Todo intento de estrategia comunicacional se caracteriza por hacer aparecer lo contrario a la realidad. La verdad, en cambio, no requiere de estrategias, actúa por sí misma, se impone naturalmente.
La más nítida estrategia de comunicación oficial consiste en hacer creer que no existe estrategia de comunicación, que todos los discursos surgen del pecunio y la reflexión personal del presidente. Que ni se note que lee un teleprompter -que sí lo hace- y que el tono sea coloquial, reflexivo, didáctico, no sentencioso, polémico o torpemente irónico como acostumbraba Moreno.
Definir el destinatario en los públicos ciudadanos dirigiéndose al ecuatoriano común, al hombre, la mujer y el joven normal que son la mayoría, no al político con afiliación militancia institucional que ya está sesgado en su opinión, es otro elemento estratégico de la comunicación del gobierno. Tampoco hablar al sector parlamentario, que es donde oficialmente se hace la política partidista y fraguan las leyes del país, porque ese terreno está perdido, al momento. Dicho sector legislativo se gana o se pierde en virtud de una dinámica de la correlación de fuerzas que se expresan en la Asamblea Nacional y que depende de otros factores, ajenos a la comunicación política.
La estrategia de comunicación, entonces, es buscar credibilidad a través del uso de “elementos naturales” de la expresión humana. Un recurso que “normaliza” y hace habituales las intervenciones presidenciales que no rompen la usanza cotidiana del lenguaje común: mantener el tono de voz estable, sereno, lineal, sin increpar a nadie.
El otro aspecto de la estrategia es proyectar convicción del emisor. El presidente, en realidad, cree que lo que dice -al menos eso proyecta-, no aparenta estar mintiendo. Ese factor otorga credibilidad adicional al discurso y al emisor del mensaje.
Existe además un elemento pragmático, es decir, el discurso político de la comunicación oficial irá siempre acompañado de acciones prácticas que lo respalden y hagan comprobable las afirmaciones dichas, con un aceptable grado de verisimilitud. La campaña de vacunación -promesa cumplida- sirve para dar respaldo fáctico a las otras promesas por cumplir. Si cumplo en una cosa impactante de incidencia masiva, seré capaz de hacerlo con las demás promesas específicas de impacto puntual.
Otro elemento estratégico es el manejo de bajo perfil de voceros que no sean el presidente y el equipo político y económico -dos temas prioritarios para el gobierno-, dejando en segundo plano protagónico a los asesores de comunicación que aparentan no existir entre bambalinas. Se trata de una estrategia inteligente, puesto que no hay cosa peor para un ciudadano que identificar con nombre y apellido al “experto” en comunicación que le manipula.
La réplica comunicacional
La oposición, de manera general, parece no advertir las estrategias de comunicación oficial y cae en el juego de polemizar, desmentir, proferir, denunciar, etc. Sobre todo, en el ámbito legislativo, que es un elemento distractor además utilizado por el régimen. Sin embargo, hay una excepción en sectores de la misma derecha, en este caso, el partido Social Cristiano y, de manera particular, su líder Jaime Nebot.
El gobierno sabe que en la Asamblea Nacional no tiene posibilidad, en los actuales momentos, de conseguir apoyo a sus proyectos de ley, de manera que dirige sus mensajes a la gran ciudadanía preparando el terreno para un buen resultado en una eventual Consulta Popular. Y, más aun, ante la necesidad de aplicar la “muerte cruzada” y gobernar por la vía de la imposición de decretos durante seis meses que requerirán de la simpatía popular. Aceptación que deberá ser medida, en su momento, por las encuestadoras contratadas para el efecto.
