Los países capitalistas y, de manera especial, las potencias occidentales hasta hace poco no habían decidido usar el petróleo como un arma de guerra en el conflicto geopolítico que enfrenta a la OTAN con Rusia y que tiene como escenario bélico a Ucrania. No lo habían hecho evitando usar los hidrocarburos en sus sanciones contra Moscú, para impedir un efecto que convierta a la conflagración en guerra económica, pero lo hicieron develando la verdadera motivación expansionista occidental: La guerra que libra Occidente contra Rusia es económica, se trata de ahogar a la economía rusa para impedirle financiar la guerra.
Con la agresión económica a Rusia implantada por los Estados Unidos, la potencia capitalista intenta solventar la crisis del dólar que ha venido degradándose en su valor en los últimos meses, mientras que los EE.UU. necesita un dólar fuerte para controlar la situación financiera interna y externa de su país.
El conjunto de sanciones económicas norteamericanas había exceptuado afectar a las cuentas rusas por cobrar, por concepto del comercio de petróleo y gas, pero recientes decisiones del Pentágono dicen y hacen lo contrario. Estados Unidos ha amenazado con un bloqueo militar que impida el libre tráfico de petróleo ruso hacia Europa. Rusia es el tercer productor de petróleo en el mundo con una producción de 7 millones de barriles de crudo por día, en un mercado mundial que consume 100 millones diarios de barriles de petróleo. Y es el segundo productor mundial de gas natural que ahora está impedido de hacer llegar el crudo a Europa. Ante esta situación, los países europeos han tenido que liberar 60 millones de barriles de petróleo de sus reservas de emergencia. Siendo Rusia uno de los mayores productores mundiales de energético, una sanción a sus exportaciones provoca una crisis de abastecimiento en momentos de fuerte consumo, lo que obliga a los países demandantes de crudo recurrir a otros proveedores con el consecuente encarecimiento del precio por presión de su demanda.
El impacto en los precios internacionales del crudo no tardó en manifestarse. El 7 de marzo el precio del gas alcanzó 300 euros y se prevé que podría superar los 600 euros. El crudo tuvo un incremento del 18% y llegó a 139,13 dólares el barril de Brent del Mar del Norte. El precio se ubicó en los USD 130,59 y el crudo WTI -indicador del crudo ecuatoriano- alcanzó USD 127,42 por barril.
Impacto en Ecuador.
Este incremento representa un aumento de ingresos petroleros para los países exportadores, en el caso de Ecuador solo podría ayudar a disminuir la necesidad de endeudamiento dedicándose ese excedente al pago de las obligaciones internacionales con el FMI. Simultáneamente al aumento del precio del petróleo, se suma en el mercado energético un incremento del precio del gas natural, lo que encarece los costos de producción de las refinerías en el mundo. El ascenso del precio del gas natural es también un factor que provoca el alza inmediata del precio de los combustibles.
El alza internacional de los precios del petróleo debe tener dos impactos en el país. Por un lado, genera recursos adicionales a lo presupuestado en la proforma estatal del año 2022 de $ 33.899,73 millones, con un precio del barril de petróleo que se calculó en $ 59,20. Esta bonanza coyuntural en principio se ve beneficiosa, porque el Estado ecuatoriano dispone de mayores recursos que podría asignar a los presupuestos del área social en salud, educación y seguridad, siempre y cuando exista la voluntad política del gobierno para hacerlo.
Por otro lado, existe un impacto negativo del alza del precio internacional del petróleo que se evidencia en el hecho de que el régimen encadenó el precio de los combustibles locales al precio internacional del petróleo y eliminó el subsidio a la gasolina Super, por una decisión política. El aumento de los precios del petróleo y del gas natural tiene incidencia en Ecuador porque, aunque es un país petrolero, importa combustibles para abastecer su demanda interna. Las tres refinerías nacionales solo refinan 175.000 barriles diarios de petróleo, mientras que la demanda local asciende a 248.493 barriles diarios.
El gobierno liberó el precio de la gasolina Súper, desde 2018, y permitió una fluctuación acorde con el precio internacional del petróleo. Ecuador, el año 2021, importó USD 4.333 millones en combustibles, y reservó USD 1.185 millones para subsidiar su venta interna, mientras que el gobierno presupuestó para el 2022, USD 1.328 millones para el subsidio de combustibles que deberán ajustarse al alza.
El país mantiene un subsidio selectivo a los combustibles. No obstante que Ecuador consumió 28,4 millones de barriles de gasolinas en 2021, y de ese volumen, el 91% correspondió a gasolinas de bajo octanaje: Extra y Ecopaís y solo el 9% restante corresponde a Súper, esta realidad tiene un impacto económico con resultados inflacionarios en el país.
Adicionalmente, existe otra incidencia negativa del alza de los combustibles sobre los valores del transporte y, por tanto, sobre los costos de la producción industrial, encareciendo la actividad de la industria local en todos sus rubros. Pero el impacto más inmediato es en el bolsillo de los ecuatorianos, porque el incremento de los combustibles incide en el transporte de los productos de consumo masivo que en los supermercados y tiendas de barrio ve aumentar sus precios al consumidor por efecto económico real y por especulación descontrolada.
El régimen tiene en sus manos hacer que el alza internacional del precio del petróleo tenga un impacto positivo en la economía, de manera especial, para los intereses colectivos de las mayorías al destinar los recursos adicionales disponibles al área social y no al gasto público. El Ejecutivo ha manifestado que no sabe a cuánto ascenderán los ingresos adicionales por el aumento de precios del crudo, pero los excedentes petroleros se calculan en 1500 millones de dólares adicionales. Para Ecuador, el alza del precio del petróleo podría ser positiva solo parcialmente porque, aunque significa mayores ingresos, también implica que se encarezcan los combustibles importados, las gasolinas y el diésel, con un impacto nefasto en la inflación nacional.
Todo depende de la voluntad política del gobierno.