Uno de los rasgos políticos que exhibe un mandatario cuando está perdiendo gobernabilidad es el uso de calificativos descalificadores para referirse a la legítima oposición inherente a una democracia formal. En esa línea de acción incurre el presidente Guillermo Lasso cuando califica de “trilogía de la conspiración”, según él compuesta por Rafael Correa, Jaime Nebot y Leonidas Iza, ex presidente de la República, ex alcalde de Guayaquil y actual presidente de la Conaie, respectivamente. a quienes acusó de ser los “interesados a dar un golpe a la democracia”, para sacarlo del poder. El mandatario en dudosa entrevista de prensa, dudosa por que el entrevistado recibió de regalo un micrófono para decir cuanto quiso decir: “El 18 de septiembre, a las 10 de la mañana, Correa habla desde Bélgica criticando la gestión de un gobierno que apenas cumplía 100 días. Y a las 11 de la mañana, el líder del PSC (Jaime Nebot) hace exactamente lo mismo, en sus discursos coincidentes. Posteriormente, se activan los troles en redes sociales. Posteriormente se incorpora Leonidas Iza, que quiere calentar las calles para repetir aquel oprobioso octubre de 2019, al que él le llama una epopeya. Esta trilogía coincide en una causa: golpear a la democracia”, manifestó Lasso. el mandatario alude a las fuerzas apolíticas y sociales que lo cuestionan y elige la confrontación ante la incapacidad de lograr acuerdos en evidente falta de liderazgo.
Frente a un supuesto bloqueo por parte de la Asamblea, el mandatario citó el artículo 148 de la Constitución, el cual establece las causales por las cuales el presidente de la República puededisolver a la Asamblea. Para Lasso, en este momento existe la causal de obstrucción. En términos políticos la opción mencionada por Lasso es conocida como “muerte cruzada”, que constitucionalmente faculta al Presidente disolver la Asamblea Nacional por tres causales que preocupan a Lasso. La preocupación se profundiza por la investigación que llevará a cabo la Comisión de Garantías Jurisdiccionales al primer mandatario en el marco de la investigación periodística denominada Papeles de Pandora. Según el gobierno, conforme declaraciones de Alexandra Vela, ministra de Gobierno, se busca tumbar al mandatario “colocándolo en una situación difícil y considerar su destitución del cargo”.
Según el artículo 148 de la Constitución, la llamada muerte cruzada es viable en la decisión del presidente por tres razones: “Cuando a su juicio, la Asamblea Nacional se hubiera arrogado funciones que no le competen constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; o si de forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo; o por grave crisis política”, facultad que puede ser ejercida durante los tres primeros años de gobierno. Una vez disuelta la Asamblea por decreto ejecutivo, en siete días el CNE convocará a elecciones para elegir nuevos legisladores y presidente de la República para el resto de los respectivos periodos. Hasta entonces en un plazo de seis meses el mandatario gobernará a fuerza de decretos-leyes de urgencia económica, derogables o aprobados por los nuevos asambleístas elegidos que entren en funciones.
¿Si el presidente Lasso tiene esta prerrogativa qué le obliga a calificar de conspiradores a sus opositores?
La oposición en la Asamblea Nacional tiene la opción de apelar al artículo 130 de la Constitución para sacar de su cargo al presidente de la República. La Función Legislativa puede aplicar este procedimiento por dos casos concretos en contra del jefe de Estado: Por arrogarse funciones que no le competen constitucionalmente, con dictamen previo favorable de la Corte Constitucional. Y, por grave crisis política y conmoción interna. Para destituirlo se requiere el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros de la Asamblea Nacional. En caso de aprobarse la destitución presidencial, será el vicepresidente de la República quien asuma el Gobierno.
¿Dónde conspiración al margen de la ley? Lo que existe es una evidente intolerancia.
Lasso habla de complot internacional al hecho de que la Comisión de Garantías Constitucionales investigue su vinculación en los llamados Papeles de Pandora, investigación internacional realizada por 600 periodistas a escala mundial.
El mandatario, convertido en principal vocero del régimen, increpa a la oposición y reconoce que no es fácil conseguir funcionarios públicos de confianza provenientes del sector privado. Además, con una oposición calificada de conspiradora, el mandatario suma la falta de gobernabilidad “junto al pueblo” al denostar a sectores opositores en capacidad de movilización callejera con imprevisibles consecuencias, a quienes ironiza como “expertos en política (…) que se retiren”.
Se trata sin duda de un discurso tendencioso, propio de la narrativa parcializada de una versión -¿incorrecta?- de acontecimientos de la realidad política nacional. El mandatario en lugar de cotejar sus criterios, califica y descalifica a sus oponentes, pretendiendo imponer sus proyectos. La función de un jefe de estado es conseguir gobernabilidad junto a los intereses del pueblo, por sobre las diferencias con sus oponentes con quienes puede, en un momento dado, hablar dialectos diferentes, pero en el mismo idioma de los intereses nacionales. Dejando de lado el único léxico común que no sea la cooptación, la compra de conciencias, la negociación procaz.
Lasso muestra supino desconocimiento del arte de gobernar, que está aprendiendo a empujones. Al menos él y sus ministros de la política no han conseguido alianzas que se traduzcan en una mínima gobernabilidad. Solo actúan en respuesta al mandato patronal del FMI. Aun no se entera con toda claridad para qué fue electo y qué espera el pueblo de su gestión. No está cumpliendo los planes de campaña por los que fue elegido, y está lejos de entender que sintonizar con el pueblo significa renunciar a la arrogancia y tozudez que en política de nada sirven.
¿Qué logra el gobierno hablando de conspiración? Acaso desahogarse y generar un clima de «autoridad» basado en la amenaza. Pero el pueblo tiene claro: perro que ladra, no muerde.