Dos países sudamericanos próximos en virtud de una larga e ininterrumpida tradición de amistad y confraternidad latinoamericana, solidarios entre sí, sin fronteras comunes, igualados en costumbres e historias ancestrales, Chile y Ecuador han transitado derroteros históricos, cada cual por diversos caminos.
Chile país de poetas, Ecuador país de pintores, ambos con excelsos músicos, que sus intelectuales, indistintamente, en diversos periodos históricos se refugiaron en sendos territorios de dictaduras o dictablandas, militares o civiles, que ensombrecieron la tradición democrática de sus pueblos. En coincidentes o divergentes coyunturas, extremismos políticos han llevado al poder a civiles o militares que echaron mano al fascismo para sojuzgar a sus pueblos, bajo regímenes de corte reaccionario o neoliberales. En tales circunstancias, Chile acogió durante décadas pasadas a intelectuales ecuatorianos en calidad de refugiados políticos o culturales -Jorge Enrique Adoum, Pedro Jorge Vera, Iván Égüez, Max Berrú, Antonio Ordoñez, entre los más destacados- que, apelando a la amistad de sus pueblos, residieron en Chile al amparo de la solidaridad del país del sur. Avanzado el siglo veinte, cuando la dictadura militar pinochetista ahogó en un baño de sangre a Chile, en 1973, miles de chilenos se cobijaron en la solidaridad ecuatoriana en las alturas de la Mitad del Mundo, a las riberas del Guayas, o entre los cuatro ríos de Cuenca, residentes o exiliados entre quienes hubo músicos, periodistas, actores, reprimidos por los aparatos militares y policiales de la dictadura chilena.
Hoy, al cabo de una historia en tantos sentidos común o distinta, Chile y Ecuador andan por caminos bifurcados por la política neoliberal, en el uno, y antifascista en el otro. Ecuador este año que concluye eligió un gobierno de derechas y Chile uno de izquierdas. Ambos países, con relaciones diplomáticas cordiales y de mutua cooperación, decidieron destinos en sentidos diferentes, no obstante, los extremismos que pudieran distanciarlos.
En Ecuador, la campaña electoral quiso hacernos creer que la disyuntiva era entre comunismo y democracia; en Chile el mismo argumento electoral enfrentó a los chilenos entre dictadura o libertad. Nadie advirtió que el neofascismo esperaba expectante su retorno a estos territorios latinoamericanos o que, de izquierdas o derechas, el fascismo clásico pretendía confundir al pueblo, tomarse el poder y consolidar una dictadura “constitucional”.
¿Izquierda o derecha fascista?
Estos días circula en Ecuador, a través de redes sociales, un video difundido por quienes pretenden sorprender a incautos, provocando confusión sobre el carácter político del fascismo. Un término usado ampliamente en Chile -y en diversos países latinoamericanos como Ecuador-, para definir a gobiernos neoliberales que se extreman en reprimir a sus opositores. El video busca convencer de que el fascismo es de izquierdas bajo el argumento peregrino que “fascismo y comunismo son movimientos estatistas y totalitarios, por lo tanto, de extrema izquierda, porque ambos buscan que el Estado tenga poder total sobre el individuo”. En cambio, la derecha defiende “la libertad del individuo frente al Estado”. El fascismo, tanto de izquierda como de derecha, se distingue por su carácter nacionalista o internacionalista, según arguye la pieza de propaganda que se dio a conocer en Ecuador, pero coincidirían en el uso de “la misma vieja receta de las dictaduras comunistas, estatismo, colectivismo, violencia, control social”. Ambas son doctrinas colectivistas que “ponen al Estado por sobre el individuo, buscan detentar el poder de un estatismo todopoderoso” y “enseñan que el Estado tiene poder sobre el individuo y su familia”.
Se trata de una visión histórica superficial que arguye con perogrulladas que “Franco en España fuera marxista leninista o que Hitler y Mussolini profesaron esa doctrina”. Ese distorsionado argumento desconoce o silencia la lista de muertos que estos regímenes de terror causaron entre los comunistas, según rebate el intelectual ecuatoriano, Carlos Lasso Larrea, en sus redes sociales. Se hace “una mezcla capciosa, con mala fe, para juntar dos cosas distintas, pese a que los regímenes de izquierda son totalitarios como fue la URSS, lo que quiere decir que habría un fascismo de derecha y un fascismo de izquierda”. Son regímenes policiacos, pero no son lo mismo, ironiza Lasso Larrea, “el carácter de clase es distinto, los intereses de clases que servían eran muy diferentes”. Un régimen fascista es la dictadura de la burguesía con simulacro de democracia, el otro es dictadura del proletariado, en sociedades divididas en clases. Unos favorecían a la alta burguesía y a las empresas, y otros a los trabajadores, según confirma la historia. Esta intencionada confusión solo revela la falta de argumentos de la derecha, que no quiere identificarse con los regímenes tenebrosos de Hitler y Mussolini, por eso hace aparecer al fascismo en un contexto de izquierdas, no obstante que los regímenes fascistas con distinto contenido, fueron dictaduras de extrema derecha. Dictaduras conservadoras, anticomunistas que mataban a la gente de izquierda. No se puede tapar el sol con un dedo y tergiversar de esa manera la verdad. Es una tergiversación mañosa producto de la ignorancia y superficialidad, concluye Lasso Larrea.
En rigor histórico, el fascismo corresponde a una etapa superior -monopólica- del capitalismo y surge en forma violenta cuando las fuerzas revolucionarias o progresistas amenazan los intereses del gran capital. Una sociedad democrática adviene al fascismo con la connivencia de sectores medios, fácilmente sugestionables por campañas anticomunistas que pretenden confundir a la ciudadanía. No es extraño entonces que Chile y Ecuador exporten, mutuamente, argumentos falaces similares, acuñados en las oficinas de propaganda de organizaciones de la derecha, con fines de desinformar y desorientar a la población.
Ventajosamente, ambos pueblos han aprendido sus lecciones políticas que hoy exponen ante la pizarra de la historia con similar vocación democrática que, más temprano que tarde, marcará un derrotero común entre ambas naciones hermanas.