Vivimos en el país de los unes y los otres, territorio en el que la errática gestión y esquiva praxis política criolla hace que la ciudadanía se pierda sin saber quiénes son quienes. El simulacro político, la defección ideológica, la demagogia consuetudinaria, la traición y la felonía son moneda fácil como conducta de la clase política. ¿El resultado? La desinstitucionalización del país sin instituciones confiables, el acceso al poder por la vía de golpes de fuerza.
Los unes contra el mundo. Los otres -CREO, ID, PK e independientes dependientes del dinero- haciendo de las suyas, como parte de la clase política delictiva. La ID, partido más corrupto de la Asamblea Nacional, PK dividido entre parlamentarios alfombras y asambleístas rebeldes, CREO cooptando, manipulando, armando mayorías transitorias y transigentes con actos de corrupción. Llevan adelante la desinstitucionalización del país para controlar a los organismos de control y mantenerlos funcionales a sus intereses políticos y económicos. El botín más apetecido son las instituciones llamadas a manejar las elecciones de los integrantes de las instancias de control – Contralores, Fiscales, Magistrados, Cortes constitucionales, integrantes de la Judicatura, Jefes Policiales, entre otros.
Artífice es la ministra de Gobierno, con apariencia de dama de la tercera edad, abuela de la política que, aparentemente no hace nada, pero lo hace todo desde el poder auspiciado por la Democracia Popular, Cordes y sus delfines. Alguien debía hacer el trabajo sucio de cooptar y asegurar instituciones funcionales a los propósitos del poder.
De reciente factura es el asalto al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) organismo manoseado desde el morenato con Trujillo a la cabeza, cuando emprendió la desinstitucionalización del país a pretexto de destruir al correísmo. Ahora ponen a un presidente ilegal -Hernán Ulloa, santificado por el Ministerio del Trabajo en su nuevo laburo al que entró entre gallos y media noche-, con el único fin de hacer lo que primero hicieron una vez tomado el poder: reformar el reglamento del concurso de Contralor para asegurar un personaje moldeable al poder.
Como antecedentes a la gestión de cooptar instituciones, anteriormente la tarea ministerial se concentró en asegurar una Corte Constitucional obsecuente con el poder. También fue defenestrada la Alcaldía de Quito para instalar en el cargo a un alcalde que, según miembros del Consejo, miente cuando niega tener acciones en empresas offshore. Un alcalde que debe ser investigado por la Fiscalía y en caso de comprobarse la denuncia, deberá ser destituido. Un golpe de Estado ejecutado en el municipio para poner en el poder a quien autorice construcciones ilegales en las laderas de Quito.
La dinámica de los otres no tiene parangón ni límites. Guadalupe Llori, servil como presidenta de utilería parlamentaria, se alinea con el régimen y, más papista que el papa, denuncia a sus propios coidearios de “desestabilizadores” y les conmina a que sean los unes quienes CONSPIREN, así con mayúscula, según escribió en su cuenta de Twitter. Los unes guardan silencio frente al improperio de los otres, no dicen esta boca es mía para refutar, no muestran una posición partidista como tampoco lo hicieron orgánicamente ante el proyecto de ley de despenalización del aborto. Aceptan en silencio la acusación verbal con el verbo conspirar en mayúsculas. Actúan en “libertad de conciencia”, como si la militancia fuera relativa a las posiciones personales, sin compromiso colectivo y orgánico. El silencio otorga y así otorgan el poder.
Existen los otres, manipulados desde las esferas de ese poder -como Fernando Villavicencio- que se mueven por hilos manejados desde Carondelet. A diferencia de Llori, Villavicencio no tiene chance al disimulo. Al fin y al cabo, la presidenta de la Asamblea Nacional guarda la apariencia de manejar una función del Estado; el otres, Villavicencio, es funcionario manualito, presidente de la Comisión de Fiscalización funcionalito, que actúa sin autonomía y sin chance de conservar las apariencias. Así fue puesto en el puesto de presidente de esa Comisión con la asignación de ser obsecuente con el poder Ejecutivo desde el poder Legislativo. Desde entonces tiene patente de corso para acusar a los enemigos del régimen y encubrir al mandatario en casos como el de pandora papers, liberándolo de concurrir a la Asamblea Nacional a rendir cuentas por su presunta vinculación con paraísos fiscales. Villavicencio también vive obsesionado con lo que se hace en la Prefectura de Pichincha, por puro odio político, pero pasa por alto la corrupción en los hospitales repartidos como botín por los otres en el negocio de medicinas que ahora no hay en los centros de salud pública. Mientras que el simulacro es la figura de la política de los otres, la capción es la figura de la desinstitucionalización del país.
