“¿Qué podré yo llamar eternidad, sino a todo aquello que forzosamente habrá de continuar después de mi muerte?”, se preguntó en una ocasión Camus. El hecho sucedió poco tiempo antes de su muerte acaecida en un accidente automovilístico el 4 de enero de 1960 en una carretera de Borgoña.
Se cumplen 62 años de su absurda muerte. como el mismo la calificara en referencia a la noticia del deceso del ciclista cinco veces ganador del Giro, Fausto Coppi ocurrido el día anterior. Camus viajaba en un automóvil junto a su editor Michel Gallimard, cuando el vehículo perdió pista luego de estallar un neumático. Fue tan aparatosa la maniobra que el coche se estrelló en un árbol y se partió en tres partes. Camus murió instantáneamente y su cuerpo fue rescatado entre el amasijo de hierro, en tanto su acompañante salió con vida junto a su hija y su mujer. La noticia fue difundida tardíamente en Francia, debido a una huelga de los medios de comunicación, no obstante, la radio francesa relató: «El estupor ahondaba dolorosamente en nuestra carne conforme íbamos tomando conciencia del tremendo e inesperado drama».
De la fama al absurdo
Albert Camus había alcanzado la fama mundial a sus 44 años, tres antes de su muerte, al consagrase como el escritor más joven en obtener el Premio Nobel de Literatura -que rechazó-, en reconocimiento a una obra que, según su propio autor, no había hecho más que empezar. Una obra que incluiría las novelas El extranjero (1942), La peste (1947), La Caída (1956), entre otras.
El autor francés gozó de reputación intelectual, además, como pionero del existencialismo europeo, corriente filosófica que desentraña los absurdos de la vida y de la muerte. El propio Camus se sabía condenado a muerte por una afección pulmonar incurable que lo asechaba con graves crisis previas, y por el mal de Koch, latente en su organismo a punto de surgir como un zarpazo imprevisto.
Sin embargo, nada hacía prever que Albert Camus iniciara tan inesperada como prematuramente, un viaje por la eternidad que él había vislumbrado en un fin tan absurdo como imprevisible. La intelectualidad mundial lamentó su muerte ante “la pérdida del joven maestro de la joven élite europea como una de las mayores que podían sufrir en estos momentos las letras francesas y que toda la juventud ha de llorarla”.
No en vano, Camus, es el autor de los jóvenes y para los jóvenes, con una obra cada día rejuvenecida en su lúcida descripción de un mundo anquilosado de senectud.