Por Pablo Salgado J.
El 2021 no fue un buen año para el Ecuador. El nuevo gobierno incumplió sus promesas de campaña. Se profundizó la pobreza, el desempleo y la inseguridad. El proceso de vacunación no pudo ocultar la crisis carcelaria, las cuentas en paraísos fiscales, la elevación del precio de los combustiles y el constante deterioro en la calidad de vida de los ecuatorianos. Lo mismo sucedió en el sector de la cultura y los patrimonios. Continuaron los recortes presupuestarios, el desmantelamiento de las entidades de cultura y la precarización de los artistas y gestores culturales.
No ha sido un año pródigo para la cultura. Hay demasidados damnificados. La precariedad ha generado un altísimo impacto en centenares de artistas y gestores culturales. Un costo demasiado alto. Historias de vida que duelen y conmueven. Artistas que han debido dejar su lugar de residencia para encontrar una oportunidad en otras provincias. Artistas que han debido guardar sus trajes y dedicarse, por ejemplo, a cocinar, o salir a repartir comida. O aprender a administrar bares, hoteles o restaurantes. O trabajar en los negocios y empresas de parientes y familiares. Aquello que justo no querían realizar. Artistas y gestores que han debido postergar sus sueños, su formación y su creatividad.
El modelo neoliberal impuesto por el presidente Lasso se reflejó también en la cultura. Así como se atentó contra el Sistema de salud y los hospitales que se quedaron sin medicinas también las entidades de cultura sufrieron recortes en sus presupuestos de inversión y despido de personal técnico. Se trata, además, de librar una batalla cultural para imponer el nuevo modelo: nada en lo público, todo con lo privado. Un gobierno que privilegia a los grupos empresariales en desmedro de la mayoría de ecuatorianos. La batalla cultural implica el desterrar cualquer atisbo de pensamiento crítico. Los artistas se convierten en emprendedores y clientes. Los parámetros son la productividad y la rentabilidad. Y el público es un mero consumidor de objetos y servicios culturales. Es la industria cultural que debe aportar al PIB. De ahí que, al gobierno no le interesa cumplir con los mandatos de la Ley orgánica de cultura. O peor, consolidar o fortalecer los procesos de organización que surgen en tiempos de precariedad y pobreza.
A mitad del año se produjo el cambio de gobierno. Pero el ascenso del presidente Guillermo Lasso no significó un cambio para la cultura y los patrimonios. Continuaron los recortes, el desmantelamiento y el incumplimiento de la Ley orgánica. Y se profundizó -como ya dijimos- la precariedad en el sector cultural. La ministra María Elena Machuca -ausente y siempre poco informada- no logró disipar los cuestionamientos que surgieron tras su designación. Y, como bien señala Paola de la Vega: “El lenguaje de los derechos culturales no está en el Ministerio. Mas bien el Ministerio cumple un rol de dama de la caridad. No se piensa en el fortalecimiento del sector cultural, sino que se sigue pensando en clousters, en emprendimientos, etc. Son prácticas clientelares y asistencialistas sobre los procesos comunitarios. Y su mirada es folclorizante, como una vitrina de exhibición, sin entender lo procesos sociales y organizativos que se están gestando.”
El Ministerio de cultura y patrimonio no ha sido capaz de elaborar, y peor implementar, un mínimo proyecto que, precisamente, articule -en el propio ejecutivo- este modelo neoliberal de gestión cultural. Apenas si el ministro de la producción, Julio José Prado, anunció en sus redes sociales que está trabajando en un proyecto para las industrias culturales vinculado con la denominada economía naranja. Pero nada más. Ningún proyecto para mitigar la precariedad y peor para reactivar la economía y generar empleo en el sector de la cultura. El propio Ministerio de cultura informó que las pérdidas en el sector fueron de 225 millones de dólares. Pero nada propuso para compensar esas pérdidas. Y dejó que los artistas y gestores se arreglen como puedan.
No olvidemos que el presupuesto del Estado para el sector cultura es de apenas el 0.12%. Pírrico e indignante. Y revela la poca importancia que el gobierno otorga a la cultura. Pero, además, en el presupuesto del Estado para el 2022 se produce un recorte del 3% al presupuesto de la Casa de la Cultura y otras instituciones. Un monto insignificante, algo más de 500 mil dólares para el presupuesto general, pero de un alto impacto en la asignación a la Casa de la cultura. Ese monto financia a tres núcleos provinciales. Por tanto, el daño con ese recorte es enorme. ¿Cuál será la actitud de la Casa, y los artistas, frente a este recorte?
