El 26 de julio se conmemora el asalto al cuartel Moncada en Cuba que es literalmente el asalto a la nueva era histórica cubana que marcó, en 1953, el principio del proceso político militar que culminó con la victoria de 1 de enero de 1959. Estos días, en que Cuba vuelve hacer noticia por la grave crisis que la asedia por la imposición hace seis décadas del bloqueo económico y político a la isla, bien vale evocar el sacrificio del pueblo cubano manifestado desde el primer momento del proceso revolucionario iniciado en el Moncada.
Una crónica publicada por César Gómez Chacón cita el trabajo periodístico investigativo de Marta Rojas, publicado en el periódico Granma Internacional el 24 de julio de 1996: “Los periódicos de Santiago de Cuba publicaron la relación de militares muertos (…) El ejército tuvo en total 19 muertos y 30 heridos (…) La cifra de los asaltantes fallecidos (casi todos asesinados) aumentó de 33 el primer día a 43 el segundo, y así progresivamente. El día 27 todavía no se habían dado los nombres de los revolucionarios caídos (…) En vista de que las heridas apreciadas en los cadáveres de los revolucionarios que asaltaron el Moncada, eran mortales por necesidad, los médicos forenses, después de examinarlos exhaustivamente, prescindieron de la autopsia, pero consignaron, en los certificados el estado deplorable de cada uno, la localización y grado de las heridas, las contusiones y mutilaciones que presentaban, así como las ropas que vestían. Muchos de ellos llevaban debajo del uniforme ropas de enfermos. Se trataba de aquellos que se refugiaron en las salas del Hospital Civil donde los hicieron prisioneros, para después darles muerte, en horrendos asesinatos, en el Moncada”.
La gesta del Moncada el 26 de julio de 1953 había significado el martirio de la juventud cubana que junto a luchadores más experimentados ofrendaron su vida por la causa de cambio social en la isla. Cuba estaba regentada por el dictador Fulgencio Batista que había dado el 10 de marzo de 1952 “el último golpe de estado en la caricatura de república nacida bajo la bota yanqui, el 20 de mayo de 1902”
“Sobre alegrías han de levantarse los pueblos y no sobre dolores. Después del sacrificio de la historia, la libertad democrática ha de coronar el esfuerzo de los hombres y no la mengua y el desprecio de su propia condición. Con el pecho agitado, en el ahogo mudo de la palabra buena, en esta hora aciaga de la patria de Martí, venimos a decir verdades justas sobre las circunstancias y los hechos. No nos anima el virus incapaz de un odio inútil, o el impulso temerario de un corazón joven que sueña y fructifica sin fronteras. Nos impulsa la fe del buen cubano ante las fuerzas nobles del espíritu, las ansias cívicas y la virtud sencilla de un pueblo hermoso”, continua la crónica de Marta Rojas.
La dictadura había convertido a la La Habana y Varadero “en el destino preferido de millonarios y mafiosos norteamericanos. Casinos, burdeles cabarets, clubes exclusivos, mucha luz, oropel y publicidad mantenían a la sombra las villas miseria, territorios de chulos y bandidos de la peor calaña, donde vivían las prostitutas y morían los niños de enfermedades curables”, situación que culminó el día del triunfo de la revolución.
Tampoco nadie se percató de que Cuba necesitaba algún socorro internacional, en la mayoría del país había campo, marabú y latifundios. El vasto paisaje rural lindaba con los cementerios a las orillas de los caminos, destino final de aquellos enfermos que no llegaban con vida al médico o al curandero más cercano. La dictadura imponía el terror con el ruido del ulular de las sirenas de día y de noche, o a la sombra tenebrosa de los cuarteles donde se torturaba y mataba, sin juicio y sin prejuicio, todo era horror e ignominia invisible a los ojos del mundo.
El poeta moncadista, Raúl Gómez García, escribió a su novia antes de morir en el asalto al cuartel: “Estoy viviendo estos días como de fiesta en mi interior, como un regocijo sano de ver como se empieza a cumplir la meta de mi vida. Esta alegría debe ser tuya también… es la alegría sincera del que ama el sacrificio por un ideal justo y por la dignidad plena del hombre”.
Con ese mismo espíritu de entrega, sacrificio y resistencia, los cubanos de hace 60 años y los de hoy sobreviven al bloqueo. Mas allá de los disconformes, está la mayoría de quienes viven leales a su convicción revolucionaria. Aquellos que dispuestos a asaltar una historia de imposibles, resistirán junto a la Patria, por la vida hasta la muerte.