Siempre se ha dicho que Ecuador es un país con vocación agraria. Afirmación que no pasa de ser un eufemismo cuando el hombre y la mujer del campo sobreviven por necesidad de subsistencia, y su emprendimiento familiar es una actividad productiva que no alcanza a convertirse en empresa agrícola sostenible. La ausencia del Estado se evidencia en la agricultura, a través del MAG como ente rector de políticas públicas muchas veces inexistentes. Se requiere, sin duda, del fomento estatal para hacer de la agricultura una actividad sustentable en el tiempo.
En nuestros países en desarrollo, sin agricultura no hay paraíso. Esta es una verdad que brota de la evidencia que la agricultura representa el 8% del aporte al PIB, porcentaje que con la actividad agroindustrial puede significar el 10%. Pero, más allá de las cifras, la agricultura es un sector estratégico porque hace posible la soberanía y seguridad alimentaria de los pueblos, genera valor agregado a sus productos a través de la agroindustria, representa un reglón importante de las exportaciones del país, puede reducir la migración campo ciudad que se convierte en el drama urbano marginal para miles de ecuatorianos, y al ser un sector que dispone de una gran diversidad de recursos la agricultura es potencial fuente de progreso.
¿Cuál puede ser el paraíso terrenal en el cual el sector agrícola convierta sus territorios en fuente de progreso? No se trata de un hecho místico, sobrenatural, sino de políticas públicas implementadas en forma adecuadas para resolver las necesidades del sector. La naturaleza provee de suficientes recursos que generen la prosperidad de un pueblo, a condición de que se cumplan ciertos requisitos en función del fomento a la productividad, producción y comercialización de los productos agrícolas.
Sin embargo, Ecuador es un país que desdice su vocación agrícola, postergando a un segundo plano la solución de múltiples necesidades y problemas del sector. Todo esfuerzo que germina en el agro es fruto de la iniciativa privada, del pequeño y grande agricultor abocados a una actividad económica sin el suficiente apoyo del Estado. Pero ese empeño es contradictorio, porque entre los propietarios de grandes extensiones de cultivos y aquellos que solo producen en pequeñas fincas existe una brecha injusta, que no la salva la asociatividad necesaria en el sector agrícola. El trabajo en el campo, aunque aparente lo contrario, es por lo general un trabajo en solitario. A pesar de ciertos esfuerzos asociativos es una actividad de familias campesinas aisladas por distancias físicas y sociales que impiden iniciativas mancomunadas para acceder a oportunidades de mejoramiento productivo, financiamiento, reducción de costos en insumos, acceso a la tecnología innovadora y conquista de nuevos mercados.
El Estado permanece ausente del agro, así lo denuncian diversos sectores productivos. No existen políticas públicas claras de alcance estructural, por el contrario, el Ministerio de Agricultura entiende su gestión como un conjunto de eventos de una agenda burocrática, muchas veces inconexos entre sí. Los diversos sectores productivos agrícolas acusan cada cual una problemática específica que, no obstante, forma parte de una realidad mayor que abarca al conjunto de la agricultura. El grueso de los requerimientos agrarios, se relacionan con la urgencia de optimizar la producción y la productividad en el campo, financiamiento y créditos fáciles, descongestionados y oportunos, insumos de calidad y diversidad de semillas certificadas, sistemas de riego en determinadas zonas de menor pluviosidad, innovación agrícola mediante inclusión de nuevas tecnologías y acceso a mercados sustentables.
En recientes declaraciones dirigentes de la Unión de Organizaciones Campesinas del Ecuador (UCAE), expresaron su clamor y descontento con el sector oficial. «El puesto le quedó grande a la ministra de Agricultura y crece el descontento, y el reclamo porque empiece un levantamiento es justo». Entre sus demandas señalaron «mas inversión de recursos económicos, requerimiento de agua para riego, carreteras, tecnificación de la tierra, asosoramiento técnico, comercialización, políticas crediticias (…) semillas certificadas y gratuitas, cero aranceles para las importaciones de insumos agrícolas, maquinarias y herramientas». Estamos en la indefension, queremos diálogo con autoridades que quieran resolver problemas, manifestaron.
Desde fuentes oficiales se afirma que se mantiene el diálogo con diversos productores agrícolas en busca de soluciones inmediatas, mientras que las autoridades del sector se encuentran preparando el lanzamiento de créditos productivos ofrecidos por el Presidente Lasso y se tiene pendiente planes de fomento a la producción y comercialización del sector agrario.
