La triunfal actuación de las pesistas Neisi Dajomes y Tamara Salazar adquiere ribetes míticos. Y a la luz de la afirmación barthesana de que “en los detalles está el mito”, (Roland Barthes), la indumentaria deportiva durante la competición de las halterófilas ecuatorianas destacó un detalle del vestuario que llamó la atención a nivel mundial. Las coloridas pañoletas, a manera de turbante, usadas por Neisi y Tamara se convirtieron en símbolo de reivindicación identitaria de los pueblos afrodescendientes ecuatorianos en Tokio, capital tecnoindustrial del mundo. Durante la participación de las medallistas olímpicas -oro y plata- en la especialidad de halterofilia categorías 76 y 87 kilos, respectivamente, ambas lucieron un look muy singular y estéticamente atractivo con sus cabelleras cubiertas por grandes cintillos de vivos colores.
Tamara reconoció que “significa mucho porque identifica nuestra tradición afro ecuatoriana y también porque se nos ve bien”. Siempre la usaron en las competencias internacionales como “una muestra de respeto a nuestras raíces y una cábala, cada vez que la uso me va bien”, dijo Tamara, la pesista de plata. Por su parte la medallista de oro señaló a la prensa: “Desde que nací, dios ya tenía este propósito para mí, he competido con su fuerza no con la mía, me siento muy orgullosa muy feliz, confesó Neisi.
La historia de los pueblos africanos registra en alegorías ancestrales de su cultura el uso de atuendos en la vestimenta que habrían inspirado a nuestras deportistas olímpicas. Entre otros está el Kitenge, una tela realizada con una técnica llamada batik, que se envuelven las mujeres alrededor del pecho, la cintura o en la cabeza como turbante, de igual forma, se emplea como material para fabricar vestidos. Los coloridos estampados encierran un valor comunicativo y una función social que marca momentos importantes en la vida de los habitantes de pueblos africanos o determina su pertenencia a un grupo o etnia. Son muy comunes los diseños geométricos entre los artesanos hausa de Nigeria, en cambio, los senufos de Costa de Marfil tejen tiras y las cosen entre sí que luego tiñen con tinturas naturales. En Malí se usa la tricromía blanco, negro y rojo, o en Ghana, se utiliza el azul, amarillo, rojo y verde, y en el resto de países del occidente africano se usan colores como marfil, vainilla, tierra, ocre, oro y negro. Son prendas coloridas que transmiten un mensaje de alegría y liberación.
El atuendo usado en Tokio por nuestras deportistas es celebrado con una convicción feminista, digna de destacar, cuando Neisi manda un mensaje a las jóvenes del país: “sí se puede, chicas, si se puede”. Sintiéndose hermanas, unidas por un sentimiento fraternal de género y afinidad deportiva, Neisi y Tamara, entran en la historia unidas por un mismo fervor triunfal luego de una trayectoria plagada de preseas deportivas en su especialidad. “El hecho de que seamos pesistas no significa que no tengamos un lado femenino, al contrario, seguimos siendo mujeres y demostramos nuestra potencia y talento”, reconoció Salazar. El mítico turbante de colores ha sido solicitado en una carta enviada por el Comité Olímpico Internacional a Neisi Dajomes, para que lo done y ser exhibido, eventualmente, en un museo del deporte. La medallista se mostró dispuesta a donar su famosa pañoleta azul.
El colorido turbante ancestral de nuestras medallistas olímpicas, corona el oro y la plata como un símbolo liberador contra todo vestigio colonialista y arrogancia racista, para no olvidar que el Ecuador es un país plurinacional y multicultural, con una riqueza étnica arraigada en nuestra identidad como parte de la potencia cultural que soñaba Benjamín Carrión.