El Ministerio de cultura y patrimonio
La ministra de la cultura Ma. Elena Machuca anunció en su “informe” de fin de año que “cumple lo que promete” (sic) y mencionó cuatro logros en su gestión: el Festival de Artes Vivas de Loja. El Teatro del barrio, la incorporación del pasillo a la Lista representativa del patrimonio inmaterial, y una Cruzada por los patrimonios (sic). De los cuatro, apenas uno es iniciativa de este gobierno, el Teatro en el Barrio. El presidente Lasso afirmó en su lanzamiento: “Todos los barrios del Ecuador se llenarán de arte, de teatro, de danza, de música,” Pero a la hora de la hora se redujo a otro fondo concursable, tan mal implementado que, luego de 4 meses, aún no terminan de asignar el escaso 1 millón 274 mil dólares. Fondos entregados a colectivos y fundaciones. Obvio que en algo aliviará la situación económica de la agrupación beneficiada, pero no generará ningún impacto en la sociedad, y peor en los barrios del país. Tal como ya sucedió con sus proyectos hermanos Arte para todos y Arte en el aula, ejecutados en el gobierno de Lenín Moreno.
La declaratoria del pasillo es un proceso iniciado hace 9 años y que culmina hoy; su expediente técnico se elaboró, y remitió a la UNESCO, hace ya dos años. Eso si, nadie sabe para quien trabaja. Lo que si le corresponde ahora al Ministerio de Cultura es ejecutar el plan de salvaguarda que contiene el expediente técnico. Para ello se requiere que, a la brevedad posible, el Ministerio asigne un presupuesto digno. Caso contrario, la declaratoria solo servirá para las fotos y los discursos de las autoridades.
El caso del Festival de Artes Vivas de Loja, es peor. En la anterior edición presencial su presupuesto fue de 1 millón 600 mil dólares, para este año el Ministerio de cultura lo redujo a la escuálida cantidad de 200 mil dólares. Más evidencias del permanente recorte a la actividad cultural. Y aquello de “cruzada por los patrimonios” parece una burla. Las dos edificaciones que se han restaurado forman parte también de la planificación y ejecución de gobiernos anteriores.
En estos siete meses de gestión, son escasas las iniciativas y propuestas que ha generado el Ministerio. Nulo acercamiento y ninguna empatía con el sector. Reuniones que provocan más desilución y desesperanza. Y, en verdad, poco se espera ya de la actual administración en el Ministerio de cultura. Cero líneas de política pública, ningún plan para la reactivación del sector y peor para mitigar el desempleo cultural. Como señala el escritor Iván Egüez: “La actividad cultural es incesante por parte de sus gestores y actores reales. Es una labor contra viento y marea, sin ningún incentivo ni apoyo del sector estatal, con un Ministerio de cultura que no se sabe si todavía existe o, con razón, ya fue suprimido. Desde hace muchos años el estado vive en relación con la actividad cultural, una inopia permanente, cada año es peor que otro.”
Hoy, toda la “gestión” del Ministerio de cultura se remite a fondos concursables. Y surge otra inquietud, ¿con qué criterios y bajo que parámetros se están manejando los recursos del Fondo Nacional de Cultura? Y no olvidemos que el Instituto de Fomento Creatividad e Innovación, IFCI, con su directora, se enfrascó en una inútil rencilla con los actores y gestores al menospreciar a quienes han accedido a los fondos concursables y trabajan, desde hace años, en la gestónn cultural.
Y otra vez el mismo discurso y la misma retórica: “Vamos a ayudar a los artistas a generar esa economía nueva, esa economía creativa que toda la riqueza cultural del Ecuador puede dar,” afirmaba la Ministra Machuca al inicio de su gestión. Pero lo que tenemos es mas bién un Ministerio ausente y alejado de las necesidades y demandas de colectivos, artistas y gestores. La ex directora del MUNA, Ivette Celi señala: “Trabajo en el Ministerio no se ha visto. Hay un estancamiento y un desentendimiento. No hay planificación. Tampoco encuentro trabajo con los organismos internacionales, ni siquiera con el Sistema Iber, del que Ecuador forma parte. No se generan procesos. Lo único que he visto son campañanas en las redes sociales para promocionar fotografías de las reuniones y viajes de la ministra.”