Ante esta realidad, la estrategia comunicacional opositora consiste en posicionar la mentira oficial. Jaime Nebot ha declarado abiertamente que el gobierno miente, que “no cumplirá nada más que la vacunación”. Ha dicho que Lasso gobierna “un Estado que traga y un pueblo que paga”, en referencia al intento de aplicar impuestos a los más ricos, y que “miente al decir que los impuestos lo pagará el 3% de la población”, puesto que los impuestos “afectarán a las clases medias y bajas”. El impuesto lo paga el consumidor, porque quien debe pagar impuestos como empresario, se los transfiere a sus clientes. El dirigente socialcristiano en sus declaraciones ha denunciado que el ministro de Economía y Finanzas, Simón Cueva, es un ex empleado del FMI en Bolivia, y que ahora está empeñado en aplicar las recetas fondomonetaristas en Ecuador, y concluye en que “ningún país salió adelante con lo que le dijo el FMI como receta”; incluso, denunció que Lasso “está disgustado con el plan -que no es suyo- sino de Cueva”. Los impuestos, afirma Nebot, “estarán destinados a pagar la deuda externa”, y que la afirmación oficial de reducir el tamaño del Estado es otra mentira, puesto que duranate el último año el gasto aumentó de “15.800 millones dólares a 18.000 en el 2021”. El régimen busca atraer inversiones al país, pero se reúne en México con mandatarios cuestionados por los sectores liberales. De esa manera proyecta “una imagen del país que no es para que la gente invierta, (Lasso) no debió asistir a México y codearse con gente de izquierda”, concluye Nebot.
En cambio, sectores sindicales -menos refinados en sus oposiciones al gobierno- incurren en el discurso directo, en un juego que está en el terreno del régimen: desacreditar lo ofrecido por Lasso en el paquete multipropósito que acaba de llevar a la Asamblea Nacional. Los sindicalistas dicen oponerse al “contrato por cuatro años” porque es un tiempo muy largo. “Si se quiere ayudar a los emprendimientos para que puedan contratar, lo razonable sería un término medio, como dos años. No más de dos años; y quien los supere, merecería un contrato definitivo. Eso es una flexibilización laboral excesiva para los nuevos trabajadores”, afirma Miguel García, de la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE). Similar criterio sostiene José Villavicencio, presidente de la Unión General de Trabajadores (UGTE), quien calificó al texto legal de ‘ley trole’ e inconstitucional, porque se están tratando aspectos tributarios, económicos y laborales en un solo proyecto. Para los sindicalistas esto es “tan lesivo” como la Ley de Apoyo Humanitario, “una mega ley trole, que hace que los desórdenes, en cuanto a la administración del Estado, pasan a la clase media y gente pobre, pero privilegia el sector empresarial y el bancario”. Según afirman, “este contrato es una vieja aspiración de los empresarios que fue plasmada en la famosa Ley de Apoyo Humanitario. Esto significa que estarán contratando para seis meses, un año, dos o tres, y antes de que cumpla cuatro años los desvincularán”.
En ese marco, no debe sorprender que las ofertas de campaña fueran pura y dura demagogia, y la estrategia global de comunicación, en última instancia, esté concebida para ocultar la realidad y camuflar el incumplimiento oficial. Los hechos lo confirman. Despidos en lugar de la prometida alza salarial a 500 dólares mensuales, bajo la peregrina tesis de que ganar más de 20 dólares mensuales ya es una conquista. Cientos de profesionales de la salud, declarados “héroes” en la lucha contra la pandemia, fueron despedidos en las últimas semanas. La promesa de fijar precios de sustentación para productos agrícolas es otra estafa que movilizó a los productores liderados por los arroceros disconformes “con los precios de miseria aprobados por el gobierno”. La promesa de créditos al 1 por ciento, con 30 años plazo, para incentivar la producción es otra mentira, así como el pago de las deudas a los Municipios y al IESS, así como el incentivo para la jubilación o bajar los intereses bancarios, entre otras tantas demandas para paliar los efectos de la severa crisis económica, con secuelas sociales de hambre y miseria popular. Recortar 577 millones de dólares al sector educativo, en el presupuesto, y reducir recursos a las universidades eliminado becas a estudiantes de estratos populares, es otra realidad que habla por sí misma.
Para todo eso sirve la estrategia de comunicación política oficial: para desinformar y mantener en la ignorancia a la ciudadanía. Aunque el primer capítulo es aparentar que no existe estrategia detrás de la estrategia.