La Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) enfrenta nuevas elecciones para elegir a su Presidente de la Sede Nacional, comicios que tendrán lugar el lunes 30 de agosto del 2021 en Quito; de igual modo, los comicios para elegir a los nuevos directores de los 24 Núcleos Provinciales se celebrarán entre el viernes 20 y sábado 21 de agosto, en la circunscripción territorial de cada provincia. La renovación de los directivos de la casona de Benjamín Carrión constituye una inmejorable oportunidad de cambio institucional.
Historia institucional
Fundada en 1944 como respuesta ante la depresión nacional provocada por la guerra con el Perú, la CCE ha experimentado una evolución muchas veces en contrapunto con la historia nacional. En una visión histórica la analista Martha Rodríguez, en la exposición Pasado y Presente de la CCE, contextualiza el momento fundacional de la institución, mencionando que existen diversos discursos en medio de los cuales nace la CCE. Entre otros, “el discurso de la Patria chica iba muy ligado al discurso del mestizaje que teníamos en el contexto latinoamericano, cuando el Estado vio la necesidad de incorporar al indio a la nación y entraba en juego el discurso del mestizaje por esa incorporación”. Este proceso se vivió de diversas maneras en la costa y en la sierra del país. En Quito el discurso indigenista del mestizaje cobra fuerza, y contamina las políticas culturales emanadas desde instituciones ajenas al Estado. Por esos años entre las décadas de los cuarenta y sesenta se construyó una identidad cultural mestiza desde la música y los espectáculos teatrales que reconocían y reflejaban la existencia de grandes poblaciones migrantes indígenas que llegaban a la ciudad. Esa identidad mestiza se fue construyendo en la gestión de instituciones políticas en Quito no sin conflicto con la institución cultural, puesto que dicha gestión entraba en tensión con las políticas emanadas desde la Casa de la Cultura que concebía a la cultura como “bellas artes de alta cultura”. El presente indigenista venido de la sierra no fue reconocido en el discurso cultural, tampoco hubo reconocimiento para los afrodescendientes esmeraldeños. Contrariamente, ese desconocimiento de los grupos subalternos que se expresó en la política, y que llevó al hacinamiento de poblaciones migrantes en la periferia de Guayaquil, conformando los suburbios y guasmos de la ciudad desde la década de los años treinta y cuarenta, no encontró un reconocimiento cultural en el seno del núcleo provincial del Guayas de la CCE.
La institución, a través de su historia ha librado batallas por su autonomía dentro de jerarquías de entidades culturales existente. No obstante, la autonomía de la CCE es un tema identitario, no solo administrativo como aparenta ser. Identidad que alude a determinados valores de la cultura, que amerita rescate como si hubiera sido secuestrada o desnaturalizada por oscuras fuerzas. La identidad de Casa de la Cultura requiere ser rescatada, ideológicamente, como se desprende de la reflexión de Martha Rodríguez. Los argumentos dentro de los cuales se debate la autonomía institucional son falaces, y emanan de postulados teóricos que inciden en la concepción de la ley cuando define en el artículo 138 la autonomía responsable como “la capacidad de ejercer competencias institucionales en el marco de la política cultural emitida por el ente rector de la cultura”. Este mandato de la ley se complementa en una segunda parte: la CCE “desarrollará su gestión en el respeto irrestricto de la libertad creativa, acceso de la ciudadanía a una programación cultural diversa y de calidad y el uso eficiente e incluyente de los espacios libres de cultura”. En la matriz ideológica de este postulado de “libertad creativa” resuena el eco de una noción moderna de las bellas artes, es decir, reminiscencia cultural de la alta cultura. La CCE se ve inmersa en políticas antidemocráticas, puesto que “tiene competencias que todavía son centralizadoras porque la ley es, definitivamente, centralizadora”, según relata Rodríguez. La misma existencia del RUAC es una expresión centralizadora que “da cuenta de un empeño en controlar la producción cultural, porque para ser elegido, necesariamente, debes estar inscrito en el RUAC”. Al final del día la cultura, actores y gestores y sus expresiones culturales quedan en manos de burócratas en gestión no democrática, emanada de una concepción ideológica que tampoco logra serlo, y que engendra políticas culturales en una ley que desnaturaliza la identidad institucional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Ahora es tiempo de reformar esa ley de cultura, recuperar la autonomía de la CCE, formular políticas culturales públicas, estructurar un plan nacional de lectura, fomentar trabajo para gestores y artistas y formar públicos que disfruten la fruición cultural. No sin antes reconocer en opinión del escritor Iván Égüez, que “la cultura es el ámbito básico en que una sociedad genera valores, comportamientos, saberes, y los transmite de generación en generación: eso no es cuantificable, no tiene precio”. Que, por tanto, “la cultura se caracteriza por ser histórica y actual, permanente y paulatina, dinámica y dialéctica, diversa e interrelacionada, envolvente y transversal, material e inmaterial, física y virtual». La Cultura, ya está dicho, es una inmanencia que ha surgido de la acción, sobrevivencia y trascendencia humanas. Para el Estado y la sociedad civil, -concluye Égüez- la existencia de unas políticas públicas y un movimiento cultural independiente sería una muestra de madurez democrática.
