Teatro Ensayo tendrá que ensayar su propia filosofía que inspira su razón de ser: Tratar de reflejar la realidad, cambiarla y mantener una actitud experimental. Virtudes válidas durante su trayectoria, y ahora, frente a la situación que atraviesa en la Casa de la Cultura (CCE). El Teatro Ensayo nació de cursos y talleres de formación teatral del grupo literario Los Tzántzicos, constituido por jóvenes creadores y poetas que insurgen en la literatura nacional de 1960. El grupo persistió ininterrumpidamente en su tarea de crear y difundir el teatro, dentro y fuera del país, por lo que es una escuela de trabajo y educación por el arte. Luego de cumplir 57 años de existencia, las autoridades de la CCE deciden que la institución no pueden seguir manteniendo la erogación para los 14 integrantes del colectivo y, más temprano que tarde, Teatro Ensayo deberá dejar las instalaciones que ha ocupado en la casona cultural durante su existencia.

Antonio Ordoñez, responsable del Teatro Ensayo, recuerda la anterior oportunidad que la CCE los expulsó de sus instalaciones entre los años 1976 y 1979, cuando en Ecuador gobernó una Junta Militar poco preocupada por el destino de las artes escénicas en el país. Esa oportunidad, Teatro Ensayo había participado en un festival de Teatro Latinoamericano en México y los Estados Unidos presentando obras de creación nacional con fuerte contenido social.
-Cuando regresamos de México nos echan de la CCE por haber cometido actos bochornosos, porque llevamos dos obras -Huasipungo y Boletín y elegía de las mitas- que hablaban de la condición del indio ecuatoriano. En esos años -1971- salimos de la CCE y nos constituimos en un grupo independiente hasta el 2003, año que regresamos a la CCE por gestión de Raúl Pérez Torres, presidente de la institución en ese momento, recuerda Antonio.
De regreso a la CCE, el grupo se reconstituye en un país en que “el teatro ecuatoriano no ha sido nunca solidario”, según reconoce Ordoñez. En aquellos años se realizó un festival en el que participan algunos grupos de teatro representativos como el de Paco Tobar, el teatro de la Alianza Francesa que descubre al dramaturgo José Martínez Queirolo. También por esos años estaba en vigencia el teatro de Marina Moncayo, y Teatro Ensayo, cuyo director desde la revista Pucuna debatía sobre el sentido de las artes escénicas nacionales. En esa reflexión dejaba en evidencia la relación que debe existir entre el teatro y la política.
Nosotros nos hemos declarado un teatro de resistencia desde siempre. Hemos dicho que estamos por un cambio. Hemos estado permanentemente haciendo un teatro al servicio del pueblo y con el pueblo. Y no por eso llevamos al pueblo cualquier cosa. Nos hemos empeñado en ir al pueblo con calidad, que es una forma de respeto al pueblo, relata Ordoñez.
Teatro ensayo cuenta con una infraestructura escénica necesaria para no desmerecer ningún espectáculo que consideran debe ser montado con la calidad estética de una obra de arte escénico. Y los montajes no siempre se hacen en escenarios técnicamente apropiados sino en barrios, en espacios abiertos donde el pueblo convive cotidianamente y puede asistir a una obra de teatro. Transportando la “máquina infernal”, de un sitio a otro, con los elementos de tramoya, el grupo ha recorrido todos los rincones del país mostrando su arte. En ese esfuerzo destaca la participación de cada uno de sus integrantes, actores, sonidista, iluminadores y de la coreógrafa francesa que hizo carrera en el grupo hasta su prematura reciente desaparición.
Marisa Cretenier estuvo vinculada al Teatro Ensayo, y nosotros a ella, desde siempre. Ella trabajaba en la Compañía Nacional de Danza y nosotros hicimos algunos trabajos con ellos. Siempre hubo una vinculación, hasta que Marisa se integra al Teatro Ensayo hace ocho años y comenzamos a fundir el teatro y la danza y hacer un trabajo en el que fue muy significativo su aporte. Las coreografías de las últimas cinco obras son suyas, evoca Ordoñez.
Antonio Ordoñez reconoce que el teatro le enseñó una gran disciplina a la que nunca ha claudicado, en un sentido estético ni en su sentido ideológico. Jamás ha dado “su brazo a torcer por nada y por nadie y mantuvimos nuestra actitud combativa como una constante”.
Sin embargo, la realidad y sus porfiados hechos evidencian que hay esfuerzos por disolver el Teatro Ensayo que se expresa en un conflicto que el grupo tiene en la Casa de la Cultura.
El Teatro Ensayo tienen un conflicto que se viene arrastrando desde antes de las nuevas autoridades. Institucionalmente, la CCE implementa el sistema de un contrato que nos hace a los actores cada tres meses. Desde hace siete años los integrantes del grupo empiezan a tener un pequeño estipendio de 733 dólares, sin relación de dependencia ni seguridad social.
El último contrato del grupo con la CCE concluyó en el pasado mes de octubre y durante la vigencia de diversos contratos el grupo recibió apoyo de la institución con algunos elementos de tramoya y vestuario (El éxodo de Yangana, Los Cuadernos de la tierra), en otras ocasiones el grupo tuvo que inventarlo todo. En la actualidad, Teatro Ensayo no puede continuar en el seno de la CCE, pese a que no está en discusión su trayectoria y capacidad profesional; sin embargo, la institución no puede sostener la erogación a sus catorce miembros que asciende, colectivamente, a 9 mil dólares mensuales. Según la institución, esa cantidad debe destinarse a los núcleos provinciales. Teatro Ensayo tiene diez obras en vigencia que no podrán ser presentadas por carencia de recursos.
Nosotros hemos planteado que la institución debe incluir en el presupuesto de la CCE del próximo año estos recursos. La presidencia de la CCE nos ha dicho que podemos, por el momento, seguir utilizando el espacio actual destinado para el grupo en las instalaciones en la matriz en Quito.
Los integrantes de Teatro Ensayo, si bien dan la vida por el arte escénico, en Ecuador del teatro no se vive. El esfuerzo y la constancia requeridas, son cosa de un diario ensayo de heroísmo cultural.