La política suele ser un juego entre consensos y disensos. Quienes prefieren el disenso frente a toda iniciativa del gobierno mantienen una dura posición parlamentaria y ciudadana negando la tan procurada gobernabilidad. Este sector del país, reconocido opositor al régimen, prefiere marcar distancias con todo signo de neoliberalismo oficial dentro de un gobierno que tampoco cede posiciones y se obstina en imponer o rechazar leyes polémicas como la despenalización del aborto en casos de violación en reciente debate parlamentario. En cambio, el régimen impone reformas tributarias y laborales de evidente signo impopular.
En este vaivén político de consensos y disensos, el régimen logró sortear lo que parecía ser una inminente protesta social de inicio de año, con movilizaciones indígenas y sindicales aparentemente pospuestas por el recrudecimiento de la pandemia, según se dijo, que termina siendo el mejor aliado del régimen. El gobierno en su nombre, ha hecho lo que ha hecho, imponer medidas económicas con carácter de urgente por el ministerio de ley, sortear una reforma tributaria que pasó en medio de la crisis, archivar un proyecto que llamaba a declarar al presidente Lasso en el caso pandora papers, entre otros logros coyunturales. Al calor de los disensos, el gobierno calificó a sus oponentes de «anarquistas y desestabilizadores de la democracia», y auguró que terminarían «con sus huesos en la cárcel».
Estos mismos sectores cuestionan al gobierno la ausencia de políticas públicas en diversos campos del acontecer nacional. No observan políticas públicas efectivas para enfrentar la crisis, solo un plan de vacunación que el gobierno califica de exitoso. Tampoco se observa políticas públicas para la protección ambiental de la capital frente a desastres naturales y solo se consiguen donaciones de electrodomésticos chinos para las familias damnificadas. De igual modo, no hay políticas públicas encaminadas a controlar la violencia narcodelictiva que asola ciudades del país en medio de una inédita descomposición social, e insuficientemente se instalan campamentos militares a las puertas de las cárceles de Guayaquil como una medida de efecto mediático frente al caos del sistema penitenciario nacional.
En medio de estos avatares, el presidente Lasso no escatima esfuerzos en su agenda internacional y ha emprendido diversos viajes al exterior con resultados que siguen en tela de duda.
Frente a la gestión oficial, la intransigencia opositora se regocija de los desaciertos del gobierno y lo ve todo negativo. Para este sector -dentro del cual caben correístas, divisionistas de Pachakutik y el ala ideológica de la Izquierda Democrática-, todos dentro de un mismo saco enfilan fuegos contra el periplo asiático de Lasso, señalando un esmirriado resultado del viaje que terminó en reuniones bilaterales vía zoom en territorio chino, para colmo, financiado con recursos del Estado.
Lasso viajó al otro lado del planeta acompañado de una nutrida delegación que incluye a su esposa, ministros y asesores con resultados que no guardan proporción con los recursos públicos invertidos en el viaje. Sin embargo, en medio de consensos, los resultados obtenidos son considerados por algunos sectores como atingentes al Estado, es decir, resultados de país que atañen a la situación nacional en tiempos de crisis. Quienes así piensan, consideran que lo bueno, lo malo y lo feo ocurrido en China, no afecta solo al gobierno sino a todo el Ecuador. Se trata de una visión pragmática que supedita los logros o fracasos del gobierno a la necesidad de conservar la unidad nacional frente a la crisis.
Un viaje cuestionado
El pragmatismo es un valor estimable en la política que se mide por los resultados. La actual visita del presidente Lasso a China para reunirse con su homólogo Xi Jinping, en términos prácticos está obteniendo exiguos resultados: reconsideración china de créditos concedidos a Ecuador vinculados a la producción petrolera nacional, es decir, que se desvincule de nuestra producción petrolera el pago de 2.077 millones de dólares de la deuda ecuatoriana con China que asciende a 5.000 millones. Además, se abrió una posibilidad de negociar un tratado de libre comercio entre ambas naciones en el marco de un arreglo comercial bilateral con China. Recibir beneficios para los damnificados del aluvión consistente en una donación de electrodomésticos chinos. Resultados que, a la postre, quedan en ofrecimientos.
No obstante, el pragmatismo obliga a considerar que estos resultados del gobierno de Lasso no son solo del régimen, sino del país. No falta quienes coinsideran que es hora de tener una mirada más amplia, más allá de los límites de este gobierno como evidencia de una madurez política necesaria en los actuales momentos de crisis.
Pese a ser una agenda oficial precaria puesta en práctica en China por el gobierno ecuatoriano, no es menos cierto que de ello dependen asuntos internos como la dinamización de la economía ecuatoriana, el avance de la agenda oficial, y el mejoramiento de relaciones con la potencia asiática a la que el gobierno ecuatoriano calificó como el mejor socio del Ecuador y felicitó a sus líderes por el centenario del Partido Comunista chino, provocando las iras del anti correísmo criollo declarado enemigo de la China comunista.
Una visión realista, pragmática de país, obliga a considerar los éxitos y fracasos del gobierno en China como asuntos de Estado, por tanto, como logros de país. Independientemente de lo conseguido por el presidente Lasso frente a su homólogo chino, quienes así piensan, estiman que el saldo final de la gestión oficial va a la cuenta de país, del desarrollo nacional como un activo que contribuye, mal o bien, a dinamizar nuestra estancada economía. Por sobre consideraciones de orden político e ideológico, está la visión pragmática, para evaluar los resultados del régimen en tiempos de crisis económica.
Otra cosa muy distinta es si desde el gobierno, personeros y burócratas demuestren capacidad de voltear determinadas circunstancias internacionales a favor del país. China, más allá de sus objetivos geopolíticos en América Latina, está llamado a tratarnos como país con elemental realismo en sus relaciones internacionales; esto significa, tratar a su socio latinoamericano con igualdad de consideraciones y equidad bilateral para dejar de vernos como el pequeño socio políticamente útil e intrínsecamente manipulable, para acercarse a la región. Ecuador por su parte se deberá tragar su orgullo anticomunista y abrirse al coloso asiático con inteligencia, más allá de consensos y disensos.
He ahí la dinámica que inaugura una nueva etapa en las relaciones bilaterales chino ecuatorianas, en el marco de una renovada geopolítica planetaria. Ya no existen condiciones para que una potencia mayor se imponga, unilateralmente, a una nación pequeña y la convierta en su socio periférico. Tampoco la opción de que un país pierda o deteriore su dignidad en la búsqueda de nuevos mercados. Todo es cuestión del juego político entre consensos y disensos.