La verdad es la primera víctima de la guerra, decía el griego Esquilo hace más de 2.500 años. Hoy sabemos que la mentira es un arma de guerra. En la guerra, lo primero que muere es la verdad.
La tarea es instaurar la mentira, el bulo, el fake; el chisme sin corroboración en el imaginario colectivo. La mentira es un mecanismo de destrucción masiva que sirve para exonerar de responsabilidades a inescrupulosos empresarios y/o políticos, criminales o negligentes.
La cobertura de los principales medios de comunicación sobre la crisis de Ucrania es defectuosa, además de claramente racista y llena de prejuicios, repetidores de los mantras rusofóbicos fabricados en Washington para instrumentalizar la guerra de guerrillas geopolítica e ideológica de las “fuerzas del bien”, la civilización occidental, contra la “fuerza del mal”: los rusos “comunistas”, los caucásicos y los euroasiáticos.
En la guerra de la mentira y la desinformación las cadenas de televisión juegan un rol de vanguardia en primera línea, secundadas por la prensa escrita y la radio que realizan debates y discusiones sobre el tema bélico, mientras que la televisión no analiza, exhibe. En esta guerra cognitiva implantada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con la crisis en Ucrania, existe el gran desafío de alterar la comprensión y la reacción, de forma gradual y sutil, ante ciertos acontecimientos. En un conflicto de las dimensiones de la guerra rusa ucraniana la prensa puede prestar un servicio extraordinario, pero para eso es necesario que sea plural y esté abierta a todas las opiniones. Pero lejos está de ocurrir así.
En esta época en que las imágenes abruman y todo el mundo se cree fotógrafo, los reporteros gráficos de guerra o camarógrafos tienen en sus manos un arma poderosa: la imagen. Ellos son quienes fabrican una guerra imaginaria corroborada luego en las salas de redacción en las que no existe una verdad matizada que contrarreste la rampante distorsión y la propaganda en la era de la guerra digital.
Hoy el mundo asiste a una extrema ideologización y parcialidad en la cobertura de los sucesos en Ucrania, las mentiras y la manipulación del imaginario colectivo se ven potenciados en las redes sociales y llevan a la hipertrofia de una masa informativa fuera de todo control y verificación. Uno de los principales desafíos que afrontan los reporteros de guerra es contar cómo afectan las guerras a la gente normal, porque es entonces cuando la guerra adquiere una percepción de drama inhumano.
En un discurso, el presidente Putin acusó al bloque occidental, “formado a imagen y semejanza de Estados Unidos” de ser “el imperio de las mentiras”. En esa acusación prevalece la idea de que estos últimos días en Occidente no solamente se han descontextualizado y falseado imágenes de otros contextos para presentarlas como si fueran actuales, también ha habido quiénes han recurrido a video juegos y películas para ilustrar erróneamente la guerra de Rusia y Ucrania.
Esta estrategia comunicacional bélica responde a la necesidad estadounidense de crear la percepción de un mundo unipolar regido por Washington, para lo cual EE.UU. transgredió sistemáticamente el compromiso de no expandir hacia el este el manto militar de la OTAN. Mientras, las cadenas de televisión -con CNN a la cabeza- siguen omitiendo el perfil ultradechista del actual presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y de los grupos de extrema derecha y neonazis que participan y apoyan su gobierno. En una extensión de la guerra fría, que todos creíamos concluida hace tres décadas, Occidente instaló en Kiev un gobierno rusófobo, con lo cual dio pie a la rebelión de las regiones de mayoría rusa y gestó una suerte de guerra civil que sirvió de caldo de cultivo para el fortalecimiento de grupos ultranacionalistas e incluso neonazis que han permeado a las instituciones ucranias, incluido el gobierno. Prueba de ello es el golpe de 2014 en Kiev –que derrocó al gobierno de Viktor Yanukovytch-, con apoyo de Washington, que instauró un Estado vasallo repleto de armas y de pandillas desaforadas, con frecuencia integradas por admiradores de Hitler.
