El presidente Guillermo Lasso emprendió un viaje de 10 días la noche de este jueves a la ciudad de Glasgow, en Escocia, para asistir a varias citas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26. Se va del país como si en Ecuador no pasa mayor cosa. Pero pasan cosas, entre otras, la ciudadanía se levanta en rechazo a las políticas oficiales, la credibilidad presidencial en las encuestas se derrumba hasta 30 puntos, la terca Asamblea Nacional sigue negándole gobernabilidad. Pero el presidente viaja a Europa aprovechando el largo feriado.
Junto al mandatario, estaba previsto que viajen 12 personas, su esposa, María de Lourdes Alcívar; el ministro de Relaciones Exteriores, Mauricio Montalvo; el ministro de Ambiente, Gustavo Manrique y tres miembros de la seguridad presidencial. Lasso y su comitiva permanecerán en Europa hasta el 7 de noviembre. En Glasgow, tiene previsto presentar un proyecto para las Islas Galápagos, y mantener una reunión a cuatro bandas con el presidente de EE. UU., Joe Biden; el primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. Después, el mandatario irá a Madrid para desayunar con el rey Felipe VI y luego a otra reunión con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español. Otro gran tema es el de inversiones que abordará con la comunidad empresarial española.
Diversos sectores se preguntan si estos temas son prioritarios por sobre la actual coyuntura que vive el país aún sin resolver, porque se sabe que después del largo feriado la Conaie y el FUT volverán a las calles. Será por esa razón que la decisión del presidente de la República, Guillermo Lasso, de ausentarse del país diez días en medio de una jornada de protestas por las medidas gubernamentales, es inoportuna, según analistas políticos. Pero el mandatario sacó cuentas y concluyó en que lo mejor es salir del país y respirar otros aires. Vaya a saber porqué sus asesores le recomendaron hacerlo o si la decisión fue solitariamente suya.
No falta quienes, entre sus propios partidarios, que consideran que el mandatario anda por mal camino y que el régimen comete errores sin reconocerlos. Que, al parecer, no le importa pasar de ser un gobierno popular a un régimen impopular, con una progresiva caída de al menos 30 puntos en las encuestas en referencia a la aceptación de su gestión y la credibilidad presidencial. Que se está quedando solo, sin sus aliados naturales, y sin sus aliados potenciales a quienes trata de “conspiradores, narcotraficantes y mafiosos”.
En la soledad de la arrogancia el mandatario inculpa a sus contrincantes políticos y los agrupa en un triunvirato de la conspiración. No sabemos si la figura es de su propio cuño o de alguno de sus asesores y voceros de la política. De la soledad de la arrogancia es muy fácil pasar a la soledad del desencuentro. Un gobierno sin encuentro y un encuentro sin gobierno. Ambas realidades son fatales en estos momentos para los propósitos oficiales.
Y la soledad del desencuentro comienza con sus propios adláteres ante la carencia candorosa de un frente político estructurado en capacidad de hacer posible la gobernabilidad, en condiciones de negociar espacios de consenso porque no hay con quien dialogar, que no sea el propio Lasso que delega mal. Una ministra de Gobierno que no genera gobernabilidad, un flamante vocero oficial que miente, un ministro de defensa que cumple órdenes represivas, ministros del frente económico y laboral que reproducen al pie de la letra los designios del FMI, sin iniciativas creativas propias. Es decir, el gobierno carece de un frente político y social eficiente. Un gobierno que espanta a sus propios aliados naturales por malas recomendaciones de sus asesores. Así empresarios e inversionistas empiezan a mirar de reojo a un gobierno estancado en sus propósitos. Surge el fantasma de la desconfianza que es muy difícil de disipar cuando se instala en la mente y en el corazón de los seres humanos. El propio gobierno ya no muestra confianza en sus gobernados porque no se explica de otro modo la intimidante presencia policial rodeando al palacio presidencial. Solo en la soledad del desencuentro, custodiado por policías es la figura del actual presidente ecuatoriano. Por esa misma razón el presidente Lasso ya abandonó la idea de la muerte cruzada, a la cual no se atreve y que desechó últimamente “dejándola en la Constitución”, como reconoció públicamente.
La soledad del desencuentro. Sin aliados, sin cogobernabilidad, sin norte político. Solo con la obsesión fondomonetarista, al fin y al cabo, un ente abstracto. Y la política se trata de hacerla con personas. Por eso que antecesores suyos -como Velasco Ibarra- invocaba a la chusma y pedía “dadme un balcón y seré presidente”. Lasso creyó que con un banco seria presidente y lo fue, y lo es, pero ahora vemos los resultados de andar a contravía de la lógica elemental con la vida de los seres humanos: reclamar el justo derecho a ser oídos, hombres y mujeres a quienes Lasso no escucha. Solo en la soledad del desencuentro.