No debe extrañarnos que en tiempo de pandemia el cine hollywoodense nos muestre una sátira fílmica acerca de cómo el poder político y mediático aborda una crisis social ante los desastres naturales. El filme No mires arriba (Don’t Look Up), distribuido por Netflix, servicio de streaming que ofrece películas y series conectadas a Internet, es promocionado por la empresa de entretenimiento como un ejercicio de marketing para resarcirse de anteriores tropiezos con películas precedentes.
El resultado es que todo mundo está hablando de esta película. Con un lenguaje sencillo, el filme No mires arriba llega a un público masivo que sin mayor dificultad identifica el mensaje directo de una trama donde se sugiere una similitud de un cometa que amenaza a la humanidad con el coronavirus, en una analogía catastrófica establecida sin ambages.
Una joven de 15 años, mi nieta Romina, calificó a la película como “una buena crítica a la inmadurez del poder”, intuyendo qué hay detrás de quienes toman decisiones en el mundo, y se burlan minimizando los esfuerzos de una estudiante adolescente por hacer sentir su angustia e impotencia al no ser escuchada. El personaje protagónico, Kate Dibiasky, con quien la espectadora -también adolescente- termina identificándose, es una joven estudiante de posgrado en Astronomía, obsesionada por ser oída por la presidenta de los Estados Unidos, una cadena televisiva que banaliza la información y un ricachón capitalista que no reaccionan ante una amenaza planetaria. La joven estudiante al inicio de una jornada normal, hace un descubrimiento catastrófico, junto con su profesor, el Dr. Randall Mindy: un cometa de 5 a 10 km de ancho está en curso de colisión directa con la Tierra. Es un evento que podría llevar a la extinción humana y, por lo tanto, después de hablar con la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria de la NASA, se van a Washington para hablar con la Presidenta norteamericana, Orlean, personaje cínico que no ve más allá de las encuestas electorales y de su propio ombligo.
Como una típica película catastrofista sobre el fin del mundo, la cinta describe los planes para llevar a cabo un heroico intento de salvar la Tierra ante el asteroide que impactará contra el planeta y generará tsunamis y terremotos que arrasarán con la vida y con nuestra especie. Y solo quedan seis meses para que ocurra. En estos tiempos, el filme suena horriblemente verídico, incluso en sus momentos más ridículos cuando la película no abandona una diatriba a las redes sociales y a los programas basura. En ese contexto, los medios de comunicación parecen limitarse a bombardear a los espectadores, oyentes y lectores con mensajes carentes de contenido, que edulcoran la realidad o la ignoran al completo. La crítica cinematográfica especializada, en su versión más ácida, señala que No mires arriba es una “sátira sobre la estupidez, el trumpismo, el negacionismo…y un asteroide. No es una caricatura de los absurdos. Es la realidad pareciendo una caricatura».

La sátira del poder
La película de Netflix es una sátira a cómo el gobierno norteamericano – ¿el republicano de Trump? – reacciona y reaccionó ante una crisis. Valiéndose de una sugestiva metáfora de la pandemia, una analogía de la crisis planetaria sirve de argumento contra el negacionismo trumpista. También el filme es una sátira a la banalización que los medios televisivos hacen de las noticias, una crítica trivial a los poderes fácticos, pero efectiva porque posiciona un mensaje claro: frivolidades del poder político, económico y mediático frente al drama de la realidad social. Un drama, no obstante, tratado como comedia, en el filme de Adam McKay.
Al final del día, el filme resulta ser un montaje histriónico de montajes del poder oficial, una banalidad acerca de la banalidad de los medios. El filme apela a un humor, a ratos gratuito, que se vulgariza con algunos chistes que desentonan, que se vale de bromas recurrentes para satirizar la realidad de un drama, a través de un guión que no escatima argumentos burdos para posicionar el mensaje de una trama inverosímil. Ejemplo de ello es que una estudiante de posgrado en Astronomía, descubre antes que el sofisticado staff profesional equipado de la más alta tecnología de la NASA, un asteroide que colisionará contra el planeta.
La crítica reclama al filme que “pudo ser más sutil”, develando que es “una crítica bastante directa a temas como el manejo de las autoridades, los medios de comunicación, las empresas privadas y el público en general de las crisis modernas”. Los medios de derecha han apuntado al tono de ‘sermón’ que toma el filme en su última parte. Otros consideran que la película, simplemente, no termina de hacer muy bien la tarea en lo que a la sátira corresponde. Sin embargo, la cinta alcanzó los 111 millones de horas en su primer fin de semana, entre el 27 de diciembre y el 2 de enero. No mires arriba suma 263,32 millones de horas reproducidas en apenas diez días.
Sin duda a ello contribuye una constelación de estrellas hollywoodenses en la pantalla, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Timothée Chalamet, Meryl Streep, Jonah Hill, Cate Blanchett, Mark Rylance y Rob Morgan, que a ratos opacan al cometa en cuestión. No mires arriba, película de gran reparto, pero mediocre; no obstante, con un resultado efectivo en sintonía con un público masivo que asimila el mensaje y lo hace suyo: la respuesta social frente a la eventualidad de una catástrofe. El caos citadino reemplaza al pánico popular, la ansiedad da paso a la curiosidad ciudadana frente a un desastre natural que devela el drama de un pueblo mediáticamente desinformado, políticamente manipulado y culturalmente alienado desde el poder, como el estadounidense.
Netflix nos trae a inicios del 2022 una nueva narrativa que promueve un activismo ecologista de emergencia absoluta y de masiva movilización ciudadana, y Hollywood parece responder a las llamadas desesperadas del director general de la ONU, Antonio Guterres: “Quiero a toda la sociedad presionando a los Gobiernos para que entiendan que deben ir más rápido, porque estamos perdiendo la carrera, las consecuencias de los desastres naturales son cada vez más devastadoras”.
Entre líneas la película nos advierte de la indefensión en la que vivimos frente a esos desastres, sin un Estado que responda a los requerimientos ciudadanos y con poderes mediáticos y supermillonarios privados que no se inmutan ante el drama colectivo de la sociedad.
El filme extiende una irónica invitación a sus espectadores: No mires arriba, en las altas esferas el poder, porque no serás escuchado.