Las olimpiadas Tokio 2020 llegan a su fin y luego del último evento deportivo que convoca a las naciones este domingo sobre las pistas niponas, los juegos olímpicos dejan una estela de enseñanza como los primeros torneos deportivos a escala mundial celebrados en guerra contra una pandemia planetaria. En eso las olimpiadas modernas en el siglo XXI se parecen a las olimpiadas de la antigüedad, cuando los hombres en otras guerras celebraban en honor a Zeus un encuentro deportivo como símbolo de paz. El valor de los Juegos antiguos fue múltiple: representó una manifestación religiosa de acatamiento a los dioses; contribuyó al desarrollo armónico del cuerpo y del alma; favoreció la amistad de los pueblos y ciudadanos.
El deporte se caracteriza como la actividad física de carácter competitivo que puede mejorar la condición física de quien lo practica, además tiene propiedades que lo diferencian del juego. Se trata de una actividad ejercida como competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas, más allá de su acepción más amplia, como recreación. La práctica del deporte considerada por el Comité Olímpico Internacional como “un derecho humano”, ampara bajo ese principio a “toda persona que debe tener la posibilidad de practicar deporte sin discriminación de ningún tipo y dentro del espíritu olímpico, que exige comprensión mutua, solidaridad y espíritu de amistad y de juego limpio”.
Esta declaración convierte a los deportistas en sujetos de derechos frente al Estado que, como rector de políticas públicas, debe impulsar la colaboración entre dependencias públicas y privadas para hacer más eficiente las acciones y los recursos en apoyo del deporte. Independientemente de este ideal, el deporte no pocas veces enfrenta a lo público con lo privado como expresión de la contradicción existente entre los derechos colectivos y los intereses particulares. El incremento de la percepción negativa que se tiene contra lo público, o gubernamental, aumenta ante la aparición de problemáticas y fenómenos cada vez más complejos. Es así que se reclaman nuevos modelos y soluciones ante los problemas públicos, donde el deporte tiene que ser considerado un agente de transformación social construido a partir de la idea del bien común y la multidisciplinariedad. La creciente vinculación del deporte con las políticas de salud, de educación o de seguridad pública convierte al deporte y la cultura física en elementos obligados a estudiar y aplicar desde la administración pública. Consolidar una política deportiva sería el salto que impulse la integración de una cultura física sólida, la cual oriente su utilización de recursos públicos no como un gasto obligatorio más, sino como una inversión segura y necesaria que promueve los valores y beneficios propios de la práctica del deporte en todas sus modalidades.
En detrimento de esta concepción de lo público en lo deportivo, la empresa privada “auspicia” al deporte invirtiendo recursos en diferentes disciplinas como una práctica del marketing empresarial. En el ciclismo, el Giro de Italia, el Tour de Francia y la Vuelta a España recibieron en sus recientes versiones, respaldo de multinacionales para evitar una histórica cancelación por falta de fondos. Si bien un auspicio puede realizarse a los deportistas, en ese caso particular fue a los eventos. La empresa privada auspicia al deporte “como una apuesta” ante la cual, se analiza el potencial, el proyecto deportivo, y como en cualquier empresa el deportista es un emprendedor que vive de una actividad no exenta de riesgos, según manifiesta un patrocinador. A escala mundial, en Europa la inversión de la empresa privada con los clubes más importantes del continente asciende a más de 70 millones de dólares anuales como ingreso. Nike, Puma, Adidas, Fly Emirates y otro tipo de compañías depositan cuantiosas sumas de dinero a cambio de publicidad.
