Un hombre de 39 años, extranjero, se lanzó del piso 17 de un edificio de Puerto Santa Ana, zona turística de Guayaquil, a vista y paciencia del todo el país. Su deceso se suma a los 633 casos de suicidios -y 1.304 intentos de autoeliminación- que han tenido lugar en Ecuador desde el inicio de la pandemia en marzo del 2020, según reporte del ECU911.
¿Qué impulsa a un ser humano a tomar la decisión de poner fin a su vida? Esa es una pregunta que no tiene cabal respuesta. Valentía o cobardía, agobio, miedo a vivir, dolor de vivir, sin sentido de vivir, cualquiera sea la causa el suicida es una persona que quiere cambiar de vida, toda vez que la depresión lo conduce a la conclusión de que debe poner fin a su existencia.
El suicidio es un fenómeno de múltiples caras. Según estudios internacionales especializados la demanda terapéutica en relación con el suicidio está constituida por tres tipos de pacientes: aquellos que han sobrevivido a un intento de suicidio; los que acuden a la consulta manifestando ideación suicida; y los que tienen ideación suicida pero aún no la han expresado verbalmente.
De hecho, el suicidio se define conceptualmente como “muerte producida por uno mismo con la intención precisa de poner fin a la propia vida”. Las conductas suicidas que aparecen en la clínica psicológica suelen presentarse de forma diversa, con motivaciones distintas y requieren de vías de intervención también diferentes, según los especialistas.
Perfil del suicida
El suicidio es una urgencia vital, que se ubica no sólo en un contexto biográfico de pérdida de la salud de la persona, sino también de debilitamiento de sus redes afectivas y sociales. Por lo general, una conducta suicida incluye tres componentes: a nivel emocional, un sufrimiento intenso; a nivel conductual, una carencia de recursos psicológicos para enfrentarlo; y a nivel cognitivo, una desesperanza profunda ante el futuro, y una percepción de la muerte como única salida.
Lo que debe quedar claro es que el suicidio no es un problema moral. Quienes intentan suicidarse no son cobardes ni valientes, sólo son personas desbordadas por el sufrimiento y que no tienen la más mínima esperanza en el futuro (Bobes, Giner y Saiz). El que intenta un suicidio no quiere morirse, aunque resulte extraño (de hecho, son muchas más las tentativas suicidas que los suicidios consumados), lo que aspira es dejar de sufrir y por eso incluso puede sentirse contento de no haber muerto una vez que el sufrimiento se ha controlado.
El suicidio en la actualidad constituye un problema de salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año se suicidan en el mundo entre 800.000 y 1.000.000 de personas, es decir, una tasa de 11.4 personas por cada 100.000 habitantes. Más allá de esta estadística, el mayor impacto psicológico de la conducta suicida afecta directa y dramáticamente a los familiares del suicida. Una regla es absoluta: No se puede dejar de lado a los seres queridos de la persona que se ha matado. El suicidio es la muerte más desoladora que existe. A los supervivientes, además del dolor de la pérdida, les queda la culpa por lo que no se hizo para evitarlo y la vergüenza de revelar el motivo real del fallecimiento del familiar.
El suicidio es un fenómeno propio en las edades medias de la vida, no obstante, hay dos momentos crecientes en las cifras de suicidas: la adolescencia/juventud (el 25% del total de suicidios consumados) y la vejez. En los adolescentes y jóvenes los desencadenantes del suicidio consumado suelen ser el consumo abusivo de alcohol/drogas, depresión o un brote psicótico; un entorno familiar y social deteriorado, un desengaño amoroso, una orientación sexual no asumida, el fracaso escolar reiterado o el acoso o ciberacoso; y a nivel psicológico, la presencia de algunas características de personalidad, como impulsividad, baja autoestima, inestabilidad emocional o dependencia emocional extrema. Los adultos suelen experimentar sensación de fracaso personal, laboral y familiar o un reproche social que les hunde en la desesperanza. Además, la soledad de una red pobre de apoyo social, depresión o de enfermedades crónicas con mal pronóstico.
