vamos a mejorar a punta de decretos, a punta de reglamentos para impulsar esa inversión”, ejemplificó. Con ese solo ejemplo, el presidente Lasso demuestra cuan alejado está de la realidad, al creer que un Forza, tuneándolo, se convierte de Ferrari. Del mismo modo creerá que leyes impopulares como la ley de inversiones, reforma laboral, reforma tributaria, ley de educación superior, ley de uso progresivo de la fuerza, entre otras, se convierten en populares tuneándolas. Aquello no es otra cosa que pura fantasía política, desprovista de imaginación.
El país ya se dio cuenta de que un banquero no tiene porqué saber hacer política pública y Lasso no es la excepción. Para eso están los asesores, pero tampoco supo elegirlos con buen olfato. En las recientes semanas nombra a Diego Ordoñez y crea el cargo de consejero presidencial para un político que abandonó la Asamblea Nacional sin haber presentado un solo proyecto de ley en siete meses de cobrar sueldo como asambleísta improductivo. El presidente Lasso se está quedando solo con los “fantasmas de Carondelet”.
Los que se van
Ante las decisiones presidenciales, Alexandra Vela renunció a su cargo de ministra de Gobierno, y en un tuit escribió: “Al no coincidir con la línea política establecida por el presidente para enfrentar la crisis agudizada por la Asamblea Nacional, presenté mi renuncia. Preservar la democracia para transformar al país, requiere aplicar el mecanismo de la muerte cruzada”.
Vela dejó el Ministerio de Gobierno, al cabo de ocho meses sin haber conseguido el “encuentro” con sus interlocutores políticos al frente de la difícil cartera de Estado responsable de la gestión política y de la seguridad ciudadana. Vela, contrariamente, dejó el fallido cargo que ocupó culpando a los asambleístas de los males del país: el Legislativo es “la principal amenaza para la democracia, el régimen republicano y el Gobierno”. A renglón seguido, denunció que las fuerzas políticas allí representadas, “convirtieron la política en la expresión de intereses corporativos, personales y, en algunos casos, usaron la representación otorgada en las urnas para el chantaje y la extorsión”.
Vela, con insistencia que raya en la “tozudez”, recomendó la opción de la muerte cruzada en las reuniones con el equipo de Gobierno. Y debido a esa situación, reconoció, “he causado molestia a sus colaboradores y, en algún momento, desasosiego al presidente”. En medio del desasosiego presidencial, Lasso había nombrado a Vela en julio de 2021 para reemplazar a César Monge, asesor político de la presidencia, muerto por un cáncer terminal. Con el deceso de Monge, el régimen perdió a su mejor cuadro político, el artífice de la campaña y del triunfo electoral de Lasso, y, una vez en el gobierno, fue el consejero de mayor visión, capacidad de diálogo y convicción democrática que pudo tener el mandatario a su lado.
La renuncia de Alexandra Vela puede significar que la democracia cristiana criolla -y en particular CORDES, deja de estar detrás de las decisiones del Gobierno de Lasso. A estas circunstancias se suma la renuncia del vocero presidencial, Carlos Jijón, amigo de Vela y de los demopopulares: “Amigos, retomo mi cuenta de Twitter para contarles que he renunciado al cargo de consejero de Gobierno. Creo que el presidente Lasso es un patriota y he sido testigo de su trabajo incansable por los más pobres. Estoy seguro que tendrá éxito. Que Dios bendiga al Ecuador”, dijo en un tuit en su habitual anodino estilo.
Callejón sin salida
¿Por qué el presidente y su equipo de gobierno no fueron capaces de concertar acuerdos, conseguir consensos, y así garantizar la gobernabilidad? La respuesta es obvia: porque no saben dialogar, solo saben imponer sus iniciativas. La inusual inexperiencia política y la carencia de diálogo llevó al gobierno al desencuentro con todos sus interlocutores y, finalmente, con el país.
Con ello el régimen ecuatoriano confirmó que la obsesión de imponer el recetario del FMI no funciona en ningún país, puesto que se trata de recetas impopulares, inviables e impositivas. El presidente Lasso ahora decide consultar al pueblo si acepta las recetas fondomonetaristas maquilladas de leyes reactivadoras de la economia y generadoras de empleo y seguridad ciudadana. ¿Qué hace suponer al presidente que la Consulta Popular le favorecerá? ¿Con qué subterfugio va a camuflar las preguntas acerca de proyectos políticos ya rechazados -o frontalmente cuestionados- por amplios sectores sociales, como la ley de inversiones que privatiza servicios básicos de salud y educación, reforma laboral que precariza el trabajo, reforma tributaria que empobrece a las clases medias, ley de uso progresivo de la fuerza para reprimir al pueblo, etcétera y etcétera? ¿Qué hace pensar al presidente Lasso que el pueblo responderá afirmativamente a sus preguntas en la Consulta Popular, considerando que el apoyo a la gestión presidencial en las encuestas decayó 40 puntos porcentuales en nueve meses, de un 78,3% inicial a un 36,0% actual? ¿Otra fantasía política, desprovista de imaginación?
Tampoco la muerte cruzada propuesta por Alexandra Vela garantiza nada al régimen. La muerte cruzada no es solución para un régimen sin capital político y sin apoyo popular; esa figura fue invento del ex presidente Rafael Correa cuando ostentaba de “todo el poder para los correístas”. En eso se equivoca también Vela al recomendar esta salida, y la realidad le da razón a Lasso al no decidirse por esa vía. Se trata de una vía de fuerza, con un trasfondo antidemocrático, porque significa gobernar sin contrapesos políticos en la Asamblea Nacional luego de disolverla y ejercer el poder “a punta de decretos”. En cambio, la Consulta Popular tiene un tufillo más democrático porque en esencia es una pregunta dialogante con el pueblo y, aunque en pedir no hay engaño, todo depende de cómo plantee y cuáles sean las preguntas que haga el mandatario en esa consulta. No debemos olvidar que Lenin Moreno echó mano a ese mecanismo constitucional y llamó a votar “siete veces sí”, envolviendo en un mismo paquete proyectos que le interesaba aprobar, por ejemplo, eliminar impuestos a los empresarios, dar poder a CPCCS, encubiertos en preguntas demagógicas sobre restringir la minería o no prescribir delitos de violencia sexual infantil, entre otros. Es decir, la consulta puede ser un mecanismo honesto o la peor estafa política del momento.
El régimen se encuentra en un auténtico callejón oficial sin salida. Estos son los porfiados hechos que mantienen al presidente Lasso en la soledad del poder y, en su caso, sin poder en la soledad de Carondelet.