La metáfora es un recurso poético, pero cuando encubren lo real las metáforas son a duras penas un eufemismo ante a una prosaica realidad. Eso es lo que sucede con afirmaciones dichas al azar. “La salud está enferma”, dijo el vicepresidente Alfredo Borrero en el intento de describir la realidad de los hospitales del sistema sanitario del país. Luego de realizar un recorrido a vuelo de pájaro por centros hospitalarios en Quito, Guayaquil y Cuenca, el funcionario descubrió que el hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) del IESS, el Eugenio Espejo en Quito, los hospitales Abel Gilbert Pontón, de Guayaquil y José Carrasco, de Cuenca, atraviesan una situación insostenible por falta de entrega de medicinas básicas como Paracetamol, utilizado para aliviar dolores de cabeza o fiebre. La situación, obviamente, afecta directamente a miles de pacientes que viven con trasplantes, que sufren de cáncer, VIH, o enfermedades cardiacas que no pueden ver interrumpido sus tratamientos por falta de medicina. Los hospitales mencionados, además, revelan deficiencias en la entrega de insumos para pacientes con insuficiencia renal, diabetes o que requieren quimioterapia. El personal médico de esos centros de salud agobiados por una realidad que los amarra de manos en la impotencia de no poder brindar una atención medica de calidad en los hospitales Carlos Andrade Marín y Eugenio Espejo, el 7 y el 8 de junio, realizaron plantones para exigir al Gobierno la provisión de medicamentos e insumos. A ellos se sumaron los galenos del hospital pediátrico Baca Ortiz, que denunciaron la complicada y grave situación por la que atraviesan estos hospitales públicos del país.
La ministra de Salud, Ximena Garzón, quien también se ha dedicado a recorrer en eventuales tours los hospitales nacionales, constató que carecen de fármacos y calidad de médica, dijo: “me siento preocupada sabiendo que hay tantas necesidades de las personas y que los médicos y enfermeras, queriendo ayudar, no pueden hacerlo porque no cuentan con los insumos necesarios”, no obstante que desde el 24 de mayo de 2021, cuando el gobierno asumió el poder, el vicepresidente Borrero ha prometido mejorar la situación del sistema público de salud para que los hospitales cuenten con stock suficiente, sin resultados concretos hasta la fecha.
Las autoridades en sus visitas hospitalarias solo constatan que familiares de pacientes se ven obligados a recurrir a su propio dinero para adquirir medicinas, mientras en las afueras de los hospitales públicos decenas de personas esperan por las prescripciones con los medicamentos que deben comprar, mientras las farmacias de los centros de salud están vacías, gastando hasta cien dólares diarios en la compra de medicinas.
El Vicepresidente y la ministra, luego de los periplos hospitalarios, sacaron una conclusión: sí hay dinero para la compra de medicinas e insumos. Pero, la entidad aún no ha identificado las razones del desabastecimiento. Simplemente insólito el desconocimiento oficial sobre las razones de fondo de la crisis de la salud. La propia ministra, Ximena Garzón, llegó a afirmar: “No es que los hospitales no tengan dinero. Están asignados los presupuestos”. Y añadió: “Necesitamos saber por qué no se han ejecutado los presupuestos”. El peor mal es aquel frente al que se desconocen las causas, porque eso implica desconocer también las soluciones.
Algunos directivos de hospitales intentan también una explicación a vuelo de pájaro: “Las últimas adquisiciones de medicamentos de estos hospitales se hicieron hace siete meses, según el Servicio de Contratación Pública (SERCOP)”. Esto significa que los hospitales no se han abastecido de medicinas para entregarlas a pacientes con cáncer, VHI o con enfermedades raras o catastróficas. Las autoridades de los hospitales han reconocido que hay recursos para adquirir medicinas. “Lo que no hubo es una buena gestión de compra”. Según los directivos hospitalarios, “la emergencia sanitaria de Covid-19 hizo que el sistema sanitario se olvide de los pacientes con otras enfermedades”. ¡Insólito reconocimiento que raya en la desfachatez criminal!
Autoridades de salud y directivos hospitalarios, a “ojo de buen cubero”, calculan que la crisis institucional se solucionará en, al menos, seis meses. Mientras tanto, bodegas casi vacías, estanterías sin medicamentos y pacientes desesperados que reclaman sus medicinas son parte de la realidad que atraviesan en la actualidad los más importantes centros del sistema hospitalario público que disponen de apenas “la tercera parte de las medicinas e insumos necesarios”. Un ejemplo representativo y paradójico sucede en el HCAM del IESS en Quito, el mayor hospital de la seguridad social cuyo presupuesto es de $158 millones de dólares anuales, que fue entregado “a tiempo” pero no fue ejecutado, sino en un 17% a junio de este año 2021. En el hospital Carlos Andrade Marín existen 341 procesos de compra represados que no se sabe cuándo se ejecutarán, una muestra de esa insólita realidad es que de 269 medicinas que necesita el hospital solo se adquirieron 88, y de 702 insumos requeridos en el primer cuatrimestre solo se compraron 58, provocando una crisis de salud sin precedentes. ¿Crisis casual o deliberada para tener motivos de privatización del seguro social, bajo el argumento de ineficiencia de un hospital que despacha tres millones de recetas al año?
