La realidad nacional suele soslayarse al punto de vivir la apariencia de que en este país no pasa nada. La realidad transcurre en ese ejercicio ideológico que lo envuelve todo en la opacidad de lo trivial. En la versión de los medios informativos que cotidianamente banalizan el acontecer nacional. Los públicos ya no resultan alterados por el factor sorpresa, ante hechos que se vuelven paisaje urbano en la prensa nacional. Nada resulta sorprendente en la naturalización de la violencia, la corrupción o el arribismo social practicados cotidianamente en el país.
No pasa nada. Al fin de cuentas la masacre de 119 personas recluidas en cárceles ecuatorianas es un hecho tolerable, que una docena de ellos resulten decapitados y desmembrados, no pasa nada, delincuentes y presos no más eran.
No pasa nada. Es natural que se nos quiera imponer una ley que, supuestamente, crea oportunidades laborales y de progreso social. Que la precarización laboral de los trabajadores forme parte de un paquete legislativo que incluye prevendas tributarias a los patrones, es consustancial a la visión de país que ostenta el régimen. No pasa nada.
El mandatario actual se candidatizó a la presidencia cuando era accionista de empresas offshore que depositaron su dinero en bancos de paraísos fiscales. No pasa nada. Lasso ya explicó, “no tengo ninguna vinculación, con ninguna empresa, en ningún paraíso fiscal, en ningún lugar del mundo, tal cual como dice la publicación. Yo me deshice de muchas compañías de inversiones precisamente para poder inscribir mi candidatura y ejercer el cargo del presidente del Ecuador”. No pasa nada. No existe implicación ética o legal alguna si los Pandora Papers fueron revelados por un Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación que dejó al descubierto un total de 29.000 cuentas offshore, entre las que se encuentran las de líderes de 14 países, incluido el presidente ecuatoriano.
No pasa nada. La violencia que asola al país es una circunstancia inexplicable que relega el rol policial a realizar un inventario de cadáveres, víctimas del sicariato al servicio de los narcodelincuentes. No pasa nada. Si el país sucumbe, sin dios ni ley, incapaz de contener la violencia cotidiana, al fin y al cabo, nos hemos acostumbrado a sus manifestaciones diarias.
No pasa nada. La corrupción es la forma normal de hacer política o empresa, según el caso. Si políticos o empresarios criollos incurren en ganancias ilícitas, forma parte de su dinámica natural. Nada sucede en un país que ve trastocados sus valores más esenciales. Como en el tango, hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o choro, generoso o estafador.
No pasa nada. El presidente Lasso condecora al peruano Vargas Llosa, y pide un minuto de silencio por la muerte de los escritores ecuatorianos Jorge Velasco Mackenzie y Eliécer Cárdenas, grandes intelectuales que jamás recibieron el reconocimiento oficial. Al presidente Lasso no se le ocurrió otra cosa que pedir un minuto de silencio por los fallecidos. Es decir, un minuto más en el largo silencio estatal frente a la cultura. No pasa nada. La condecoración a Vargas Llosa no fue concedida por méritos literarios sino por coincidencias políticas. Esa condecoración “pareciera una bofetada a los escritores ecuatorianos, pero no, solo revela lo que el Poder espera de esa política naranja que en el mundo del espectáculo mercantiliza todo”, como bien puntualiza el escritor Iván Égüez.
No pasa nada. En el país de la miseria y la precarización laboral resulta baladí que el jet set internacional nos imponga sus normas de urbanidad social. Es natural, cuestión de estilo, que en la boda del hijo del vicepresidente de la República se retiren a los mendigos de las calles por donde va a transitar el cortejo nupcial.
El ciudadano común y corriente carente de espíritu crítico, permanece adormecido en el sopor mediático de un país donde no pasa nada. Ni mayor cosa. Solo hemos perdido la capacidad de asombro, frente a lo cual no tenemos ya nada más que perder.