Los unes, en tanto, muestran poca autonomía política, escasa iniciativa propia que se traduzca en praxis política orgánica; usan y abusan del libre albedrío personal y legislan en “libertad de conciencia” frente a temas de interés nacional y política pública. Mientras los otres consiguen mayorías transitorias y transigentes con el oportunismo, porque en política solo cuentan los votos entre los políticos corruptos. Así destruyen la institucionalidad del país por mayoría. Para los otres la política es la extensión de sus negocios particulares y la militancia otra extensión de sus cargos gerenciales. Y como el presidente Lasso, no aclaran si optan por la patria o por el dinero de los bancos.
Los otres exhiben clamorosos casos de ineficiencia legislativa. Tal es el caso del asambleísta Diego Ordoñez de CREO, que abandonó su cargo al cabo de siete meses, luego de no haber presentado un solo proyecto de ley en la Asamblea Nacional, al final del día cobró el sueldo sin trabajar. Otres asambleístas de la ID redondearon sus sueldos cobrando diezmos a sus asesores por mantenerlos en el puesto.
Los otres viajan al extranjero para reunirse por zoom con sus contrapartes en los países de origen; el ejemplo lo dio Lasso en China, y lo siguió su ministro de Comercio que hizo diplomacia virtual en ese mismo país. Luego lo imitó el vicepresidente Borrero que viajó a Washington para reunirse por zoom con el asesor médico de los EE.UU., desde esa ciudad. Todo pagado con dineros públicos.
Las acciones de los otres forman parte del espectáculo bochornoso de la política criolla. Corromper la elección del Contralor es una muestra de cómo, tras tomarse el poder a rastras en el CPCCS, pretenden asegurar un funcionario obsecuente en la Contraloría. Esta historia comenzó con Trujillo que dejó un pestífero rastro de corrupción en el organismo de participación ciudadana, y que hoy demuestra que el Contralor es el nuevo botín a repartirse. No por casualidad nombraron un Contralor desde la cárcel, funcional para hacer favores al Gobierno y dejar impune al presidente declarándolo inocente. No en vano, lo primero que hizo Hernán Ulloa en el CPCCS, fue reformar el concurso de Contralor para asegurar uno moldeable al poder.
A la simulación política se suma el golpismo que irrespeta la institucionalidad del país. Una práctica que emerge como la dinámica que asegura ocupar las funciones del Estado y utilizar las instituciones a fuerza de la traición o por la compra de votos, el chantaje o la conspiración para captar el poder. Se trata de una labor ejecutada a control remoto desde Carondelet, desde el ministerio de Gobierno: tomarse las instituciones con apariencia legal “por la fuerza”, pero ilegítimas por la razón.
Los otres no escatiman nada a su paso por el poder. Incluso desaparecen objetos de un museo en el Palacio de Carondelet. Se trata de 11.500 objetos entregados en obsequio al gobierno de Rafael Correa por delegaciones internacionales y que permanecían en salas del Palacio de Gobierno, cuyo valor sobrepasa un monto de 2,5 millones de dólares.
Entre los unes y los otres el país oscila entre la incapacidad y la impunidad. El sistema político se corrompe frente a la delincuencia organizada. Inoperancia para enfrentar la violencia callejera, ineficacia para poner a raya la justicia corrupta que libera narcotraficantes, inutilidad para sancionar el robo en los hospitales, mientras los pacientes debemos comprar medicinas de nuestro bolsillo, a vista y paciencia de una prensa rastrera y cómplice.
Que los otres respondan por el caos que han creado a vista y paciencia de los unes. Ecuador ya no tiene instituciones en las cuales depositar la confianza ciudadana. Por ello deben responder Moreno y los delincuentes que le ayudaron a destruir la institucionalidad del país y el presidente Lasso que les sigue en ese camino.
Es la política miserable de los otres, mientras los unes guardan silencio desde la academia, organizaciones sociales, sindicatos y confederaciones indígenas que archivaron la protesta ciudadana, por pusilánimes o por obsecuentes.
En tanto, vivimos la dictadura de una clase política delictiva, sin instancias dirimentes del conflicto social.