Cuando la derecha política reacciona en busca de unidad es porque algo huele mal entre sus huestes. El fantasma de la ingobernabilidad oficial preocupa a la tendencia porque se traduce en peligrosa división política en momentos en que, estar unidos o desunidos, puede significar la diferencia entre permanecer vivos o muertos, por muerte cruzada o por suicido político, da lo mismo. Ahí surge el otro fantasma que espanta el sueño de la derecha: el correísmo, la evocación del líder ausente que en la política criolla sí parece ejercer un “influjo psíquico” desde la distancia.
Si algo resulta coincidente en el país es que Guillermo Lasso no ha sido capaz -en cinco meses de gobierno-, de conseguir gobernabilidad para su proyecto político. Un proyecto, a todas luces, alineado con el FMI y deslindado de los intereses populares ecuatorianos, lo que bajo fantasmagóricas sombras explica la ceguera política del mandatario. Falta de visión política que lo lleva a pensar en la muerte cruzada, una apuesta incierta, más cerca del suicidio político que de un renacimiento a corto plazo. Lasso y los asambleístas lo saben.
En la hacienda otavaleña de Cusin se intentó un consenso en torno a cómo gobernar el país, con salvataje presidencial incluido. Un postrero intento de la derecha por consensuar bajo un liderazgo más definido que restaure la unidad perdida. La derecha ganó las elecciones que llevó a Lasso al poder porque actuó unida, pero el mandatario a pocos días del triunfo electoral deshizo dicha unidad con su aliado natural de clase, Jaime Nebot. Ante los matices que los separan, prefirió acentuar las diferencias por sobre sus coincidencias hasta llegar a calificarlo de “conspirador”, que forma parte de un triunvirato con el correísmo y los indígenas. Otro fantasma fruto de la ceguera política presidencial que no logra entender las diferencias oligárquicas costeñas y serranas. Lasso oriundo de Guayaquil ya no gobierna con la oligarquía costeña, lo hace con la pequeña y gran burguesía serrana, auspiciante del modelo empresarial neoliberal que Lasso procura imponer alineado con los designios del FMI. En ese contexto se reúne la derecha de Cusín.
La convocatoria proviene de la inspiración de Cordes, entidad democristiana que pretende ejercer “influjo político” desde la figura del ex presidente Oswaldo Hurtado y adláteres, en un intento por lograr una macro visión de país que saque de la ceguera al presidente Guillermo Lasso. Un intento por sintonizar con esa tendencia natural de la sociedad que llamaremos la vida misma, que incluye los derechos del pueblo, el instinto de sobrevivencia ciudadano, la lógica de una política social acorde con una democracia real e incluyente que garantice una convivencia armónica entre los seres humanos. Todo aquello que entra en contradicción con el neoliberalismo. Cultura neoliberal que niega, denosta y proscribe en su arrogante visión de la vida, en la carencia de políticas sociales, en su indiferencia y perversa versión de un mundo maltrecho.
Consensos logrados
El llamado encuentro, Consensos de Cusín, convocó a unos 60 ecuatorianas y ecuatorianos a dialogar y encontrar acuerdos sobre el manejo sensato y honesto de los recursos del Estado. Entre los convocantes constan Patricia Gualinga, Ruth Hidalgo, Abelardo Pachano, Cecilia Paredes, Pablo Lucio Paredes, Jefferson Pérez, Mauricio Pinto, Mario Ribadeneira, Augusto De La Torre. En la lista de invitados consta el expresidente, Oswaldo Hurtado; el exvicepresidente, Alberto Dahik; el exvicepresidente, Otto Sonnenholzner; la exministra de Gobierno, María Paula Romo; el exalcalde de Quito, Roque Sevilla; la concejal capitalina, Luz Elena Coloma. También figuran el embajador Itinerante del Gobierno, Juan Carlos Holguín, el asambleísta de Creo, Diego Ordoñez. Y los invitados excusados Ximena Garzón, Walter Spurrier, Salvador Quishpe, Pablo Arosemena, Pabel Muñoz, Mauricio Pozo, Mario Jaramillo, Luis Hernández, Héctor Cueva, Guido Chiriboga, Alexandra Vela, entre otros.
Al cabo de dos días y medio los concurrentes acordaron que “el Covid nos privó de amigos y empleos, agudizó las desigualdades socioeconómicas, raciales y de género, mostró la carencia de una estructura de salud en el país y la necesidad imperiosa de tener políticas públicas que resuelvan inequidades de las cuales el mercado no se hace cargo”. Y reconocieron que “Cusín nos convocó para abordar dos grandes retos que, si bien no son los únicos que enfrenta el país, sí están entre los más apremiantes: somos una sociedad profundamente desigual entre regiones, grupos étnicos y géneros y que padece de grandes privaciones; el segundo es que estamos viviendo los embates del cambio climático y el reto de la sostenibilidad ambiental (…) Hemos comprobado que la polarización ideológica y la falta de diálogo nos inmoviliza como país. Hemos llegado a estos consensos: Necesitamos un Estado funcional, eficaz, que resuelva los desequilibrios fiscales crónicos que sufrimos. Ecuador arrastra déficits fiscales sostenidos, una deuda pública creciente con altas tasas de interés, caídas bruscas en el gasto social y un elevado riesgo país que, a su vez, desalienta la inversión y eleva las tasas de interés para el sector público como el privado (…) La noción de un Estado pudiente debe ser desechada (…) El país hace un esfuerzo importante en inversión social, pero está mal dirigido. Un ejemplo son los subsidios a los combustibles que, teniendo una motivación entendible como mecanismo para ayudar a familias de bajos recursos, en la realidad benefician principalmente a aquellos que no los necesitan y agravan la contaminación ambiental. (…) Es importante repensar la política de protección social para que, además de ser más redistributiva, promueva el empleo formal y una mayor participación de las mujeres en la vida económica (…) Recobrar la paz es una tarea colectiva urgente (…) Es esencial fortalecer el sistema tributario, reforzar su carácter progresivo, combatir la evasión y la elusión, ampliar la base de contribuyentes (…) La dolarización nos ha brindado estabilidad económica y debe mantenerse; no obstante, oculta la gravedad de la situación porque no tenemos alarmas como la devaluación, la inflación y la corrida de depósitos que antes alertaban sobre los desequilibrios de la economía (…) Los ingresos tributarios deben alcanzar para financiar el gasto corriente sin desalentar la inversión y la creación de riqueza personal (…) Sabemos que los ingresos tributarios del Ecuador están por debajo del promedio regional y que podrían aumentar (…) La responsabilidad fiscal es un asunto de sentido común y no depende de la visión ideológica. Es imposible hacer política social sin un riguroso manejo fiscal (…) No hacer nada para cambiar la situación actual tiene para la población, especialmente para los más pobres y las mujeres, un costo social que supera el esfuerzo al que estamos convocados para alcanzar una senda de desarrollo sostenible para el país.
El automensaje de la derecha es claro: el neoliberalismo no puede gobernar a contracorriente de la vida misma. Lasso no tiene otra opción que escucharlo. Antes de convertirse en otro fantasma de Cusín.