Se suele decir que nunca segundas versiones fueron buenas. Más aun tratándose de una obra clásica de la cual se habrá hecho diversos montajes escénicos en todo el mundo. Esta circunstancia no se cumple en el caso de la obra de teatro Cartas Cruzadas, adaptación libre de la cubana Raquel Carrión, basada en la obra original María Stuart (1800), del dramaturgo alemán Friedrich Schiller.
Ayer, en la segunda función de restreno de Cartas Cruzadas desde que comenzó la pandemia, Rossana Iturralde y Nadyezhda Loza, protagonistas, pusieron las cartas sobre las tablas, con una sobresaliente actuación. En la primera vez que tiene lugar la exhibición presencial de la obra -en el Teatro Nacional de la CCE- luego del confinamiento, el espectáculo rebasó con creces las expectativas de un público que asistió en aforo limitado. No obstante, salió satisfecho con una notable presentación de arte escénico, en virtud del profesionalismo y solvencia técnica exhibida por las actrices y el equipo de producción del colectivo Crónicas de Cuerpos.
La experiencia de Rossana Iturralde, unida a la juventud de Nadyezhda Loza, hizo posible una presentación memorable que contó con un solvente apoyo técnico en el diseño de iluminación y composición musical, a la hora de crear la atmósfera que exigió el drama en diversos pasajes de superlativa intensidad y calidad estética.
La obra estuvo en preparación durante cinco meses hasta pulir detalles para un montaje escénico impecable. A ello contribuyó la Dirección Escénica de remontaje a cargo de Rossana Iturralde y el Diseño de Escenografía de José Miura y Víctor Hoyos.
Nadyezhda Loza, en el rol de María, reina de Escocia, y de Rossana Iturralde como Isabel reina de Inglaterra. Dos mujeres apasionadas cuyas convicciones las llevan a protagonizar una historia que tiene lugar en 1587 para reflexionar, desde el tiempo actual, sobre temas que mantienen extraño vigor en el acontecer político y social de nuestro tiempo: el poder y el amor, los vínculos de sangre, las fronteras que separan personas y naciones y las razones de Estado. El resultado es un mensaje de renovada vigencia, hoy cuando se hace más necesario que nunca cuestionar las relaciones del poder con los ciudadanos, a través de una dinámica de dominación y sumisión recíprocas.
Iturralde ha manifestado: “Me atrae mucho el tema de cómo los seres humanos se transforman con el poder, cómo las relaciones humanas pueden aniquilarse por el solo hecho de obtener una mínima cuota de poder y esto se evidencia en todos los actos de la vida de un ser humano, hasta en los más sencillos y cotidianos”. Temas que, de un modo u otro, conforman el entramado de geopolíticas actuales, y que representan del tiempo en curso, la analogía o metáfora de poderes efectivos y su acción sobre las libertades individuales.
Sin embargo, no deja de sorprender que, como afirma Rossana, “hay que presionar mucho, mucho en este país para que los periodistas le den cobertura al tema del teatro, a las artes escénicas”. Un país sin instituciones que fomenten la actividad, sin mecenas. No obstante, Rossana Iturralde con un despliegue actoral fruto de la consolidación de una carrera como actriz de carácter, nos convoca a la alegría de constatar que la mujer ecuatoriana ha destacado en un oficio complejo que reclama talento, experiencia y oportunidades de realización: el teatro que, en contraste de género, mantiene en sus actrices una notable solvencia profesional que pone las cartas sobre las tablas.