Tuve un extraño sueño. Amanecía el día con una melodía promisoria que era un milagro de vida. Volvíamos a creer en las más caras ilusiones reencontradas en esa canción. Volver a soñar un mundo en plenitud. Convertir la realidad adversa de un mundo enfermo, donde nunca recaer. Sentir que de algo sirvió la plaga para enseñarnos y volver amar la vida con superior intensidad. Reencontrar a los seres que amamos con renovados motivos de vivir.
Que estar tan cerca de la muerte nos hace sentir más apegados a la vida. Volver amar sus cosas más simples. El viento fresco golpeando el rostro, un atardecer de sol incendiando el crepúsculo, niños corriendo en un campo en libertad, sentir la simultaneidad de la mujer niña, amiga, madre, amante. Añorar el abrazo del amigo que no está, la calidez del beso amado, la mano solidaria de quien siempre estará a nuestro lado en la adversidad.
Soñé con un canto en la altisonante cadencia de una voz que decía:
Piensa en los caballos de un tío vivo galopando alrededor del sol
Imagina un mundo de hombres niños bajo nubes altas de algodón
Piensa en una escuela al aire libre donde solo enseñen a jugar
con el cielo azul como pupitre todo el tiempo para cantar
Canta un canto al mundo que todos oigan al despertar
Canta un canto al mundo porque cantando tal vez cambiará
Canta un canto puro como los sueños de tu niñez
Volver a creer en la verdad de esa canción con la ingenuidad de los seres buenos. Un canto que por propio esfuerzo nos hace ponernos hoy por fin en pie, sin miedo del amanecer. Una voz que reclama no dar la espalda al valor de esa verdad. Que cantaba con fuerza una canción nacida al sol, que sus notas eran un himno a la vida. Nos hacía olvidar por un instante la sensación de que todo lo hermoso está hecho en este mundo, y no hay ya nada en el planeta por inventar.
Un extraño sueño por realizar…