La potestad de todo pueblo es conservar su memoria histórica. En tal sentido una novedad positiva tiene lugar en la ciudad de Quito. El artista quiteño, Pavel Égüez, ha comenzado a trabajar en el mural Bicentenario en conmemoración de los 200 años de la Batalla de Pichincha. El mural tendrá un área total de 597,87 metros cuadrados, dividido en una sección de 45,50 por 5,4 metros y otra de 45,50 por 7,50 y estará ubicado en la fachada oriental del edificio de la Prefectura de Pichincha. El material que se usará en el mural es de cerámica policromada pintada a mano, con pigmentos minerales, previa limpieza del muro.
Con la pertinencia que asiste al Consejo Provincial de Pichincha, como entidad de representación popular llamada -como ninguna otra- a preservar la memoria histórica de la provincia, asignó a Égüez la realización de la obra; y el pintor, en derecho de ofertar su trabajo y cotizarlo conforme las características técnicas y laborales de la magnitud de un mural de las mencionadas características, presentó la oferta que la entidad aceptó en el marco de sus facultades legales y burocráticas. La prefecta, Paola Pabón, en respuesta a ciertas críticas de sus detractores, en conversatorio con la prensa señaló: “Exigimos respeto a esta institución y su autoridad, basta de linchamiento mediático, de ataques infundados, incluso improperios personales, no más misoginia en este país. (…) no nos van a interrumpir, vamos a seguir trabajando”, aseveró.
Égüez ha manifestado que la obra será realizada con técnicas muralísticas aprendidas en años de aprendizaje y trabajo junto a muralistas de reconocimiento mundial, los mexicanos Diego Rivera y Álvaro Siqueiros, y los maestros ecuatorianos, Oswaldo Guayasamin y Eduardo Kingman.
Él artista ha realizado diversos murales en diversas ciudades del país y el extranjero, aplicando características técnicas propias del muralismo, obras que no solo llamen la atención de la gente sino también que despierten sus emociones.

El mural Grito de la memoria, es una reflexión crítica sobre las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad en Ecuador y Latinoamérica, emplazado en edificio de la Fiscalía en Quito. La memoria insumisa de Égüez ha plasmado en cerámica diversos relatos estéticos, un camino de pintura humanista y denuncia que tiene un fin fundamental: Égüez pinta un cuadro y hace un gran mural, como un trabajador constante, un devoto de su oficio.

El mural Grito de los excluidos, es el clamor colectivo por la inclusión social, y la obra mural Simón Bolívar, en la Universidad Andina, relieva la figura del libertador en la sede de la casa de estudio latinoamericana. El compromiso social del arte se plasma mejor que en ninguna otra expresión artística, en el mural creado en la pizarra del pueblo, en la calle junto a la gente común en extraordinario alegato por la justicia y los derechos colectivos. Será por esto que el mural anuncia y denuncia con nombre y domicilio al tirano, identifica a los mártires de las guerras y la tortura, haciendo justicia a los héroes populares.
Estos componentes están presentes en el mural del Bicentenario de la Batalla de Pichincha, la historia de dos siglos, el protagonismo de los pioneros libertarios, el rol de la mujer ecuatoriana en la independencia latinoamericana, que no solo sumó su pasión y su inteligencia junto a los libertadores, sino su valor generoso hasta ofrendar la vida.
El mural de Égüez relieva la estatura de los protagonistas de una gesta que no comenzó el 24 de mayo de 1822, sino que ese día consolidó un sueño libertario acuñado en el ideario de Espejo, y se materializó en el primer grito libertario de la ciudad de Quito hasta en la última gota de sangre patriota y victoriosa en las alturas del Pichincha.
Égüez plasma en cerámica un sueño que tuvo la virtud de ser primero semilla de una realidad que hoy el país debe preservar en la transformación de su ser histórico. Cuando el próximo 24 de mayo se devele el mural Bicentenario, será un grito en la pared del pueblo quiteño y pichinchano, con una resonancia histórica que nos recordará, imperecedera, lo que somos.
La obra de Égüez por el Bicentenario recogerá todas las cualidades del mural. El carácter público de una obra desplegada en espacios exteriores o interiores de gran presencia popular. La polianguralidad, es decir, que en un mismo plano haya distintos tamaños y puntos de vista. La posibilidad de plasmar una historia en el motivo del mural. La monumentalidad de la obra que supone que tenga dimensiones magnificas. Y el colorido profuso de una obra destinada a llamar la atención del transeúnte. El desafío de un mural es vencer al tiempo, a través del uso de técnicas de relieve escultórico, las teselas, el mural cerámico y la pintura mural. Ya que lo fundamental, en opinión de Egüez, es la perdurabilidad de la obra que debe trascender material y culturalmente su tiempo; en tal sentido es trabajada con materiales nobles y perdurables para conservar la textura y el color indemnes ante las inclemencias climáticas del tiempo y vencer así su transcurso en la memoria histórica de un pueblo.
Égüez, con plena conciencia de su compromiso estético y cívico, crea este nuevo relato en un mural que será un monumento a la memoria libertaria de la cuidad y del país. En respuesta a un arte contemporáneo cuya consigna permanece desprovista de cualidades artísticas y sin compromiso real, Égüez cuestiona en su obra esa banalidad para convertirla en un alegato por los derechos del pueblo ecuatoriano a conservar en su memoria los acontecimientos que conforman su ser histórico. Esta obra de Égüez no precisa de otras justificaciones, habla por sí misma, confirma lo que debe confirmar y rebate lo que está llamada a rebatir. En Pavel Égüez, la pintura ha sido medio y un fin, un recurso estético para expresar la nobleza humana de asumir una causa nacional; y como trabajador del arte, asumir la pasión creativa que nace en su espíritu observador y crítico que se plasma en imágenes creadas con destreza técnica, perseverancia y maestría y reflejan su deambular como testigo del mundo.