Tampoco el Ministerio de cultura ha participado en las leyes y proyectos de reformas que el Ejecutivo ha remitido a la Asamblea. Tampoco ha modificado la engorrosa normativa de incentivos tributarios para que la empresa privada auspicie eventos culturales. Nada. Y lo que es más grave, el Ministerio no se ha enterado -al decir de la ministra- del proyecto de reforma a la Ley orgánica de culltura que se tramita en el Asamblea Nacional.
Y, por si fuera poco, los procesos públicos de designación de directores de los institutos han sido seriamente cuestionados, al punto que el Ministerio debió dar de baja el proceso para la dirección del INPC. Procesos que, después de 7 meses, siguen pendientes.
Renovación en la Casa de la Cultura Ecuatoriana
Un hecho cultural significativo que nos deja el 2021, es la renovación iniciada en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, como consecuencia de las elecciones en todos los Núcleos provinciales, con excepción del Guayas. Elecciones marcadas también por la opacidad y las acciones de protección interpuestas por los artistas ante la poca transparencia y la obligación de presentar una carta para ejercer el derecho al voto. Y nuevamente hay que decirlo, renovación que fue posible gracias a la activa participación de los artistas y gestores culturales. Una acción de protesta del colectivo Mafia Discidente, en los exteriores de la Casa, provocó la activación de los artistas que se propusieron terminar con las candidaturas de Camilo Restrepo y Luis García, que pretendían la reelección. Una participación, masiva y firme, dio al traste con esa pretención. El Frente por la Unidad de las Culturas, FUC, con Andros Quintanilla ganó el Núcleo de Pichincha, y Fernando Cerón se impuso como nuevo presidente de la Sede Nacional, terminando así con las viejas prácticas de la gestión que convirtieron a la Casa en una institución ineficiente, obsoleta, patriarcal y alejada de los artistas y de la ciudadanía. Difícil y compleja tarea tienen las nuevas autoridades; la transformación de la Casa es urgente y no hay espacio para la demora y peor para el fracaso.
El cambio de mando presidencial no marcó ninguna diferencia con el gobierno anterior. Por el contrario, empeoró. El Plan Nacional del libro terminó con pena y sin gloria. El cierre de este proyecto -plurianual de 4 años- ratificó su rotundo fracaso. Cinco gerentes en 4 años. La Ministra Machuca despidió a Juana Neira y prácticamente se acabó el plan, ya que perdió toda capacidad de ejecución. Incluso las activaciones por zoom de los tambos de lectura, creados en la gestión del primer gerente, los ejecuta la OEI, a cambio, claro, de una comisión del 9%.
Con el Plan terminó también la Feria Internacional del Libro, FIL. Despues de 14 años, Quito vuelve a quedarse sin Feria Internacional de libro. Un espacio tan necesario para el fomento del libro y la lectura. Y para la comercialización, promoción y difusión de libros y autores. De la noche a la mañana, el Ministerio de Cultura decidió que las Ferias del libro son caducas, y simplemente la suprimió. De 600 mil dólares que se invirtió en la última FIL presencial, se pasó a solo 20 mil 300 dólares con la denominada Feria ¿Intercultural? del Libro, organizada en conjunto con el Municipio de Quito. El alcalde Guarderas echó un capote al Ministerio para disimular su desaparición. Quito debe, el próximo año, recuperar su Feria Internacional tan necesaria para el sector editorial. Otra evidencia más de los recortes para la cultura.
Además, en el 2018, el Plan del libro ofreció contar con indicadores de lectura y consumos culturales. Y no, tampoco. Recién se ofrecen para mediados del 2022. La pregunta que algunos se hacen con la desaparición del Plan del libro es: ¿qué sucederá con los 39 tambos de lectura?
Sin duda, es necesario una fiscalización a los gastos del Plan nacional del libro. No solo de los dineros sino de los contenidos que el Plan ha generado. El Ecuador otra vez, el único país de la región sin Plan de promoción del libro y la lectura.
