Nos obstante que millones de mujeres en el mundo sitúan el amor en el corazón como un fenómeno que tiene lugar en el músculo cardiaco, la psicoanalista Alexandra Kohan lo consigna como un hecho relativo a decisiones racionales adoptadas por el cerebro y la ideología que reivindica el amor como figura de lo incierto y lo insondable que confronta con las seguridades del capitalismo y sus llamados imperiosos a ser feliz. Postura analítica que incomoda, de paso, al autodenominado progresismo y a sectores del feminismo actual.
Entre los discursos hegemónicos, Kohan considera aquellos que aparecen asociados a lemas del capitalismo en su etapa más atroz. Para ello se vale de citas a Platón, Freud, Lacan, Barthes, Anne Dufourmantelle y Anne Carson y de canciones de la cultura popular de Fito Páez o Charly García. La psicoanalista se opone a la insistencia de sectores que se autodefinen progresistas de que, en el amor, como en el trabajo, el mercado o la vida, cada uno se las tiene que arreglar solo. Estos discursos sobre el amor se obstinan en un individualismo que para mí no es más que una expresión más de la rotura del lazo social, señala Kohan quien advierte que de esa manera estamos más alienados que nunca por la propaganda de que si uno se las arregla solo está siendo exitoso, feliz, independiente. Ideas tales como “el amor propio”, pretenden el empoderamiento de las mujeres en la pareja, denuncia la psicóloga, discursos que muchas veces difunden ciertos sectores de los feminismos que terminan funcionales al capitalismo más salvaje y nos deja a todos un poco más solos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el neoliberalismo es una doxa – término que usamos tanto de manera poco rigurosa- que mejor sigue siendo reemplazar por un capitalismo feroz que subraya y exacerba el individualismo.
Lacan en los años 60 había advertido que el capitalismo deja afuera las cuestiones del amor, porque el amor confronta con lo contrario que nos ofrecen los discursos productivistas. La idea de que el otro nos hace falta, de que tenemos agujeros y no somos completos, de que somos frágiles es contraria al capitalismo. El amor puede ser un refugio de esa tiranía que nos pretende todo el tiempo completos, fuertes, seguros y productivos, consigna Kohan en su análisis.
El empoderamiento femenino que viene de la idea del feminismo estadounidense es cuestionado por Kohan por considerarlo alienado al discurso de la producción. Opuesta al feminismo liberal que postula que antes a las mujeres les pisaban la cabeza los hombres y ahora son las mujeres las que tienen que pisar las cabezas a otras mujeres, Kohan frente al empoderamiento femenino se muestra más interesada en subrayar la fragilidad como lugar de emancipación.
No es la debilidad del género como se pensaba antes, no es el sexo débil, es la posibilidad de pensar en un contexto en que no se nos inste a estar empoderadas, manifiesta Kohan, porque siguiendo la noción de poder en Foucault, no existe la noción de empoderarse y al mismo tiempo pretender la igualdad ni la equidad, resulta mejor revisar los lugares de poder que ocupan las mujeres donde parece que las mujeres son buenas y los hombres son malos. Antes era por biología y ahora por construcción social, se confunde al varón con el patriarcado. La psicoanalista se opone a la idea de un retorno feroz a la anatomía y a la esencialización del género que hay que disolver.
Por definición, Kohan desconfía de los discursos que se elevan al status de verdad y de lo políticamente correcto porque, simplemente, confiesa desconfiar de las nociones que, de tan utilizadas, pierden sentido. Por ejemplo, el discurso de la empatía que está en todos lados. Se reclama empatía como si con ello se terminaran los males del mundo. Eso es risible cuando pasa a la industria del mercado. Esas remeras que dicen que hay que ser empático, se burla Kohan. O empresas como los bancos que dicen que empatizan con las personas. (El cuento del banco que dice que “piensa más como persona, que como banco”) Generalmente, la empatía viene asociada con el eslogan “hay que ponerse en el lugar del otro”, cuestión que resulta problemática, ya que es imposible ponerse en el lugar del otro porque requiere la condición de sacar al otro de su lugar, concluye Kohan.
Estamos viviendo épocas en donde parecería que el imperativo es evitar conflicto en nombre de la tolerancia. Hay un rechazo permanente a las pasiones que lo que termina produciendo es un arrasamiento de la posibilidad de la discusión y de un encuentro. Como escribió Pasolini, “la tolerancia ha convertido en muy poco tiempo el sexo en algo triste y obsesivo. La represión del poder tolerante es de todas las represiones la más atroz”.
El discurso capitalista alimenta la idea de que siempre hay que saber hacia dónde se va. Hace hincapié en los proyectos de vida, la vocación, los objetivos y la productividad. Incluso de empastillarte para cubrir el dolor y seguir produciendo. Frente a la necesidad de certezas, seguridades y de una vida con garantías del capitalismo, lo que el psicoanálisis viene a enseñar es que no hay saber del otro que garantice y que no hay posibilidad de una certeza anticipada. Pero es en los pliegues de lo incierto donde se abre un espacio para que irrumpa el amor y el deseo. Por eso hay que recuperar la idea de que el amor es inasible, insondable, que no puede proyectarse, protocolizarse y calcularse en términos de mercado o de posibilidad de daño. El amor tóxico le resulta a Kohan uno de los conceptos más deleznables instalado en los últimos años. No casualmente lo divulgó un pastor evangelista, dice, parece implicar que el tóxico siempre es el otro, que porta alguna toxicidad. El que te puede contagiar es el otro que parece siempre como la amenaza, uno no se piensa a sí mismo como portador asintomático de covid. De manera análoga, el concepto de amor tóxico nos saca de encima la posibilidad de ser portadores de algún veneno, la responsabilidad recae en el otro.
En el amor -concluye Kohan- no se puede calcular. Ocurre. Siempre hay riesgo y posibilidad de que el otro te dañe. Como dice Fito Páez: “Solo sé que yo no sé/ cuidarte de mi amor”.