El común denominador de los requerimientos agrícolas se diversifica, según la problemática de cada producto. El sector arrocero viene reclamando precios de sustentación sin que el Estado haya dado una repuesta a la altura de sus necesidades, el diálogo suele interrumpirse con medidas de hecho, cierre de carreteras y paralización de actividades. La existencia del excedente arrocero que incide en los bajos precios afecta especialmente a los pequeños agricultores. En Ecuador existen 830 Unidades Productivas Agropecuarias, la mayor parte integradas por miles de pequeños productores arroceros. A 50 días de iniciado el gobierno, el régimen de Guillermo Lasso enfrentó el primer paro laboral en plena crisis del sector arrocero del país que reclama precios justos de sus productos. En el epicentro del problema se expresa una crisis que afecta a miles de pequeños productores propietarios de 5 hectáreas de promedio, mientras que los grandes productores consiguen con dificultad mantener los márgenes del negocio.
Las raíces de la crisis se originan en los altos costos de producción y los bajos precios de comercialización del producto. Los agricultores manifiestan que producen a $ 33,00 una saca de 210 libras que venden a $20,00, con la consecuente pérdida. Para solventar el negocio exigen un precio de $35,00 por saca. En el fondo del problema subsiste el hecho de que los agricultores producen más de lo que se consume localmente y por sobre las exportaciones del producto. La producción nacional de arroz bordea el millón 600 mil toneladas anuales y el país consume un millón 200 mil. Existe un excedente que sobredimensiona la oferta y esto hace que los precios de mercado se derrumben. Adicionalmente, el país no cuenta con una adecuada infraestructura de secado y almacenamiento de arroz, hasta lograr colocar el producto en los mercados; faltan silos y bodegas, incluso, existe arroz que se ha podrido mal almacenado debido a la humedad.
El maíz duro amarillo no obstante relativas mejoras, exhibe diversos problemas en el país. El promedio mundial de productividad fue de 77 quintales de grano por hectárea, mientras que Ecuador alcanzó 74. Se trata de una productividad en la que se toma en cuenta la producción de países con muy baja tecnología. Si se considera a los países más tecnificados de Latinoamérica que consiguen superar los 200 quintales por hectárea promedio, Ecuador muestra entonces una productividad muy por debajo de ese promedio regional. Esto representa un riesgo, puesto que sin una suficiente producción no es posible una nutrición adecuada, un factor sin el cual tampoco hay salud, y sin ella no es posible contar con una población en capacidad de impulsar el desarrollo, concluyen los expertos.
El cacao, en cambio, es un producto que en el año 2008 registraba exportaciones de 100 mil toneladas anuales, y en 2021 se proyecta un cierre de año con una cifra superior a las 360 mil toneladas. Este incremento se explica por diversos factores, entre los que destaca la significativa inversión privada en un corto periodo de tiempo en fincas cacaoteras con producciones muy tecnificadas y un adecuado manejo de procesos productivos y administrativos. Cabe señalar, entre otros factores, eficientes planes de trabajo, oportuna poda de plantaciones, excelente calidad de los insumos y precios atractivos del producto en los mercados.
Por su parte, el sector bananero tiene el reto de recuperar el posicionamiento tradicionalmente ocupado en mercados internacionales. La merma laboral que provocó la pandemia hizo caer la productividad y la reducción de exportaciones en un 4%, hasta mayo de este año con relación al año anterior cuya producción alcanzó en el 2020 los 7 millones 36 mil toneladas métricas exportadas. El país registra en El Oro 4.000 productores -2200 son propietarios de fincas hasta diez hectáreas-, todos ellos representan el 50% de los bananeros del país, el resto se reparte en Azuay, Santa Elena, Guayas, Los Ríos y Manabí, con 4 mil productores. El sector bananero enfrenta, además, el reto de la formalización para que el agricultor formal se registre con un código que muestra estadísticas de producción por cada cultivo y le permite un permiso para comercializar el banano.
Entre los problemas comunes del sector agrícola, el factor climático inside como en ningún otro ámbito productivo. El campo es escenario de sequias e inundaciones, con subyacentes problemas fitosanitarios. A eso se suma el impacto que produce en las fuentes hídricas y en la degradación de suelos la tala y los monocultivos, fenómeno que nos pone a las puertas de la desertificación de extensas zonas productivas.
Entre los problemas estructurales de la agricultura, cuenta la ausencia de factores de producción, niveles de precariedad y pobreza de la población del campo con múltiples necesidades elementales insatisfechas. Esto dificulta la continuidad productiva generacional, puesto que los jóvenes abandonan el agro en busca de un mejor futuro en las grandes ciudades, lo que condena a nuestros campos a una población cada vez más vieja e improductiva.
El Estado tiene una responsabilidad mayor en mantener una visión integral a la problemática agraria, en una panorámica en la cual destacan prioridades de salud, viabilidad, seguridad y educación, así como acciones urgentes en inversiones en crédito, riego e investigación.
No basta con declarar nuestra vocación agrícola sin tomar necesarios riesgos en acciones que hagan de la agricultura un paraíso terrenal de progreso.