El analista norteamericano, Noam Chomsky, indicó al portal Truth Out que han sido los gobiernos estadunidenses, no la OTAN como tal, quienes han admitido a países de Europa del Este como sus nuevos miembros. Así, el ingreso de estas naciones ocurrió aceleradamente a partir de que Alemania Democrática se integró a Alemania Federal. Posteriormente se unieron a la OTAN las naciones que conformaron el bloque socialista europeo: República Checa, Hungría y Polonia (1999), Rumania, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia y Eslovaquia (2004), Albania y Croacia (2009), Montenegro (2017) y Macedonia del Norte (2020). Chomsky recuerda que Francia y Alemania, países claves dentro de la Alianza, vetaron el ingreso de Ucrania a la OTAN precisamente para evitar un conflicto como el que finalmente estalló ahora. El canciller ruso, Serguei Lavrov, dijo en la ONU que para Rusia eran inadmisibles “una mayor expansión de la OTAN en el este y el despliegue de armas de ataque que amenazan el territorio de Rusia”. Todo eso fue reiterado por el presidente Vladimir Putin. Para Chomsky, “existe una forma simple de lidiar con dicho despliegue de armas: no desplegarlas. No existe justificación para hacerlo. Estados Unidos dice que son armas defensivas, pero Rusia no lo ve así y con justa razón”. He ahí el trasfondo del conflicto bélico actual.
Pero esto lo oculta la prensa occidental, nada dice acerca de estos hechos que son la causa primaria de la guerra en Ucrania. Las cadenas televisivas occidentales prefieren hablar de “invasión rusa”, como una forma de sensibilizar a la audiencia contra el mounstro «comunista»-
Una reflexión básica indica que, si esta incursión rusa se cataloga como violación flagrante del derecho internacional ¿cómo se debe catalogar a las operaciones de la OTAN en la ex Yugoslavia, el bombardeo inmisericorde de Serbia y la descarada proclamación de la independencia de Kosovo, entonces república autónoma del país balcánico? Ni hablar de las violaciones estadounidenses al derecho internacional, a la soberanía e independencia de los pueblos. Los latinoamericanos y caribeños hemos sufrido decenas de violaciones norteamericanas.
El mandatario ruso Vladimir Putin afirmó que su objetivo es «desmilitarizar y desnazificar Ucrania» para defender a las personas que en los pasados ocho años han sufrido vejaciones, un genocidio perpetrado por el régimen de Kiev, en alusión al hostigamiento contra ciudadanos rusófonos, y en particular a las hostilidades entre el gobierno ucranio y los territorios ahora reconocidos por el Kremlin como repúblicas independientes, Donietsk y Lugansk, en el este de Ucrania.
Periodismo de guerra
El objetivo último del periodismo de guerra debería ser ayudarnos a combatir la llamada “fatiga de la simpatía” que nace fácilmente con una abundancia de malas noticias. Esas que hacen más fácil apagar la tele, cambiar de página y simplemente seguir con nuestras vidas diarias y anular la realidad en la que sufren tantas personas. En la ignorancia de lo que está sucediendo verdaderamente, y, mucho más importante, ignorando que todos tenemos el deber de buscar la verdad. La guerra de Rusia y Ucrania ha generado tal bombardeo de mensajes que la International Fact-Checking Network, que pretende combatir la desinformación, verificó en los últimos días más de 200 bulos en menos de 24 horas imágenes descontextualizadas, informaciones falsas sobre los movimientos estratégicos de Rusia y mensajes manipulados de los principales líderes políticos que han saturado las redes sociales hasta tal punto que Twitter llegó a cerrar cuentas que difundían información contrastada sobre la guerra en una operación que fue calificada de error humano.