El intento o la consumación del suicidio entre las mujeres ocurre tres o cuatro veces en menor escala que entre los hombres. Expertos señalan que se debe a que su habilidad letal o, lo que es más importante, su determinación para provocarse la muerte resulta inferiores. Se supone que la mujer es protectora de vida y expresa un mayor rechazo hacia la violencia. En cambio, el hombre es más impulsivo, con menor tolerancia al sufrimiento crónico, no busca ayuda ante el sufrimiento y es más afecto a trastornos adictivos.
Las estadísticas indican que los suicidios consumados ocurren en hombres de cierta edad, con premeditación clara y uso de métodos expeditivos como ahorcamiento, precipitación o armas de fuego. Mientras las tentativas de suicidio en mujeres jóvenes suceden de manera impulsiva, ingestión de fármacos y otras sustancias a modo de huida de un problema emocional que provoca malestar y sobrepasa sus recursos para sumirlo.
El suicida es quien hace una llamada de atención con diversas finalidades: vengarse de alguien, mostrar que se encuentra desesperado, clama por ayuda, averiguar quienes lo quieren, huir de algo insoportable o mostrar intenso afecto por una persona. Con frecuencia el suicida se enfrenta a dos alternativas: desea morir si su vida continúa de la misma manera y desea vivir si se producen cambios significativos en ella (Blasco-Fontecilla).
Suicidio una dolencia mental
El suicida es un enfermo aquejado por problemas de tipo mental que recurre al extremo de quitarse la vida cuando ésta le resulta insoportable y encuentra en la muerte la única vía de escape. Frente al padecimiento de una enfermedad psicológica somatiza los síntomas en una variedad sintomatológica física y, aunque el 80% de quienes consuman el suicidio sufren trastornos mentales, no siempre es así, según la Federación Mundial de la Salud, 2010. La depresión y la bipolaridad está presente en el 80& de los suicidios, con estados anímicos de melancolía y sentimientos destructores ya que la soledad y la auto agresividad se potencian entre sí y frenan el instinto natural de vivir. En un 20% los sujetos depresivos pueden intentar un suicidio cuando son personas mayores, viven solas y lo han intentado anteriormente. La anorexia es otro trastorno de conducta ligado al suicidio, de manera especial en mujeres jóvenes que no consiguen alcanzar la perfección física mediante la delgadez. La mujer anoréxica suma a su depresión, la falta de esperanza vital.
El suicidio es un hecho probable en circunstancias de depresión o trastorno bipolar o en casos adictivos de anorexia, en mujeres. El riesgo de suicidio en hombres persiste en personas diagnosticadas con un trastorno mental. No obstante, hay suicidios imprevisibles que son espasmódicos, un impulso intempestivo que se convierte en acto suicida.
Especialistas recomiendan permanecer alertas a evidentes signos de alarma: intentos previos de suicidio; antecedentes de suicidio en la familia; expresión verbal, más o menos explícita, de un sufrimiento desbordante y del propósito de matarse, mucho más aún cuando hay una planificación de la muerte, cambios en el testamento o notas de despedida.
Ante una conducta suicida de un familiar o un amistad cercana, sobre todo si ha sido reciente, el riesgo de consumación del suicidio aumenta en las semanas posteriores. Por lo que es preciso un seguimiento exhaustivo en las primeras semanas -ayuda terapéutica, red de apoyo familiar y social, organizaciones comunitarias- y una atención específica a los problemas psicológicos o trastornos mentales planteados. Es imprescindible prestar atención a la visión en el túnel del suicida, que no ve otra salida, por lo que hay que abrirle el horizonte, hacerle ver que no está solo y que siempre hay caminos alternativos. Es de vital importancia, dicen los expertos, prestar atención específica a los problemas actuales del paciente, a las situaciones de estrés, a los trastornos mentales, a las enfermedades físicas, al consumo de alcohol/drogas y a la presencia de ideación suicida. Por último, Se debe poner un gran énfasis en la prevención primaria con los niños y adolescentes en la familia y en la escuela. Es imperativo prestarles apoyo afectivo incondicional, acostumbrar a los adolescentes a que pidan ayuda cuando la necesiten y enseñarles a afrontar emociones y situaciones negativas, porque los adolescentes tienen una tendencia a dramatizar. Muchos jóvenes que se quitan la vida lo han hablado antes o avisan, de una forma u otra, de su posible suicidio. Cualquier anuncio de muerte autoinducida debe encender siempre una luz roja de alarma.