Para analizar las expectativas de un cambio en el ámbito cultural del país, dialogamos con el gestor cultural, candidato a la máxima dignidad presidencial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Eduardo Puente. Escritor con una Maestría en Políticas Culturales, Antropología jurídica y doctor en Jurisprudencia. Puente ha sido gestor cultural en el sector público, fue director del SINAB, Subsecretario de Cultura, Docente Universitario y actual Director de biblioteca de IAEN. Autor, entre otros libros, de los textos Cultura Ecuador dimensión y desarrollo y La interculturalidad en Ecuador, la novela Sara, y Cuentos recuentos y nostalgias.
¿Cuál es el diagnóstico de la situación cultural del país que se puede hacer hoy día?
La situación de la cultura en general es lastimosa. La gestión cultural se encuentra en una situación crítica en Ecuador. La cultura del país siempre ha sido un elemento dinamizador e importante de los procesos sociales, en el andamiaje del tejido social. Hay procesos de cultura viva comunitaria, por ejemplo. Nuestros creadores a pesar de la situación completamente desfavorable siguen creando, nuestros artistas siguen produciendo, los escritores siguen escribiendo, el gran problema es que la gestión de esa cultura es muy deficitaria porque el sector púbico, el sistema nacional de cultura no ha cumplido el papel que debería haber cumplido, cual es el de facilitar estos procesos y permitir que lleguen a buen término. Nuestras instituciones culturales están sin presupuestos, no tienen horizontes claros, no hay una política cultural de Estado.
¿Esta situación desde cuándo data, ha sido endémica o corresponde la responsabilidad a un gobierno en particular?
En general los gobiernos nos han quedado debiendo en el tema cultural. Más allá de que se han sacado documentos rimbombantes sobre políticas culturales, en la práctica se ha seguido manteniendo las mismas taras que gobiernos anteriores. Han existido matices, algunos han tratado de apoyar para otros, en cambio, lo cultural ha sido muy maltratado, en el gobierno anterior el tema cultural fue desastroso. La situación de la pandemia puso en un estado de altísima vulnerabilidad a los artistas, no hubo respuesta del ministro en aquel momento que iba a dar un subsidio que nunca llegó a la gran mayoría de los artistas. Más bien ha sido endémico el tema. No ha habido una política pública pensada, ha existido en algunos casos buenas intenciones pero que no han cuajado en una política del largo plazo, a pesar de eso los actores culturales hemos convocado a asambleas culturales y mesas de diálogo para tratar de presionar a que la institucionalidad cultural pueda cumplir el papel que debía hacer. Cuando fui Secretario General del Consejo Nacional de Cultura he visto cómo el presupuesto ha sido ínfimo, hemos tenido que estar rogando para que nos atiendan, y sin embargo, no nos han atendido porque el Estado como tal, no ha entendido la naturaleza de la cultura. El acto creador no lo procesan bien, ese es el grave problema.
