Vox Populi vox Dei, dice el dicho, pero en política suficiente que sea la voz del pueblo. Frente a la decisión del presidente Guillermo Lasso de realizar una Consulta Popular cabe preguntarse si estamos todos los ecuatorianos dispuestos a ir a la consulta y caeremos en cuenta que apenas llegará al 38% el nivel de aceptación de dicha medida.
“La consulta es sí o sí”, dijo el presidente Lasso ante la prensa, seguramente amparado en los sondeos de opinión de Cedatos que le otorga un 74% de “aceptación popular” y de Perfiles de Opinión que le da un 63%. La consulta al pueblo convocaría a los ciudadanos a responder sobre temas relacionados con el ámbito político, económico y social. El mandatario señaló que la Consulta Popular en el 2021 se tomará como medida si no existe respaldo a sus propuestas, así como sobre el futuro del CPCCS y la dolarización.
Una consulta popular es una medición de fuerzas. No deja de ser un riesgo político apostar a ella confiando en las encuestas que suelen estar manipuladas, con márgenes de error o abiertamente diseñadas por las encuestadoras para complacer a sus clientes.
Siempre es mejor escuchar directamente la voz del pueblo y, en este caso, la ciudadanía rechaza la decisión oficial de realizar la Consulta Popular. En redes sociales hubo varias reacciones sobre la oportunidad y necesidad de consultar al pueblo, en tanto, la mayoría expresó su desacuerdo por el anuncio oficial.
No deja de ser coherente, puesto que los intereses populares andan por otro lado. El conglomerado ciudadano muestra preocupación por la pobreza relativa que aumentó del 25% al 32%, y la absoluta del 4.8% al 7,9%. Frente al aumento del desempleo y subempleo, más de 60 mil ecuatorianos migraron a otro país en lo que va del año. Los dirigentes agrícolas denuncian y exigen al gobierno soluciones a los graves problemas y necesidades del agro. El clima de inseguridad es abrumador con el aumento de la delincuencia y los crímenes violentos en las ciudadades del país.
La respuesta de los actores políticos no está a la altura de estas circunstancias. El gobierno en 100 días solo ha enviado dos proyectos de ley a la Asamblea Nacional y propone una proforma oficial que reduce el presupuesto en salud y educación, lo que se traduce en un duro golpe al pueblo. La Asamblea no muestra mayor interés en aprobar una Reforma Laboral, ni la Reforma Tributaria, con la que se supone el Ejecutivo aumentaría la recaudación de impuestos para financiar, parcialmente, el déficit fiscal de USD 5.000 millones. No hay señales de que se aprueben las reformas a la Seguridad Social y la reforma Petrolera en las que está interesado el gobierno. En tanto, siete de cada diez ecuatorianos no tiene empleo formal. Sin embargo, las encuestadoras no se preguntan, ni preguntan al pueblo sobre esta problemática, sus causas y consecuencias.
Tampoco hablan del evidente desencuentro del pueblo con el gobierno. Una vez más el régimen desoye la voz directa del pueblo. Voces que la Asamblea Nacional tampoco logra sintonizar con nitidez, mientras que el Gobierno da manotazos por una gobernabilidad que se le escapa de las manos porque la entregó a sectores como Pachakutik y la Izquierda Democrática, al final del día socios “poco confiables”, según los propios voceros del régimen. Es muy probable que Guillermo Lasso, a solas con su almohada, se pregunte hasta qué punto fue correcto y conveniente haber mostrado tan generosa ingenuidad política de entregar a “sus aliados” la Presidencia y las dos Vicepresidencias de la Asamblea Nacional, así como una mayoría en el CAL y la propia presidencia de la Comisión de Régimen Económico del parlamento, instancia clave para la aprobación de sus proyectos económicos. ¿A cambio de qué? Esa es la pregunta que le quita el sueño a un insomne Lasso.
Y así, entre gallos y medianoche, el régimen fragua una Consulta Popular que, según dicen sus publicistas, allanará camino al gobierno. Lo que no dicen los propagandistas de Carondelet es que, frente a un pueblo mal informado, quien elabore las preguntas para la Consulta Popular deberá hacer gala de una enorme capacidad de manipulación en un trabajo de ilusionismo popular, como un mago sacando palomas de un sombrero.
¿En su obsesión gubernamental el régimen de Lasso se inclinará por echar mano a mecanismos informales -adiestramiento parlamentario y reparto- para tratar de construir una difícil mayoría afín? ¿O preferirá el camino de otra consulta popular amañada -como la del 2017- con preguntas de contrabando envueltas en preguntas populistas que satisfagan el inmediatismo de las “mayorías”? No debemos olvidar que las mentiras son ya un signo visible del régimen. Lasso mintió a los arroceros, mintió a los estudiantes, mintió a los trabajadores, mintió a la gente que busca crédito y Lasso mintió a sus ex aliados socialcristianos, incluido Nebot.
El gobierno se miente a sí mismo. Pretende gobernar y sacar al país de la crisis cuando no existe un Plan de Desarrollo de cara al pueblo. Solo frases rimbombantes y vacías como “más Ecuador en el mundo y más mundo en el Ecuador”. Mientras la vox populi exige, más gobierno en el pueblo y más pueblo en el gobierno.