Se habla de que los dioses descienden del Olimpo, lugar donde habitan divinidades de la mitología griega, y lo hacen para dialogar con los hombres. Morada de dioses paganos, el Olimpo es un monte que alberga deidades desde donde contemplan el mundo mientras son agasajadas por las musas. Bajo el liderazgo de Zeus en el Olimpo habitaban Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa, dioses que reinaban en el monte olímpico más alto y luminoso.
Durante mucho tiempo la expresión “estar en el Olimpo” aludía a un estado donde se podía permanecer enceguecido de orgullo apartado de la realidad. Siempre todo lo relacionado con lo olímpico supuso un superlativo estado de superioridad emulado entre los hombres cuando los dioses ya no descienden del Olimpo y estamos más solos en el mundo.
Una fiesta de paz
Las olimpiadas fueron y serán el símbolo de la superioridad humana, un estatus en donde el hombre y la mujer se superan así mismos y superan a otros competidores, pero esta vez las olimpiadas de la pandemia serán las más extrañas de la historia. El hombre competirá con el virus en una carrera por la vida contra la muerte. Las olimpiadas Japón 2020, realizadas con un año de retraso en el 2021, serán distintas a sus precedentes.
La historia comienza en 776 A.C. en Olimpia, Grecia, donde se realizan los primeros Juegos Olímpicos. El premio para los atletas consistía en una corona de laureles que simbolizaba la gloria en una fiesta celebrada en honor a Zeus en meses de julio y agosto, cada cuatro años. Era una celebración religiosa que duraba seis días y reunía a las élites libres de Grecia. Su vigencia duró 1.169 años hasta que el Imperio Romano -convertido al cristianismo- la suspendió por considerarla una celebración pagana.
En la era moderna los juegos olímpicos se retoman por iniciativa del barón Pierre de Coubertin y se gestan en 1894 en la Universidad de la Sorbona, en la ciudad de París. Un hito importante es cuando en 1900 se integran atletas mujeres a las competencias en 28 disciplinas de la edición de verano y otras 15 disciplinas olímpicas de invierno.
El significado olímpico siempre implicó un carácter pacifista durante una fiesta que reunía a los guerreros y luchadores de las naciones griegas en una serie de competencias para elegir a los mejores y otorgarles premios que los inmortalizarían como seres superiores. Durante los días de competencia se decretaba la paz olímpica o ékécheira en las que todas las naciones debían deponer sus armas y ejércitos.
Las olimpiadas de la pandemia serán diferentes celebradas hoy en Tokio, ciudad que enfrenta la cuarta arremetida viral que azota a Japón. No obstante, se pondrá en marcha una maquinaria que mueve sumas económicas estratosféricas. Toyota, un sponsor principal, se opone a los juegos como un síntoma de la resistencia que existe en Japón a la realización de las olimpiadas. Crece el descontento porque algunos piensan que es mejor que las cifras de ingentes recursos olímpicos se destinen a la pandemia. Sin embargo, se imponen los intereses de la industria televisiva que son gigantescos, bajo un mensaje emitido al exterior que da la imagen de que todo es realizable en el desafío post pandémico.
Los competidores permanecerán confinados en las villas olímpicas sin poder salir a recorrer la ciudad. Las coberturas periodísticas serán realizadas bajo estrictos protocolos de seguridad en el cumplimiento de consignas rígidas, exámenes médicos, test, cuarentenas y restricción de movilidad en las ciudades durante los 14 día de olimpiadas. Los periodistas solo podrán entrevistar a los competidores olímpicos durante 90 segundos cada uno, a dos metros de distancia, en una zona mixta de exclusión.
Hoy las olimpiadas de Japón son una metáfora de la paz. Durante su celebración se aspira utópicamente suspender toda actividad bélica en el mundo Pero en tiempos de pandemia no se detiene la guerra contra el virus y tampoco se debe detener la guerra contra las causas que generan la infelicidad humana, la injusticia o la inequidad. El espíritu olímpico prevalecerá en una tregua, sin otras guerras que no sean contra el coronavirus y su secuela mortal.
Si tal vez ya los dioses no desciendan del Olimpo, en la tierra podamos los seres humanos ascender a un estado superior en el reino de la convivencia armónica de la humanidad.