Por Diego Arteaga
Hace poco más de un siglo, en enero de 1919, derribaban a culetazos de fusil a la famosa socialista Rosa de Luxemburgo en las calles de Berlín, ya en el piso la remataban con un tiro en la cabeza. Sus asesinos eran dos miembros de los freikorps, grupos paramilitares formados por ultraderechistas excombatientes de la Primera Guerra Mundial.
El presidente socialdemócrata de entonces, Frederich Ebert, por temor a que el socialismo se tomara el país, decidió dejar actuar a los freikorps para que sofocasen el levantamiento popular en Berlín. Los freikorps, libres de actuar a sus anchas, ahogarán el levantamiento a golpes de sangre y muerte y, de paso, matarán a los líderes socialistas para la tranquilidad de todos.
Al desaparecer la izquierda como contrapeso político real, la extrema derecha se tomó poco a poco a la naciente república de Weimar y luego a toda Alemania con las apocalípticas consecuencias que ya conocemos. La socialdemocracia no pudo detener al nazismo al quedar sola enfrentándolo en un escenario que ellos mismos construyeron.
Hoy, en los vertiginosos años veinte de este siglo, nuevamente el liberalismo occidental ya no mira con desagrado a la extrema derecha, que se constituye como un apoyo alternativo frente al crecimiento innegable de la izquierda. Podemos ver como la extrema derecha resurge y crece en toda América y Europa mientras la socialdemocracia mira para otro lado.
Nuestro honorabilísimo presidente Lasso, en su visita a Madrid, confraternizó con la trasnochada Iberósfera, el último invento de la más agria ultraderecha fascista de España. Luego de eso se reunió, para mejorar el panorama, con la presidenta de la Comunidad de Madrid, la famosísima Isabel Díaz Ayuso, quien afirmaba entre sonrisas que teme que los ecuatorianos se regresen a Ecuador ya que el país ahora sí funciona con Lasso. Jaja, todos reimos con ella.
Díaz Ayuso es el gran ejemplo de la nueva derecha de Occidente, una figura venida de la nada en el Partido Popular y que fue la community manager del perro de Esperanza Aguirre, una de sus predecesoras. De lengua afilada, agresiva, populista y decidida, es la única que parece hoy capaz de hacerle frente a la izquierda en España a nivel nacional. Su principal arma es su ataque sin cuartel al socialismo/comunismo, palabras que utiliza indistintamente en todas sus intervenciones como el rostro del enemigo malvado del cual defenderse y al cual hay que derrotar.
“Pedirle a un comunista que entienda de datos económicos es como pedirle a un neandertal que entienda de internet”. Lo decía el viernes pasado para risas de la izquierda y aplausos entusiastas de la derecha, ella es noticia, ella dice lo que supuestamente nadie se atreve, ahí radica su poder. Y es que su juego va de que en la mesa no cabemos todos, que hay que privatizar servicios sociales, que los derechos se pueden volver fructíferos negocios si el Estado no se interpone con sus afanes perversos de cubrir “gratuitamente” los caprichos de gente que no se esfuerza, estos caprichos sobrevalorados como alimentación, salud, educación y vida digna.
El comunismo como forma final del socialismo y sus sombras malvadas producen el crecimiento de toda esta clase de simpáticos arietes de extrema derecha en todo Occidente, que se alimentan del mito del comunista malvado atrasa pueblos, dilapidador, mataniños, narcotraficante e hipercorrupto.
Dicen eso que muchos no pueden decir, por miedo a ser tratados (con razón) de fascistas, racistas o misóginos. Ellas y ellos sueltan sus palabras de odio en televisión nacional mientras son vistos como una muestra del respeto a la “diversidad” de criterios. Es decir, se ataca la diversidad apoyándose supuestamente en la misma diversidad.
Negar al otro, verlo como la amenaza es el más grande triunfo de la derecha en esta nueva década. Como hace cien años, por todo Occidente se ven discursos furibundos en contra del malvado comunismo, es decir, cualquier cosa que les suene a ellos como extrema izquierda.
Sueldo básico digno, comunista. Presupuesto decente para la educación, comunista. Oponerse a la tercerización, socialista. Sistema de salud funcional, comunista. Derecho al aborto, comunista. Oponerse a los toros, comunista.
Todo entra y todo cabe si lo haces caber. Así nos desayunamos en América a Antonio Kast, finalista presidencial en Chile, la oscura ultraderecha latinoamericana pidiendo votar por ellos para salvar a Chile del malvado comunismo/socialismo. Similares discursos podemos encontrar en pintorescos aprendices de tiranuelos como Bolsonaro en Brasil o Milei en Argentina.
Estos arietes del bien siguen apareciendo, mientras avanzamos en los años veinte y nos acercamos a los 100 años del ascenso del nazismo en Alemania. Pase lo que pase, los próximos años, todo nos hace creer que serán más agitados y violentos que los actuales. Aún es posible actuar medianamente y de cómo lo hagamos dependerá haciadonde vayamos; tal vez en un futuro muy cercano, eso ya no sea posible.