Así, el 2021 no ha sido un año de grandes acontecimientos culturales. Todo se ha restringido y ha sido mas bien casi una heroicidad mantener festivales y encuentros. Hacerlos mas pequeños, pero mantenerlos, más aún si no contaban con auspicios y recursos oficiales, como sucedió con los festivales y bienales de arte urbano, por ejemplo. Festivales y encuentros que siguen vivos y vigentes, gracias también al público que los acompañó, pero, sobre todo, como señala Paola de la Vega, “por la tenacidad de sus gestores y su capacidad para gestar procesos organizativos.”
El gobierno de Pichincha también ha estado ausente en la gestión cultural y patrimonial en la provincia. No ha logrado estructurar una propuesta que permita activar la cultura en los cantones y parroquias. Y tampoco vincularla con el desarrollo productivo o el turismo o los propios patrimonios. Además, los permanentes cambios en la dirección de cultura revela la ausencia de un proyecto coherente y sólido para la gestión cultural. Los elencos musicales animan los actos y las tarimas en parroquias y cantones
La gestion patrimonial en el 2021
En el sector de los patrimonios, tampoco hay buenas noticias. La reducción presupuestaria, la ausencia de líneas de polítia pública y la falta de una agenda de prioridades han marcado este año. Las nuevas autoridades profundizaron la deriva: “En patrimonio, ha sido el año de la ausencia institucional. Parece que en el Ecuador les estorba las colecciones. Y hay que recordarles que los artefactos materiales de la memoria son muy importantes para un país,” afirma Ivette Celi.
La ministra de cultura aseguró, en julio, que entre 8 o máximo 10 semanas se trasladaría la reserva del edificio Aranjuez al edificio del Centro de Investigación del INPC. Pero, aún nada. Las reservas se encuentran enbaladas en cajas. Y ya son mas de dos años cerrada; con la pérdida que esto implica no solo para investigadores sino para la ciudadanía. Pero lo aún más lamentable y grave es que para intentar “solucionar” el problema -del edificio Aranjuez- se destruye el Centro de investigación de la Memoria y el Patrimonio Cultural, CIMPC, que tanto costó estructurarlo e implementarlo. Destapar un hueco para tapar otro; canibalismo patrimonial. No se puede subsanar un problema destruyendo un Centro tan necesario para la investigación y el trabajo técnico del INPC. Institución que, al ser de control e investigación, debe preservar su autonomía para cumplir eficientemente sus tareas.
Un ejemplo del abandono de nuestros patrimonios es lo que sucede en Zaruma, una de las más hermosas ciudades del país. La destrucción de la ciudad patrimonial es inadmisible. Es la más clara evidencia de la inoperancia e indolencia del Estado ecuatoriano y las autoridades patrimoniales. Tantas veces se advirtió que si no se tomaban medidas urgentes podría suceder una tragedia. Y al gobierno no le importó. Se cruzó de brazos. Al igual que las autoridades provinciales y municipales. Y así podemos seguir: el Tren patrimonial desmantelado y chatarrizado, la lengua Zápara a punto de extinguirse, repositorios sin presupuestos ni personal, ausencia de registro de los portadores de saberes desaparecidos en la pandemia, etc.
La actividad cultural en el 2021
Por todo esto, sin duda, lo más destacado del año que termina, en el sector de la cultura y los patrimonios, son los artistas, creadores y gestores culturales que han resistido y continúan, a pesar de todo, creando y trabajando. La mayor parte de los artistas y gestores no han recibido ni apoyos ni ayudas. Y, sin embargo, continúan empeñados en seguir haciendo arte. A pesar de la profunda precariedad, continúan en la producción artística. Ni el gobierno nacional ni los gobiernos locales han sido capaces de elaborar, peor ejecutar, planes de contingencia para mitigar los impactos de la crisis económica y la pandemia. Y con todo en contra, los artistas han seguido trabajando y resistiendo.
Muchos artistas han triplicado sus esfuerzos para seguir vivos y mantener sus espacios abiertos. Y otros han logrado, incluso, abrir nuevos espacios. Siempre con un gran esfuerzo personal. Y han nacido nuevas formas colaborativas para la gestión cultural. Para estar y caminar juntos. Tampoco el gobierno nacional, como tantas veces ofreció, estructuró un plan eficiente y efectivo para reactivar la economía en el sector cultural. Los artistas y creadores no se han sentido acompañados. Y, lo peor, ni siquiera han sido escuchados.