Los ejemplos de la desinformación abundan. Usuarios afirman en redes sociales que medios de comunicación «exhibieron» imágenes de una mujer herida en una explosión de gas en la ciudad rusa de Magnitogorsk en 2018 como si fuera víctima de la guerra en Ucrania este año. El vídeo viral de un avión militar ruso en llamas difundido en redes sociales no corresponde a la invasión de Ucrania ni muestra a una aeronave derribada por el Ejército ucraniano, como afirman estos días numerosos perfiles mediáticos, sino que fue grabado en 1993 y recoge un accidente aéreo ocurrido en el Reino Unido. Varios usuarios de Internet han denunciado que la cadena de noticias CNN anunció en Twitter dos muertes distintas para uno de sus periodistas, Bernie Gores, primero en agosto de 2021 en Afganistán a manos de los talibanes y ahora durante la invasión rusa de Ucrania, como consecuencia de la explosión de una mina colocada por grupos prorrusos. El Parlamento Europeo (PE) no ha aceptado la solicitud de Ucrania para unirse a la Unión Europea ni se ha iniciado un procedimiento especial de adhesión, tal y como sostienen mensajes virales que malinterpretan una petición de la Eurocámara para que se reconozca a este país como candidato al ingreso. El vídeo de un avión ucraniano derribando un caza ruso no es real sino de un videojuego de simulación de la serie DCS World, pese a que haya sido difundido en redes sociales por el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Terrestres de Ucrania como una acción de combate, lo que ha motivado su viralización. Las cadenas europeas que sostienen una guerra informativa son, entre otras, Photocall TV, la cadena rusa RT y la televisora francesa France 24 en español, que difundió recientemente que el presidente ucraniano V. Zelensky acusó a Rusia de “querer repetir Chernóbil”, tras el ataque a la central nuclear más grande de Europa, Zaporiyia, en territorio ucraniano y que ante el atasco que sufre el ejercito ruso a la entrada de Kiev, el Kremlin intensificó los bombardeos. Estas mismas informaciones bélicas, contrastadas en la cadena rusa RT, afirman que el mismo ejército ucraniano había atacado a las fuerzas nacionalistas en su territorio, porque dejaron de cumplir las órdenes de Kiev; en otro comunicado se informó que el ejército de Ucrania podría usar a civiles como escudos humanos, lo que el Ministerio de Defensa ruso consideró inaceptable. La RT indicó que se estaría preparando una provocación con participación de periodistas occidentales al emplazar armas en edificios privados, con el propósito de instar a un ataque con misiles rusos a blancos civiles. Se trataría de un claro objetivo de provocar la respuesta rusa a objetivos residenciales en la ciudad de Járkov.
No obstante, nada se dice en los medios occidentales que la familia de Joe Biden tendría intereses en la guerra. El hijo del presidente Biden, Hunter Biden, como miembro del Consejo de Administración de Burisma, la mayor empresa privada de petróleo y gas de Ucrania, cobraba 50.000 dólares al mes entre 2014 y 2019, cuando su padre era el número dos de Barack Obama. Burisma Holding tiene permiso para explotar los yacimientos petrogasíferos que se encuentran en la península de Crimea. También puede realizar trabajos en las regiones de Dnepropetrovsk, Donetsk y Járkov. Si se interrumpe el acuerdo con Rusia para el gasoducto Stream, los beneficiados serán las empresas de petróleo y gas de Estados Unidos y Europa, como las trasnacionales Shell y Chevron. En la última década, empresas estadounidenses entraron activamente en la economía ucraniana y en el sector del petróleo y el gas. Según el Departamento de Energía de EE.UU., Ucrania tiene los terceros mayores yacimientos de gas de esquisto de Europa -1.200 millones de metros cúbicos-. Entonces la familia Biden tienen intereses particulares, además, en esta guerra.
Estas aparentes incoherencias comunicacionales son parte de una estrategia de desinformación en la que el mensaje principal es la confusión. La mentira es un arma de guerra y en la guerra lo primero que muere es la verdad.