La guerra en Ucrania no será comprendida si no se consideran los factores políticos que hacen hablar a las armas en su nombre. La guerra adquiere un doble sentido cuando la política y sus argumentos diplomáticos agotados dan paso a la conflagración bélica.
El primer hecho político que explica la crisis en Ucrania, es que la excepcional medida adoptada por Rusia es en respuesta armada a tres décadas de agresiones a su territorio, luego de la disolución de la URSS. Desde el término de la unión soviética, Rusia sigue siendo percibida como la potencia comunista de la cual hay que sospechar y defenderse. Ese es el primer error de percepción de Occidente, estimulado por una trasnochada postura anticomunista concebida en el Pentágono.
La repuesta militar rusa se explica en una simple realidad: es imposible la seguridad continental europea si ésta no hace extensivo el mismo derecho al territorio ruso. No es posible que los dirigentes rusos miren impasibles cómo la OTAN expande su acción político-militar hasta las mismas puertas de Rusia o que su líder -Putin- sea considerado cleptócrata autoritario, como lo calificó Biden. Para los rusos es inaceptable el empeño estadounidense en continuar la progresiva expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia. El mundo es testigo de los movimientos militares realizados por los Estados Unidos y la OTAN en meses recientes hacia regiones adyacentes a la Federación de Rusia. El desprecio a Putin constituye una desproporcionada desinteligencia occidental, no estimarlo en su exacta dimensión de estratega es una miopía política que, a la postre, le resultará caro. Occidente debe valorar detenidamente los justos reclamos de Rusia a los Estados Unidos y a la OTAN y los factores que han conducido al uso de la fuerza y la no observancia de principios legales y normas internacionales. Occidente, y en particular los Estados Unidos y sus aliados europeos, debe hacer un mea culpa con una autocrítica lúcida que les permita corregir su torpe manejo de sus relaciones con Moscú. La historia demanda responsabilidad al gobierno de los Estados Unidos por las consecuencias de la aplicación de una doctrina militar ofensiva fuera de las fronteras de la OTAN, que amenaza la paz, la seguridad y la estabilidad internacionales.
Es un error de apreciación geopolítica ignorar durante décadas los reclamos de garantías de seguridad por parte de la Federación de Rusia y suponer que ese país permanecería inerme ante una amenaza directa a su seguridad nacional.
Los errores occidentales son contagiosos. La ONU ha incurrido en los mismos desaciertos occidentales El proyecto de resolución sobre la situación en Ucrania no aprobado en el Consejo de Seguridad el 25 de febrero, que será presentado a la Asamblea General, no es una contribución real a la búsqueda de soluciones a la actual crisis. Se trata de un documento políticamente desequilibrado que no toma en cuenta las legítimas preocupaciones de las partes involucradas y desconoce la responsabilidad de quienes instigaron las acciones agresivas que precipitaron la escalada de este conflicto, puesto que Estados Unidos ha utilizado la fuerza en diversas ocasiones. Invadió a Estados soberanos para cambiar regímenes adversos a sus intereses e interviene en otras naciones soberanas sin respeto al derecho internacional. EE. UU debe responder por la vida de miles de civiles, perversamente denominados “daños colaterales”. Es hora que Occidente asuma su responsabilidad en la crisis de Ucrania y abandone su simple conducta propagandística. Hasta entonces, las armas hablarán por la política.