Olimpiadas Tokio 2020
En Tokio 2020 los dos sistemas de fomento al deporte -público y privado- se enfrentaron en combates simbólicos. Como ejemplo Cuba y EE. UU mostraron diversos resultados en el torneo como expresión de la realidad socioeconómica de ambos países. La potencia capitalista norteamericana desplegó su poderío económico proveniente de la empresa privada, en tanto, Cuba pequeño país caribeño hizo lo propio logrando resultados que son el reflejo del apoyo estatal a sus deportistas. Ejemplo de ello es que Cuba llegó a los Juegos de Tokio con un palmarés de 37 oros (73 medallas en total) en el boxeo olímpico, una cifra solo superada por los por 50 (114) de Estados Unidos, que lleva tiempo perdiendo terreno y acumula tres ediciones sin subir a lo más alto del podio.
Los mejores resultados los obtuvo Cuba en la disciplina del boxeo, deporte en el que “el país caribeño hizo una soberbia demostración”, y su representante el boxeador en la categoría de semipesados, Julio La Cruz, “se convirtió en bicampeón bajo los cinco aros olímpicos”, según manifestó el vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Onelio Castillo, en su cuenta de Twitter. La Cruz se ha hecho con la medalla de oro tras vencer en tres asaltos al ruso Muslim Gadzhimagomedov. El pugilista caribeño encabeza la lista de boxeadores cubanos galardonados olímpicos. La Cruz, ya había ganado la medalla dorada en los torneos olímpicos de Río 2016, en su categoría y de esta manera se convierte en el primer boxeador de mayor peso en registrar ese logro.
Cuba, suma su sexto oro en Tokio 2020, tiene también tres de plata y cuatro de bronce, para un total hasta ahora de 13. El veterano Roniel Iglesias conquistó el martes la primera medalla de oro del boxeo cubano en los Juegos de Tokio-2020 al batir en la final del peso welter al británico Pat McCormack. Con cuatro medallas ya aseguradas, Cuba mantuvo este domingo su dominador rumbo en el boxeo de Tokio-2020 en una jornada empañada solo por una derrota ante Estados Unidos, que rompió la imbatibilidad caribeña en el torneo. El peso superpesado (+91 kg) Dainier Peró fue el primer púgil cubano en caer del cuadro al ser derrotado por el estadounidense Richard Torrez Jr. en los cuartos de final. Aparte de la caída de Peró, Cuba siguió avanzando hacia los podios de Tokio con los triunfos de Lázaro Álvarez en el peso pluma (52-57 kg), de Roniel Iglesias en el wélter (63-69 kg) y de Arlen López en el semipesado (75-81 kg).
¿Qué diferencia a los deportistas cubanos de los estadounidenses?
Unos y otros representan dos sistemas diferentes, dos modelos de gestión deportiva distintos, diferenciados por un concepto de vida diverso. EE. UU expresa una ideología mercantil del deporte como espectáculo pop, en tanto Cuba concibe la actividad como un logro político de un país agredido en que la actividad deportiva sirve de aliciente para el sano desarrollo del pueblo. Ambas naciones separadas por la guerra fría de bloqueo económico político y social vigente desde hace 60 años y que el deporte no ha podido atenuar ni disimular, pese al repudio mundial expresado en el seno de la ONU.
Los deportistas de ambos países habrán vivido la política del bloque de diferente manera. Para los norteamericanos es una nota del informativo de la televisión que les narra que su país, convertido en paladín de la democracia americana, tiene la mesiánica tarea de “luchar contra el comunismo”. Para los jóvenes deportistas cubanos nadie tuvo que contarles nada sobre el bloqueo, lo vivieron y lo viven en carne propia como un record de oprobio imposible de superar. Desde niños lo aprendieron en su país sin medicinas y alimentos y sin recursos para practicar su deporte favorito. El bloqueo ha sido para los cubanos como la gran olimpiada librada contra la injusta agresión del imperio capitalista, como una metáfora de la vida que les tocó vivir.
Cae el telón deportivo de las Olimpiadas Tokio 2020. Serán recordadas por ser un símbolo de paz en plena guerra pandémica. Acaso algún día la suprema voluntad de los dioses del Olimpo determinen que los juegos olímpicos sean la competencia que hermane a los pueblos, triunfal sobre toda guerra e injusticia.