Realicemos un breve repaso de lo que fue este año que termina en varias actividades de la cultura.
En Quito, los teatros y centros culturales públicos lograron mantener una actividad constante, primero en forma virtual y luego presencial. La Fundación Teatro Sucre sufrió por la falta de recursos y a sus trabajadores y músicos no les quedó mas que salir a la calle y protestar. La pésima gestión de la Alcaldía de Yunda se reflejó en la nula ejecución del presupueto para cultura. La nueva administración, al final del año, se encontró con recursos que le permitió a la Secretaría de cultura estrenarse con un fondo concursable y la Fiesta ¿intercultural? del libro. La ordenanza para la cultura y el espacio público sigue esperando. Y con este son ya seis años. Ojalá la nueva Secretaría de cultura, y su director Juan Martín Cueva, generen líneas de política pública municipal que permita la expedición de la ordenanza y, sobre todo, devolverle a Quito su condición de ciudad cultural y patrimonial.
De la cultura, el sector de la música es uno de los más afectados. Casi todo el año no se permitió volver a los conciertos presenciales. Miles de técnicos, sonidistas y más trabajadores se quedaron sin empleo. Cuando volvieron, lo hicieron con aforos reducidos que no cubría los costos de producción. Y cero presencia internacional, que son los conciertos que permiten una mayor rentabilidad. Y los conciertos virtuales dejaron ya de ser rentables. Los escenarios privados, como la Casa de la Música, al menos lograron mantener una programación constante, aunque sin estructurar una programación anual. Varios Festivales de música se realizaron a pesar de las restricciones. Y penoso, ver a la Orquesta Sinfónica Nacional amenizando la vacunación y los actos protocolarios del presidente Lasso.
Volvieron, eso si, los conciertos para las fiestas municipales. Tanto en Guayaquil, como en Cuenca y Quito. Pero en general los municipios contratan, a dedo, a un afortunado productor y éste arma la programación con sus cantantes y agrupaciones más cercanas. Y así, unos cantan siempre. Y otros deben seguir esperando.
Al final del año, el COE volvió a cancelar los conciertos y actos masivos. A destacar, el trabajo de grupos y cantantes que siguieron grabando y presentándose en los escenarios virtuales, o presenciales, para mantenerse vigentes. Y, sin duda, también merece destacarse la gira de la banda Munn por varios festivales en Chile.
En el cine y el audiovisual, las películas nacionales que se estrenaron siguen sin conectar con el público local. La excepción es, otra vez, una producción de Touché Films: Misfit. Una película comercial que logró mantenerse en cartelera 10 semanas con 86 mil espectadores. Algunas películas nacionales lograron, al menos, ser incluidas en festivales alternativos e independientes; incluso ganaron premios y menciones. Y de nuevo, ausentes en los Premios iberoamericanos Platino. La mayor parte de los festivales, de ficción o documentales, lograron mantenerse y se realizaron, ya sea en forma presencial o virtual.
Las quejas de los actores y actirices por el irrespeto de los canales de televisión a sus derechos no recibieron atención, peor respuesta. Así mismo, la supresión del reglamento de la Ley orgánica de comunicación y el nuevo, y lamentable, proyecto de Ley enviado por el ejecutivo a la Asamblea Nacional, restaron aún más las posibilidades de reactivación de la producción audiovisual.
Para descatar, los colectivos audiovisuales lograron, en la Ley tributaria, que se incluya a la producción cinematográfica y audiovisual en las excensiones al impuesto a la renta.
En Artes visuales lo mas relevante son los esfuerzos de varias galerías de arte, tanto en Guayaquil como en Quito, que han logrado, pese a todo, mantener una actividad permanente y dar cabida a los artistas emergentes. Buen trabajo de Mas Arte, N24, No, y La Minga, que incluso conformaron un circuido de galerías para convocar más público.
Pese a la pandemia, los espacios expositivos de los centros culturales de la ciudad han continuado con las exposiciones temporales, tanto en el Museo de la ciudad como en el Centro Metropolitano y el de Arte Contemporáneo, mencionamos tres: Somos semilla. El estallido social de Octubre; Caminantes, de Felipe Jácome; y Piel adentro, de Paola Paredes.
