Cuando Silvio Rodríguez evocó en su canción los versos de Bertolt Brecht, “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”; de alguna extraña manera estaba hablando de sí mismo. A sus setenta y cinco años de edad el trovador cubano mantiene la firmeza y la consecuencia de principios con los anhelos juveniles que enfiló desde adolescente en la ruta de la utopía revolucionaria de su pueblo, como imprescindible soldado de su patria.
Consciente de que un trovador se nutre de la música, la poesía y la historia, Silvio Rodríguez proclama la máxima personal que rige su vida: ¿Cómo no me voy a meter en la vida? Aunque me cueste la vida. Y en ese imperativo invoca a los jóvenes. “Depende de las circunstancias en las que esté cada persona -aclara- yo, por mi edad y una serie de achaques, he tenido que parar completamente. Pero hay jóvenes que siguen trabajando. Me imagino que los que son más jóvenes y tienen más fuerza, energía y más vida por delante estarán viviendo, quizás no a todo tren, pero a media máquina por lo menos”.
Y aquel ímpetu de la juventud que debió ser un factor clave en el triunfo del proceso revolucionario cubano, en Nicaragua para Silvio fue similar al de su país: “Ocurre que después de la nuestra, la única revolución que se concibió así fue la de Nicaragua. Luego, todos los procesos han sido por vías normales, democráticas, el voto. Y lo de Nicaragua fue casi milagroso en aquel momento. Llevaban una lucha guerrillera de muchos años y hubo una convocatoria internacional fuerte, mucha gente de muchos países confluyó”.
Eran otras épocas. El nuevo signo de los tiempos confirma que la realidad es muy diferente a lo soñado. Hace 60 años -recuerda Silvio- “se decía que el imperialismo se estaba cayendo, pero realmente ha pasado más de medio siglo, y nada. Lo único que resulta parecido a las predicciones es aquello que decía Lenin: que el fascismo era la última etapa del imperialismo”.
Sigue predominando la dominación -constata Silvio- la mayoría del mundo sigue siendo capitalista, y entonces el meollo del capitalismo es económico. Habría que ver qué pasaría si todo el mundo se volviera socialista. En Cuba actualmente hay mucha discusión ideológica, intelectual y superestructural sobre eso. Los economistas están empujando mucho. Nosotros no queremos que el bloqueo sea un pretexto. No lo queremos permitir tampoco. No podemos pasarnos la vida creyendo que todo lo que no podemos hacer es culpa de que hay un vecino muy poderoso que nos bloquea y nos impide hacer cosas. Si en 60 años no hemos podido desarrollar una creatividad que supere el bloqueo, estamos mal.
El cantautor identifica logros de la Revolución gracias a la creatividad del pueblo: “En algunos sentidos sí se ha logrado, en la ciencia, por ejemplo. Esas fueron apuestas que hizo Fidel y en su momento generó cuestionamientos. La gente decía “esa inversión…”. Esa inversión es la que hizo posible ahora afrontar la pandemia. Pero es una inversión en un sector pequeño, controlable, al que se le pueden dar todos los recursos. En cosas mayores no hemos tenido la misma eficiencia y los mismos resultados”.
Un proceso que no ha estado exento de errores. Y es por lo que se está trabajando ahora, revirtiendo errores históricos -puntualiza Silvio-, aquella cosa de intervenirlo todo, que fuera el Estado el que lo controlara todo.
Aquello que hizo y dejó de hacer la Revolución, está en la mira del artista. Por ejemplo, en su relación con el mundo socialista: “Dijimos, vamos a establecer un tipo de comercio que por ser nosotros subdesarrollados y sumarnos a lo último los obliga a ser más solidarios. Pero esa era una forma de dependencia. No nos hizo esforzarnos lo suficiente para industrializarnos, por ejemplo. Incluso perdimos industrias que eran sólidas antes del triunfo de la Revolución, como la industria del azúcar. Claro que cometimos errores, la Revolución cometió errores y los estamos pagando”.
Y esa lucidez autocrítica pasa por un tema generacional, según el artista. “Claro que hay gente que piensa más a la antigua, a las viejas soluciones, a las viejas recetas, aun cuando se ha visto y se ha comprobado que no dan resultado. Pero también hay gente más joven que está pugnando por democratizarnos más, por hacer las cosas de manera más horizontal, no tan vertical. El mismo presidente, Miguel Díaz-Canel, me parece que es una de las personas que más está buscando incorporar la ciencia, darles más participación a los sectores de las ideas, abrirse más”.
Claves de un trovador
En su largo andar, Silvio Rodríguez evoca a sus compañeros de ruta que la vida y la muerte apartó en un trance de historia. Otros trovadores como Pablo Milanés que actualmente vive en España y tiene una mirada crítica sobre lo que está pasando en Cuba. Silvio lo recuerda con sentimientos encontrados: “Pablo siempre fue crítico. Él pasó cosas muy duras y aun así se sumó a la Revolución. Lo quiero y lo respeto mucho. No me es cómodo hablar de Pablo en estas circunstancias. Lo que sí puedo decir es que es un gran artista y es una persona que ha sentido, sufrido y luchado por Cuba. Mucho. Lo ha hecho, claro que sí”. Su emoción sube de tono cuando evoca a su amigo y compañero, Vicente Feliú, recientemente muerto sobre un escenario: “Sesenta años de amistad, desde que él tenía 15 y yo, 16 años”.
Con siete décadas de vida, Silvio Rodríguez conserva la consecuencia de sus años mozos: Se supone que la Revolución se hizo para los jóvenes, para que florecieran, para que hubiera un porvenir para ellos. Es triste ver que nuestras limitaciones llevaron a lo contrario: en algunos sentidos, hay jóvenes que sienten que no tienen futuro en Cuba. Contra eso hay que luchar. Ese no es el porvenir de la Revolución. No es el porvenir de Cuba ni de ningún país. El porvenir tiene que ser de los jóvenes y tiene que ser esperanzador, concluye.
Y en esa tentativa, Silvio, enseña una clave imprescindible: “El acto de la creación tiene una parte de costumbre, pero siempre necesita una parte de disconformidad. Uno no quiere hacer siempre lo mismo, ni contar las mismas cosas, ni recurrir a la misma fórmula. Yo siempre fui un poco inconforme conmigo mismo y no quise que una canción se me pareciera a otra. A veces he tratado incluso de violentar el estilo, porque se supone que eso es un acto de creación”.
Fuente Tiempo