La falta de política cultural refleja la ausencia de un concepto de cultura, se confunde la política cultural con una agenda de eventos. ¿Cómo ves la problemática de la CCE, tiene políticas culturales la institución?
Efectivamente, la CCE está en una situación crítica, sin políticas claras, sin horizontes definidos, sin representatividad que pierde cada día. La gente, los sectores culturales no se sienten representados por la CCE. Hay un problema de no comprender principalmente lo que es la cultura, el arte. Entonces hay una actividad eventista que trata de justificar la presencia y la gestión de determinadas autoridades de la Casa de la Cultura. Lo que es peor, hay una relación clientelar de la CCE que no llega al artista y a colectivos que han trabajado desde hace años y que se sienten completamente marginados. Por esa razón precisamente se levanta esta candidatura a la Presidencia nacional de la CCE para dar un giro de 180 grados a esa institución y volver a retomar una visión institucional respetable, no porque se dedique exclusivamente a la alta cultura, sino porque sea consecuente con la visión actual de lo que significa la cultura que incluye la diversidad en sus distintas expresiones.
¿Cómo entender la relación de la CCE con el Ministerio de Cultura como ente rector de la política cultural, más allá de una pugna por jerarquías y autonomías?
Exactamente esa ha sido la relación entre la CCE y el Ministerio, relaciones de poder por el protagonismo. La relación entre ambas instituciones debe ser la que está establecida en la Ley Orgánica de Cultura, nos guste o no, esa es la norma que establece cuál es al ámbito de competencias de estas dos instituciones. El Ministerio de Cultura debe cumplir con el rol establecido en la ley de ser el ente rector del Sistema Nacional de Cultura. Existe un incumplimiento de la ley porque hasta ahora el Ministerio siendo el ente rector, no ha sido capaz de configurar bien el sistema nacional de cultura que está señalado en la ley. La CCE tiene un rol más de ejecución de una política cultural que se entendería que debe ser construida entre todos los actores, pero el Ministerio de Cultura nunca ha convocado al sistema nacional de cultura. Si llegamos a la CCE vamos a presionar para que el sistema nacional de cultura se reúna y reflexione sobre la política cultural que desde el Estado se debe impulsar y que las entidades deben cumplir.
¿Cuáles son las prioridades de la CCE en estos momentos?
Hay dos o tres. La organización interna de la CCE, es una necesidad que todos los actores culturales piden a gritos, que sea una institución que esté a la altura de los actuales tiempos, que no sea anquilosada a esa visión tradicionalista de lo que se entendería por cultura. Es apostar a un nuevo modelo de gestión que no debe ser elaborado por algún genio, nosotros creemos mucho en la participación real de los actores culturales, nuestra propuesta es convocar a mesas técnicas de los sectores culturales. Otra de las prioridades es el fomento a las artes, a través de lo que de nominamos “semilleros de arte”, o talleres de arte y cultura, que apuntan a dar trabajo a los artistas a través de contratos, en todos los núcleos de la CCE. En segundo lugar, formar públicos para las artes, se hacen grandes esfuerzos desde el arte y el público es escaso. Y en última instancia, el aparecimiento de nuevos talentos en el arte. Estas son las tres prioridades.
¿Cuál es tu propuesta de campaña en resumen?
La propuesta, fundamentalmente, es un gran acuerdo en torno a la unidad. La nuestra es una candidatura de unidad. Que prevalezca lo que nos une, no lo que nos desune. Lo que nos une es oxigenarle a la CCE, abrir las puertas de la Casa como una institución de los artistas, de los gestores culturales y de la ciudadanía, para que puedan ejercer sus derechos culturales. La CCE debe ser el ente que garantice el ejercicio de esos derechos, a través de ofertas y servicios culturales. Por ejemplo, armar una buena red de bibliotecas virtuales para tener acceso desde los domicilios, con producciones en PDF que se descarguen desde los hogares y lugares de trabajo. Y apostamos al Plan Nacional de Lectura que nunca ha terminado de arrancar bien, se ha gastado recursos y ese plan ha quedado empantanado. Nuestra propuesta es que se ciudadanice el Plan de Lectura, que la lectura sea vista como algo importante en la vida de todos los ecuatorianos. Tenemos que inundar de lectura los hospitales, los cuarteles de la policía, del ejército, las paradas de autobuses, terminales de buses y aéreas, en todas las provincias del país, de manera que el ciudadano sienta que la lectura es algo importante en su vida, que no se vea solamente como un aspecto de los estudiantes, de los escritores, editores y profesores. En esto la CCE puede jugar un gran papel. Nosotros estamos para presionar a que se ejecuten aquellos aspectos que están contemplados en la ley y que no se han venido ejecutando.