En el año que concluyó se realizó la nueva edición de la Bienal de Cuenca, tan cuestionada en ediciones anteriores. Si bien se cambiaron las líneas generales, su estructura, su curaduría, y se trabajó para su re-institucionalizacción aún queda mucho por hacer. La dirección de la Bienal debió esforzarce, acudiendo a la cooperación internacional, para financiarla. La Bienal del bioceno la ganó un ecuatoriano: Fabiano Cueva, con una propuesta en torno a los viajes de Von Humboldt.
Y tenemos que destacar la investigación y la publicación del libro “Jaime Andrade, Esculturas, murales y obra gráfica, 1925-1989” realizada por el Museo de la Universidad Central, que nos permite redescubrir a un grande de la escultura ecuatoriana. Igual, es necesario mencionar el trabajo de Arte Actual, sobre todo enfocado en las diversidades sexogenéricas, el cuidarse cuerpo a cuerpo y la relación cuerpo-naturaleza-arte en su proyecto Espora.
En Literatura, en este año se prolongó la presencia de las obras “Voladoras,” de Mónica Ojeda y “Nuestra piel muerta,” de Natalia García Freire a través de nuevas ediciones o traducciones al inglés y al francés. Destacamos la edición, en Pretextos, de “El coleccionista de sombras,” la nueva novela de Javier Vásconez, y Sacrificios humanos, de María Fernanda Ampuero, en Páginas de espuma. Y Candaya continúa promoviendo la literatura ecuatoriana; publicó nuevas ediciones de Siberia, de Daniela Alcívar, y “Sanguínea”, de Gabriela Ponce. Obra que además fue llevada al teatro, en Barcelona, y estrenada en Casa de América.
Y, en un país con tan pocas traducciones, destacamos la traducción al alemán de “Poso Wells,” de Gabriela Alemán, y publicada por la editorial Maro-Verlag.
En el plano nacional, la producción editorial está marcada por el buen hacer de las editoriales universitarias que han conformado un catálogo importante de publicaciones. Y por las llamadas editoriales “independientes” que, con gran esfuerzo, y al margen de ayudas oficiales, mantienen cierto ritmo de publicaciones; Severo, Doble Rostro, Cadáver Exquisito, Turbina y Cactus Pink, aunque con escasos tirajes. Eso si, han debido redoblar su trabajo para crear sus propios espacios de circulación y distribucion.
También surgieron proyectos virtuales para la difusión de nuestros escritores, como la revista Elipsis, dirigida por Fernando Albán. O la Colección de poesía Alfabeto del mundo, que publicó 32 libros digitales, un proyecto conjunto de Línea Imaginaria y Otraparte.
No ha sido un año muy pródigo en publicaciones nacionales, no tenemos títulos que hayan marcado una gran diferencia y provocado grandes lecturas. No. Los tirajes de los libros de nuestros autores son cada vez más pequeños. Hay que destacar a Oscar Vela, que se consolida como uno de los autores más leídos. Su libro “Los crímenes de Bartow,” que narra la historia de Nelson Serrano y su condena a muerte, provocó el interés de numerosos (sic) lectores. Es el más leído del año. También vale la pena destacar las “Obras Completas” de Gilda Holst, publicada por Cadáver Exquisito. Un libro que, sin duda, merece mas lectores. Y no podemos dejar de mencionar dos premios, quizá los más prestigiosos del país, el Miguel Donoso Pareja que lo obtuvo Eduardo Varas; y el Espinosa Pólit que lo ganó Juan José Rodinás, quien confirma así que, sin duda, es -hoy por hoy- el poeta más importante del país. Una pena, eso si, que estos premios no garanticen lectores.
En artes escénicas se han mantenido vigentes varios festivales. Entre ellos, los de Manta, teatro y danza, con recursos públicos y el de Cuenca, sin apoyo oficial. Lo de Escenarios del mundo es muy meritorio, ya que logró estructurar una importante programación, con participación, además, de magníficas obras internacionales.
