Nunca un adiós es definitivo. En algún recoveco de la vida o de la muerte, los seres humanos nos volvemos a encontrar. Similar destino tienen tanto los seres amados como los silenciados por el olvido. Cuando la muerte se lleva a los amigos, a hombres y mujeres admirados con mayor o menor razón regresan y su partida es leve, como si se hubiesen ido a volver.
Estos tiempos aciagos que debemos condoler la partida de seres enormes, hermanos grandes como Jorge Velasco Mackenzie y Eliécer Cárdenas, dos prominentes escritores que partieron hace pocos días, uno tras el otro, con horas infinitas de diferencia, regresan unidos en ocasión que la vida los unió para siempre en una amistad que sospechamos intensa, fecunda como sus obras, preclara como la palabra sonora que dejaron escrita como susurro para el lector silente.
Abrir un libro de Mackenzie o Cárdenas es volver a la sensación de la palabra sabia, de la descripción precisa y suscitadora, en la vicisitud de cada uno de sus personajes que habla a través suyo.
Ellos que se fueron a volver y regresan en cada fragmento de texto escrito como una memoria y elegía, según diría Abdón Ubidia acerca de Polvo y Ceniza, el inolvidable libro del narrador sin tregua que fue Eliécer Cárdenas, o como la palabra irremplazable que es la literatura de Velasckenzie, como diría Raúl Pérez Torres.
Aquella fruición singular que provoca la lectura de sus libros, tendremos ocasión de compartirla en la relectura evocadora de fragmentos de textos maravillosos que dejaron escritos ambos autores siemprevivos. El día sábado 9 de octubre desde la media mañana, 11h00, en Casa Égüez, iremos al encuentro con los que se fueron a volver.