En 1982 el estadio Vicente Calderón en Madrid lucía hasta el tope, esa tarde se habían dado cita miles de fans de The Rolling Stones. Mientras Mick Jagger presentaba a los integrantes de la banda, en aquella ocasión el más ovacionado fue Charlie Watts quien permanecía sobre el escenario en aparente segundo plano con su apacible personalidad. Sentado detrás de su instrumento de percusión no solía hacer solos de batería, pero su impronta sonora no solo marcaba el ritmo sino, además, con sentido singular daba las entradas y conectaba la voz desgarrada de Mick Jagger con el metálico sonido de la guitarra de Keith Richards. Las canciones no comenzaban del todo hasta que no sonaba la batería y entraba el ritmo de Watts, con estilo personal de tocar los adornos en los tambores y platillos que parecían cosa simple. Pero no. No era simpleza sino depuración de cadencias proveniente del jazz del que Watts fue cultor notable en sus inicios musicales. Las reminiscencias de ese género musical le acompañaban en cada interpretación con un lenguaje distintivo, que muchos decían “tienes que hacer ese toque como lo hace Watts”. El tema Gimme Shelter quizás conserva intactos los ecos de Watts en la batería, completamente marcado por esa tónica rítmica del baterista inglés. Ese era el auténtico percusionista Charlie Watts.
El baterista fue parte esencial de The Rolling Stones, como una piedra angular, que sin él ya no serán los mismos y quién sabe cuál será el destino de la banda. La pérdida de uno de los integrantes de una agrupación musical puede marcar el ritmo definitivo hacia su extinción o resultar imposible llenar el vacío que deja su partida. Un conjunto musical es un todo único, la falta de uno de sus componentes equivale a la pérdida de un miembro, un brazo o una pierna. Un caso singular ocurrió con la muerte del baterista Gabriel Parra, del grupo de rock chileno Los Jaivas, que fue reemplazado por su hija con notables aires de renovación. Charlie Watts es irremplazable.
Una historia singular
Watts se había incorporado a The Rolling Stones a fines de 1962, fue el último en hacerlo luego de las rogativas de Jagger y Richards y de reunir el dinero que solicitó por su incorporación. En el concierto de enero de 1963, en el Flamingo de Picadilly, con la integración de Charlie Watts comienza la leyenda The Rolling Stones. Siempre hay un momento para cada cosa, decía Watts. Nacía así la historia del grupo más longevo de la música británica que se impregnó de la cadencia que traía del jazz enriqueciendo los blues y el rock´nroll inglés. Formado en grupo de jazz, de algún modo rechazaba el sonido fiero, rítmico y contagioso que proponía The Rolling Stones, pero el carisma de la emergente banda fue una virtud que Watts reconoció como en ningún otro grupo británico.
Watts fue apreciado y admirado por su estilo distinguido, discreto y culto. Gustaba de la crianza de caballos y visitar museos para admirar la pintura universal. Hijo de un camionero, vivió una infancia humilde en su casa de madera donde no solo escuchó el sonido de la batería sino, además, el retumbar de las bombas durante las incursiones de los aviones nazis sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial. En su adolescencia casó con Shirley Ann Shepherd, con quien tuvo a su hija Serafina que le daría un nieto.
Watts aportó con su elegante cadencia rítmica adquirida en el jazz, un toque distintivo que proporcionó el embrujo al sonido de la banda en la ejecución de los blues electrónicos. Se inició en el jazz en una banda local londinense, luego accedió a los blues en la agrupación Blues Incorporated, mientras complementaba sus ingresos con esporádicos trabajos de diseño gráfico.
Conoció a Jagger, Richards y Jones en un tugurio de Londres y pronto la amistad y la necesidad de un baterista en The Rolling Stones lo convirtió en un icono musical del grupo. Su habilidad interpretativa fue singular con su toque ejecutado desde la ductilidad de sus manos de percusionista de jazz, en lugar de emplear la fuerza muscular de sus brazos, como acostumbran los bateristas de rock.
Sus ecos seguirán resonando en los innumerables álbumes que produjo el conjunto británico con vibrante éxito mundial. Charlie en la batería era el complemento que faltaba a la banda, ensamblado a la perfección con los riffs de la guitarra de Keith Richards, la penetrante voz de Mick Jagger y la fuerte personalidad de Brian Jones. Watts era el toque necesario para dotar a The Rolling Stones de argumentos con qué salir al paso a The Beatles, la máxima atracción de entonces.
Si bien Watts es parte vital de la banda, “The Rolling Stones son mi vida, lo demás son pasiones alternativas”, solía decir el músico. Aunque no gustaba de giras, accedía a los tours por su generoso profesionalismo. Una presentación internacional memorable fue el concierto que The Rolling Stones brindó gratis en La Habana, Cuba, el 25 de marzo de 2016. Había quedado en evidencia que la música en su lenguaje de paz, no reconoce fronteras, ni bloqueos de ninguna naturaleza.
The Rolling Stones es una sublime página abierta de la partitura cultural de la humanidad. Charlie Watts es el estímulo que da sentido al grupo en su irrupción musical que cambió una época. Se intuye que con su partida se desprende una piedra angular de ese monumento viviente llamado The Rolling Stones, o un eventual desplome de sus cimientos. Cuando Jagger, Richards y Jones se unan a su compañero en otra dimensión existencial, habrá acabado todo y nacerá el mito que los acompañará una eternidad. Desde esa distancia nos seguirán brindando la Satisfacción de su arte musical.