La improvisación es de tal magnitud, que las explicaciones inexplicables se caen por su propio peso: En el Hospital Andrade Marín reconocen que hay desabastecimiento de medicamentos, producto de incumplimientos de los proveedores e incremento del número de afiliados, explica Juan Páez, su gerente. Es otro insólito reconocimiento que el Seguro Social haya incrementado el número de afiliados sin planificar cómo brindarles una atención de salud oportuna, integral y de calidad. En Ecuador, el número de afiliados se incrementó entre el 2011 y 2017, por lo que en el primer año hubo 7,5 millones de pacientes en las casas de salud del IESS; y en el 2017 subió a 9,5 millones, según el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. De las 101 casas de salud del Seguro Social, 22 registran un abastecimiento de medicamentos para un período no menor a tres meses.
Ineficiencia y corrupción
¿Qué clase de ineficientes administra el seguro social y los hospitales del IESS del país? La realidad habla por sí misma: Ineficiencia o corrupción, robo de medicinas de las bodegas de hospitales, sobreprecio en compras, falta de pedido de aquellos medicamentos donde solo existe un solo proveedor porque no se puede aplicar sobreprecio, jueza que otorga sobreseimiento a implicados en delincuencia organizada relacionada con actos de corrupción en hospitales. ¿Qué hace la Fiscalía para dar con los culpables de una crisis que tiene evidentes casos de delincuencia hospitalaria, inherente al gobierno anterior e incapacidad del actual para sancionarla?
Entre el Estado y la salud existe una relacion mórbida, toxica dirán algunos, de doble vía. El uno contamina al otro y profundiza lo que debe ser una dinámica de soluciones ahondando los problemas, bajo una lógica de ineficiencia y corrupción. La salud está enferma, dice el Vicepresidente, descubriendo el agua tibia. ¡Cuidado con confundir causa con efecto! El enfermo es el Estado, contaminado por el virus de una política perversa de individuos que hacen de ella un botín. Ex ministros infames que salen huyendo de país después de vacunar a sus familiares y amigos; un presidente discapacitado para gobernar que en lugar de hacerlo se dedica a “supervisar” a los sitios de vacunación, mientras los vacunados VIP estaban frente a sus narices en el propio gabinete presidencial. Una Asamblea Nacional y una Fiscalía que hace la vista gorda sin fiscalizar ni investigar, para dejar en la total impunidad la corrupción de funcionarios que se van campantes a su casa sin rendir cuentas al país por su deprorable gestión. Ministros de finanzas que en plena crisis sanitaria decidieron pagar deudas al chulco internacional restando recursos a la salud. Una mafia organizada para delinquir en los hospitales del sistema de salud, entregados a su arbitrio a cambio de apoyo parlamentario al ex gobierno repartidor. Una ministra de gobierno que sale libre de polvo y paja luego de la repartición hospitalaria. Un sistema de justicia con juezas y jueces corruptos que otorgan sobreseimiento a presuntos implicados en delincuencia organizada en hospitales del país.
¿Quién contamina a quién? Vivimos la descomposición social provocada por la descomposición política de gobernantes traidores al pueblo, que dejaron de herencia un pasado a gobernantes indolentes del presente que hasta la fecha mantienen incólumes a corruptos e ineficientes.
Los actos de corrupción campean intocados como síndrome del Estado enfermo. Defensores del pueblo encarcelados acusados de violación sexual, contralores presos que despachan desde la cárcel y nombran a sus propios reemplazos, alcaldes corruptos destituidos que se aferran al puesto, un sistema de justicia y control con fiscales, jueces y procuradores que se lanzan la pelotita especulando sobre la aplicación “del debido proceso”.
Estado enfermo con insuficiencia moral, involuntad política e incapacidad administrativa. Un vicepresidente médico que se equivoca de diagnóstico y asegura que la salud es la enferma. Por qué no ve la realidad, qué hacía mientras ejercía la medicina y la salud enfermaba, como denomina metafóricamente a un sistema corrupto e ineficiente. El peor mal de un país es no ver con claridad la mala salud del Estado.