Las cosas caen por su peso –dice el adagio popular- vencidas por la fuerza de la propia gravedad de las evidencias. El juicio político a Pablo Celi es un botón de muestra. Juicio o montaje, a través del cual diversos grupos partidistas en la Asamblea Nacional pretenden hoy echar una cortina de humo a sus actuaciones durante el gobierno de la felonía del presidente Lenin Moreno. Una trama urdida bajo apariencia de transición hacia el país neoliberal de hoy, luego del intento de exterminio político al correísmo. Trama que incluyó la consulta popular de febrero del 2018, y el “trabajo sucio” realizado por Julio César Trujillo a la cabeza del CPCCS portátil en manos del morenato. Prueba de ello es la legitimación del ex contralor utilitario, Pablo Celi, que usurpó el cargo luego de ser destituido por Carlos Polit. Celi termina colaborando con el forjamiento de juicios, a través de la instrumentalización de la justicia que hizo y deshizo con el único fin de destruir al correísmo y a sus funcionarios.
El juicio palamentario a Pablo Celi que lo sanciona “por incumplimiento de funciones”, es un acto mentiroso y fallido, por cuanto oculta los reales delitos del ex contralor: usurpación de funciones y ejercicio ilegal del cargo. Con la figura parlamentaria la clase política pretende encubrir cuatro años de abusos forjados con la complicidad del trujillato, del cual Celi fue beneficiario. En el fondo se trata de dar por lícito todo lo actuado por Pablo Celi en calidad de Contralor de contrabando y el aporte que hizo a la campaña de desprestigio de funcionarios del gobierno de Rafael Correa, suministrando supuestas pruebas forjadas en informes tendenciosos.
Sin duda, Celi les sabe muchas trafasías a los políticos, y estos lo saben, y temen a lo que Celi podía y puede decir en sus declaraciones al ser enjuiciado en el parlamento y penalmente en un juicio ordinario.
Dime con quién andas y te diré quien eres. Celi sabe los pecados y las faltas de quienes lo protegieron ayer y lo encubren hoy. El pez muere por la boca y muchos peces gordos sucumben políticamente, si Celi abre la suya. Por eso el temor al juicio al ex Contralor que termina convirtiendo el acto de fiscalización en una charada parlamentaria a cambio de que Celi guarde silencio respecto de su actuación de perdonar, chantajear y diluir glosas a políticos corruptos y empresarios privados.
En el fondo del simulacro parlamentario subyace lo que realmente se quiere mantener intacto: lo actuado por Pablo Celi desde la ilegalidad de su cargo de Contralor usurpado. En estricto cumplimiento de la justicia, si Celi actuó fuera de la ley todo lo actuado tiene que ser declarado nulo e ilegal, incluidos los aparatosos esfuerzos por lograr la culpabilidad de funcionarios correístas, a través de informes forjados por los equipos de la Contraloría.
¿Cuánto más sabe Celi de sus protectores? ¿Cuáles son los nombres de aquellos que pagaron o recibieron coimas, en calidad de corruptores y corruptos? Si Celi habla más de lo que debe, quedará al descubierto lo actuado por politicos en connivencia con el gobierno de Moreno.
Ahora se entiende porqué hubo tanta pirueta parlamentaria antes del juicio a Pablo Celi, para tatar de impedirlo o modificarlo en sus causales. Ahora queda claro qué esconden los políticos en el parlamento: glosas de las que han sido objeto, cuestionamientos por corrupción, actuación indebida en asociación con el gobierno de Moreno en el área de la salud y de recursos energéticos.
El silencio de Pablo Celi vale oro para diluir lo actuado por la pandilla anticorreísta desde el morenato en su intento de destruir a sus enemigos políticos. Un baño de verdad debe empezar por revisar cada juicio emprendido por fiscales acolitados por el ex contralor Celi contra funcionarios del régimen de Correa. La deplorable conducta de la clase política en toda esta trama tiene que ser denunciada ante el país que debe conocer esa verdad a cualquier precio. Un guión de transición que se convirtió en traición de un gobierno a su pueblo y ahora pretende pasar por impunidad ante lo actuado. Pablo Celi debe ser juzgado por la justicia ordinaria y ésta debe cumplir con la ley y no dejarlo incólume. El ex Contralor debe responder por sus actos ante la historia como protector y protegido de una clase política corrupta y corruptora, cuyo peso debería llevar en la consciencia. Por la gravedad de los hechos, las cosas por su peso caen.