¿El RUAC ha sido cuestionado desde diversos actores culturales porque, según dicen, no ha cumplido un rol representativo de calificar a dichos actores, cuestiones burocráticas han impedido que la gente se pueda inscribir y el registro ha terminado convertido en padrón electoral para elegir autoridades de la CCE, ¿tienes planteada alguna solución para este problema?
En principio era opuesto al RUAC, porque el artista no tiene que estar registrado, luego entendí que es importante levantar ese registro por el tema de la seguridad social de los gestores culturales que le dé el Estado por su condición de artista. Ese registro ha sido, sin duda alguna, un condicionante para acceder a los fondos concursables, yo intenté hace dos años ingresar al RUAC y no lo pude hacer, sin embargo, hace seis meses lo volví a intentar y fue fácil. Ahora cualquiera puede registrarse en el RUAC, yo creo que está mal entendido porque debe haber una trayectoria, un reconocimiento. Creo que hay que reformular el RUAC, es importante que sirva para levantar indicadores, por ejemplo, para el tema de la seguridad social de gestores y artistas, pero no puede convertirse en un instrumento manipulable para el aspecto electoral. Además, la membresía de la CCE, no puede ser que un director de un núcleo empiece a reclutar gente como perteneciente a la CCE cuando no tiene como actividad central el arte y la cultura, simplemente es un número de personas para garantizar que voten por él en una asamblea, eso es manipular, y nosotros nunca estaremos de acuerdo con ese tipo de manipulaciones porque nuestra campaña se basa en la honestidad y la transparencia y eso ha permitido que mucha gente se aglutine alrededor de esta candidatura porque vamos hacer las cosas honestas y vamos a pedir que la comunidad cultural y artística de este país organice un observatorio, una veeduría independiente que nos señale cuáles son nuestras falencias y que nos señale aspecto positivos que va a tener nuestra gestión.
¿Con qué concepto de cultura vas actuar en la CCE, cuál es el rol social de la cultura, será posible cumplir el sueño de B. Carrión de convertirnos en una potencia cultural?
Considero que, dentro de las definiciones de la cultura, me parece que la visión antropológica de entender que el ser humano en su relación con el medio realiza una expresión cultural, que la cultura implica todo aquello que el ser humano, los colectivos, la sociedad realiza en la cotidianeidad frente al contexto en el que se encuentra. Esa visión política de la cultura tiene que aterrizar también en los aspectos que tienen que ver con la producción estética, en el arte, en la literatura en las distintas expresiones, de suerte que hay que conjugar esos elementos. Lo que sí puedo decir es que la cultura da elementos para fortalecer el tejido social, que permite que la identidad de los colectivos sea mucho más fuerte y que se apueste por aquello para ver el futuro con optimismo. Me parece que la cultura nos da la respuesta a la serie de inquietudes desde el plano ontológico hasta el plano epistemológico que tienen las sociedades en el mundo entero y, en el caso particular, en Latinoamérica y en el Ecuador. Si no vemos a la cultura como un elemento fundamental, como un elemento estratégico en el devenir de este pueblo, estaremos prácticamente mirando hacia atrás y estaremos estancándonos. La cultura nos da salida a la crisis porque nos hace tener una visión crítica de la realidad y una acción frente a esa realidad con miras a la transformación. Debe haber una actitud propositiva de parte de la comunidad cultural y artística del Ecuador en función de la transformación y los cambios que requiere este país.