Prevención del suicidio
Aunque el suicidio -según los especialistas- siempre ha estado rodeado de una aureola de silencio y de miedo al efecto de contagio, y que esto puede impedir los esfuerzos de prevención, hay que ver los aspectos positivos: para el suicida lo importante no es liberarse de aquella situación de angustia, sino que más bien se centra en aquello que desea lograr: tranquilidad, paz, felicidad. Todos estaremos de acuerdo en que, prácticamente, a priori ninguna persona quiere morir. La gran mayoría de las personas concibe al proceso de muerte como lo más terrible que le puede suceder a un individuo. El objetivo principal de cometer el acto suicida es superar la angustia presente de manera rápida. Por tanto, aunque parezca ilógico, se puede colegir que para un suicida el objetivo principal de suicidarse es vivir plenamente, aunque suene paradójico.
El suicida enfrenta la vida y la muerte. Entre esos dos polos se gesta la decisión de terminar con la propia vida; en la dialéctica suicida, el miedo a vivir y sufrir, por un lado, y el miedo a morir por el otro, serían los dos extremos existentes.
El objetivo suicida suele ser morir, pero además comenzar a vivir de otra forma la vida. Diversos autores sostienen que la conducta suicida es “un acto de vida y no de muerte”. Quien decide suicidarse añora liberarse de sus problemas, volver a un estado de seguridad, en el fondo de su ser subyace un ferviente deseo de vivir.
Una guía de las diversas manifestaciones de una actitud suicida indica que el comportamiento suicida es cualquier acción que pudiera llevar a una persona a morir bajo estas circunstancias: trastorno bipolar, trastorno límite de la personalidad, depresión, consumo de drogas o alcohol, trastorno de estrés postraumático, esquizofrenia, historial de abuso sexual, físico y emocional, cuestiones de vida estresantes, problemas financieros o en las relaciones interpersonales.
Los profesionales indican que muchos de los que cometen intento de suicidio están buscando alivio a sentirse avergonzados, culpables o una carga para los demás, sentirse como víctimas, sentimientos de rechazo, pérdida o soledad. Los comportamientos suicidas ocurren por una situación o hecho que el suicida ve como agobiante: el envejecimiento, la muerte de un ser querido, el consumo de drogas o alcohol, un trauma emocional, enfermedades físicas graves o dolor, el desempleo o los problemas financieros.
Los factores de riesgo del suicidio en adolescentes incluyen acceso a armas de fuego, miembro de la familia que cometió suicidio, antecedentes de autoagresión deliberada, antecedentes de abandono o maltrato, vivir en comunidades en donde ha habido brotes recientes de suicidio en personas jóvenes, ruptura sentimental. Las estadísticas señalan que los hombres son más propensos que las mujeres a morir por suicidio, mientras que las mujeres son dos veces más propensas a intentar suicidarse.
El suicida manifiesta diversos síntomas que hay que tomar en cuenta: dificultad para concentrarse o pensar claramente, regalar las pertenencias, hablar acerca de marcharse o la necesidad de «dejar todos mis asuntos en orden», cambio repentino en el comportamiento, sobre todo calma después de un período de ansiedad, pérdida de interés en actividades que solía disfrutar, tener comportamientos autodestructivos, como tomar alcohol en exceso, consumir drogas ilícitas o hacerse cortaduras en el cuerpo, alejarse de los amigos o no querer salir, tener problemas repentinos en el colegio o el trabajo, hablar acerca de la muerte o el suicidio o incluso declarar el deseo de hacerse daño, hablar acerca de sentirse sin esperanza o culpable, cambiar los hábitos alimentarios o de sueño, preparar maneras de quitarse su propia vida, como comprar un arma o muchas pastillas.
Ante un evidente comportamiento similar de un familiar llame de inmediato al 911 o al número local de emergencias o si alguien que usted conoce ha intentado suicidarse. NO deje a la persona sola, ni siquiera después de haber pedido ayuda. Cerca del 10% de las personas que amenazan o intentan suicidarse finalmente se quitan la vida. Consulte a un especialista médico de inmediato si usted o alguien que conoce tiene pensamientos suicidas. La persona necesita ayuda especializada inmediata. NO piense que la persona solo está tratando de llamar la atención.
Una norma obligatoria para todo ser humano: Nunca ignore una amenaza o intento de suicidio.