Ante el asombro mundial el grupo radical islamista autodenominado Talibán, retomó el poder en Afganistán. Ubicado en Asia en la región del Oriente Medio, Afganistán es un país montañoso sin salida al mar que limita con Pakistán al sur y al este, con Irán al oeste, con Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán al norte, y con China al noreste a través del corredor de Waján. Aunque la historia no admite sorpresas en su devenir por sus antecedentes, no deja de sorprender la rapidez con que los talibanes se hicieron con el poder en el país asiático. En menos de una semana los insurgentes fueron tomando una tras otra casi la totalidad de las 34 capitales de provincias afganas. Los talibanes recuperaron este domingo el control de la capital Kabul, después de casi veinte años de guerra, con la entrada de sus combatientes en la ciudad sin encontrar resistencia, mientras el presidente afgano, Ashraf Ghani, abandonaba el país para evitar “un derramamiento de sangre” entre la población, según información. El resurgimiento de la fuerza del talibán en Afganistán coincidió con el inicio oficial de la retirada de las tropas extranjeras, el pasado 1 de mayo. Desde entonces lanzaron una gran ofensiva por todo el país.
La denominación Talibán proviene y se traduce del pastún como “estudiante religioso” que sigue una doctrina islamista modernista combinada con una profunda ortodoxia en la que se condena la “anarquía” reinante en el país, el “libertinaje” y la “influencia occidental”. Aunque la primera declaración de un portavoz talibán a un canal de televisión en Qatar, fue asegurar que “brindaremos seguridad a los ciudadanos y las misiones diplomáticas. Estamos listos para dialogar con todas las figuras afganas y les garantizaremos la protección necesaria”, el pánico estalló en el país cuando las embajadas ordenaron a sus funcionarios abandonar sus puestos de trabajo. Escenas de caos se vivieron en el aeropuerto de Kabul ante la estampida de la población local y misiones diplomáticas tratando de huir del país, en tanto, miles de personas se aglomeraron frente a las terminales y algunos saltaron muros y vallas, se adentraron en las pistas y procuraron subir a los aviones en pleno despegue. Estados Unidos anunció este lunes que desplegaría al aeropuerto otros 500 soldados -además de los 2.500 que ya había desplegado- y que tomaría el control de las operaciones aéreas, pero esto no logró calmar la situación en el aeropuerto. La situación en el lugar es tensa, al extremo que funcionarios de EE. UU están considerando evacuar a todos sus ciudadanos y dejar atrás a los afganos.
Una historia repetida
Los acontecimientos de estos últimos días confirman que la historia parece repetirse en Afganistán. Un 26 de septiembre de 1996, las fuerzas talibanes entraron en la ciudad de Kabul con el objetivo de instaurar un emirato islámico que duró más de cinco años y que causó grandes impactos entre la comunidad internacional hasta su caída tras la invasión militar de la OTAN en octubre de 2001.
La presencia de los primeros combatientes talibanes data de los inicios de la década de los noventa en el siglo XX, cuando Afganistán era considerado un Estado fallido y destruido por años de guerra contra la Unión Soviética y conflictos internos propiciado por los “señores de la guerra” que se enriquecieron con los enfrentamiento tribales y étnicos. La Unión Soviética trató desde 1980 establecer un gobierno socialista, para ello invadió militarmente el país con la certeza de poder imponer su influencia debido a que para entonces Afganistán era una nación eminentemente rural y extremadamente pobre.
La guerra en Afganistán ha demostrado que la presencia militar no garantiza la paz y se cuestiona a Estados Unidos por no impulsar un acuerdo fructífero con el Talibán cuando las tropas extranjeras dominaban el territorio. Con el apoyo de estados como Arabia Saudita y Pakistán, su poder fue creciendo exponencialmente entre 1994 y 1996 y comenzaron a enfrentarse a los señores de la guerra dominantes en diferentes regiones. La situación en la región empeoró tras el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, donde Estados Unidos lanzó un ultimátum a los talibanes para que entregaran a Osama Bin Laden y a miembros de Al Qaeda, lo que no pasó y derivó en una invasión internacional el 7 de octubre de 2001 bajo la operación “Libertad Duradera”.
Años después, la acción militar demostró que no resolvería el conflicto en Afganistán y se empezó a creer en una solución pactada. Con la progresiva reducción de efectivos militares internacionales, el poder talibán fue aumentando y finalmente la tendencia se consumó tras el acuerdo con Estados Unidos para la salida de sus tropas. Durante las dos últimas décadas los talibanes permanecieron aislados en zonas remotas del país, pero combatieron contra el Gobierno afgano y las tropas internacionales y acrecentaron su influencia. Los grupos que gobernaron desde 1996 hasta 2001 buscan hoy retomar un régimen radical con la aplicación de la sharía o ley islámica.
Bajo el régimen talibán las mujeres y niñas recibieron vejaciones en medio de las estrictas reglas islamistas que impusieron. Entre otras, “la prohibición de recibir educación, hablar en voz alta en público, transitar fuera de sus hogares sin un pariente de sangre, mostrar cualquier parte de su cuerpo o asomarse a los balcones”. Las condenas siguen estrictamente la ley islámica. El adulterio “conllevaba la ejecución pública y el robo suponía la amputación, también pública, de una mano. Las restricciones a la literatura, fotografías, música, bailes y cualquier expresión de tipo artístico también predominaron durante ese periodo”. Las ejecuciones por este tipo de “violaciones” de la ley islámica eran a menudo realizadas por los propios familiares de los acusados bajo presión.
Talibanes en Sudamérica
Hace algunos años en la ciudad de Quito, en la zona de plaza Foch, un policía afgano mantenía un local de comidas típicas afganas. Se había asentado en Ecuador luego de que vino al país en una misión especial de seguimiento a miembros de Al Qaeda. En una decisión de último momento se quedó en la capital ecuatoriana, y su negocio, donde hoy existe un café, se convirtió en sitio de encuentro de exponentes de la cultura islámica residente en el país. Según sus propias declaraciones confirmadas por funcionarios de la Cancillería de entonces, en Ecuador coexistían ciudadanos de todas las naciones y grupos protagónicos del conflicto del Oriente Medio, que se reunían en mezquitas árabes y centros religiosos israelíes. Conflicto que se ha traducido durante siglos en enfrentamientos armados, expresión extrema de una guerra civilizatoria.
Es el pasado, la tradición cultural, lo que define la identidad histórica de las distintas civilizaciones. En el contacto con otras culturas las nuevas ideas se rechazan o seleccionan e incorporan, a través de un largo proceso de asimilación. La civilización industrial, por primera vez en la historia, ha trastornado todos los límites, incluso los impuestos por los tradicionalistas. La guerra civilizatoria no se libra solo con las armas, es ante nada una guerra ideológica que, bajo los designios de la intolerancia, las armas son el único lenguaje universal.