Solo la constancia y tenacidad de los grupos les permitió, sobre todo, realizar reposiciones ya que estrenar nuevas obras se ha vuelto extremadamente difícil. Y eso si, es penoso que las “temporadas” sean de apenas una o dos funciones. A pesar de todo, las salas independientes lograron sobrevivir.
Sigue vigente el teatro más comercial, comedias y, sobre todo, los Stand Up, que proliferan en la ciudad; repletos del chiste fácil y poco inteligente. Por supuesto, con excepciones.
Y volviendo al Festival de Artes Vivas de Loja, al que ya nos referimos, es necesario mencionar que el programa Camino a Loja permitió a varios, y determinados, grupos presentar sus obras a otros públicos y, sobre todo, aliviar en algo sus pírricas economías.
Para destacar: la transferencia del querido Teatro Prometeo al Núcleo de Pichincha. Todos anhelamos que con un modelo de gestión eficiente pueda, de nuevo, constituirse en un escenario ideal para la actividad teatral de calidad y para recuperar público para las artes escénicas.
La cultura ecuatoriana en el exterior
El presidente Lasso, al inicio de su gestión solicitó a la Ministra Machuca la presencia de la cultura ecuatoriana en el exterior: “Necesitamos que la obra de nuestros grandes artistas se conozca en el mundo. La obra de un Guayasamín, de un Tábara, de un Kingman y de un Endara Crown debe conocerse en todos los países,” dijo entusiasmado el presidente.
Pero no. Ni un solo plan para la promoción de la cultura ecuatoriana, y sus artistas, en el mundo. La ausencia -inexistencia- del Ecuador cultural en el exterior sigue siendo nuestra huella. Ni una sola acción, peor política pública, del Estado para posicionar la cultura ecuatoriana en el exterior. Una diplomacia cultural ausente. Escasa y mínima presencia, y siempre con esfuerzo personal.
Mientras nuestros vecinos de Colombia se toman el mundo, nuestros artistas no logran saltar la frontera, ni física ni virtual. Nuestros artistas luchan, solos y huérfanos, por lograr trascender internacionalmente. Apenas una exposición en un espacio importante, en el Museo Savina, en Corea del Sur. Y siempre Guayasamín. ¿Hasta cuándo?
Para destacar, la consolidación de la obra de Tomás Ochoa en Colombia -a través de exposiciones con excelente crítica- y en otros mercados del arte, como el de Miami. Un esfuerzo personal que le llevó a residir en Colombia.
Lo mejor para el 2022, año del Bicentenario
Así, la actividad cultural en el año que termina se ha gestado a pesar del Ministerio de cultura y el gobierno nacional. Los artistas y gestores culturales son los grandes hacedores. Son ellos quienes, con su esfuerzo personal, han logrado mantener vivos los espacios culturales y los que, con enorme esfuerzo y creatividad, se asociaron para seguir activos y no morir en el intento. A ellos nuestro reconocimiento. Y agradecimiento.
Tampoco podemos olvidar a los artistas que fallecieron, o enfermaron por el virus. Al no contar con seguro social no podían costear los gastos médicos y no quedó mas que apelar a la solidaridad. Y otra vez la ausencia del Estado. En varios casos, a la muerte de los artistas, sus familias quedaron endeudadas. No podemos seguir así, el artista necesita protección, seguridad social y más beneficios. En este año que concluye fallecieron, dejándonos una importante obra, los escritores Jorge Velasco Mackenzie, Eliécer Cárdenas y Juan Valdano, el cantante Jesús Fichamba, los artistas Enrique Tábara y Eudoxia Estrella, y el diseñador Peter Musfield, entre otros.
Finalmente, una convicción: es necesario continuar con la organización y la decisión de caminar juntos. Solo así podremos exigir al Estado el cumplimiento de sus obligaciones.
El 2022 es el año del bicentenario de nuestra independencia. Una gran oportunidad para la generación de una gran actividad cultural y para retomar ese espiritu de rebeldía y ansias de libertad, tan alicaído en estos años. Ojalá no se aproveche para montar tarimas con olor a campaña electoral.
Y, a pesar de todo, no podemos perder la esperanza para que en el nuevo año mejoren las condiciones para el ejercicio de la actividad cultural. Por ello, salud, trabajo y bienestar para todos los artistas, creadores, gestores y trabajadores culturales en el 2022.